Sin ser árabe,
sin ser palestina,
sin ser gazatí,
sufro el desespero de la madre
que en el cuerpo cálido y lleno de vida de su hija,
le escribe su nombre en el brazo,
le escribe su nombre en la pierna,
le escribe su nombre en el abdomen,
para poder identificarla cuando las bombas la desmiembren
y hagan de su cuerpo sin vida
un lugar gélido y tenebroso en el que llorar.
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