Foto: Enrique Saavedra.

Polilla, el faro de la literatura latinoamericana en México

Cecilia Castro y Daniel F. Álvarez fundaron la librería independiente Polilla durante la pandemia, en la coyuntura de una residencia artística en el barrio de Popotla. 

Hoy, a varios meses de distancia y ya plenamente establecidos en un espacio propio dentro de la colonia Roma, no solo han consolidado la librería como el gran faro de la literatura latinoamericana en México, sino que lanzaron un sello editorial que busca democratizar la lectura de otras latitudes y promover intercambios culturales entre México y mercados tradicionalmente inexplorados.

Partamos de la semilla respecto a la idea de montar una librería en los márgenes, ¿cuál es la piedra fundacional de Polilla?

Cecilia: Daniel y yo nos conocimos en un taller de escritura. En ese tiempo descubrimos que compartíamos intereses alrededor de la lectura y la escritura. Con la pandemia nos dimos cuenta que había muchos libros que no se conseguían por acá fácilmente, que había se le daba poca visibilidad a la literatura latinoamericana, desde las ediciones a gran escala hasta las fanzines y otros tipos de formatos menos tradicionales. Luego pedimos tres cajas de Anagrama y Sexto Piso, sin tener la librería montada, y comenzamos a mover los libros.

Daniel: Hay que decir que todo esto fue muy coyuntural con la apertura de un espacio de una residencia artística. No sabíamos si se iba a convertir formalmente en una librería, pero había que aprovechar ese espacio. Primero estuvimos en línea cuatro meses, recorriendo la ciudad para repartir libros. Ahí nos dimos cuenta que iba en serio el proyecto. Luego con la residencia artística en la colonia Popotla, durante siete meses hicimos sinergia con el espacio cultural, que incluía una biblioteca de arte y un café. Ahí comprendimos que no solo era tener un catálogo, sino recibir gente en tu espacio, detonar conversaciones alrededor de la escritura, la creatividad, la literatura. 

Cecilia: Una española que vive en la ciudad nos intentó convencer de rentar otro espacio para continuar el proyecto después de la residencia. Al final nosotros la convencimos de que nos rentaran la cochera de su casa, en la colonia Roma, para montar la librería. 

Daniel: Venir a la Roma fue un punto de quiebre en el proyecto. El tener ya un espacio propio, no compartido, nos obligó a tomar decisiones.

¿Este aliento latinoamericano surgió como una convicción, una circunstancia o una posibilidad de mercado?

Cecilia: Todo surgió a partir del interés que nosotros teníamos como lectores. De leer escritores argentinas, colombianas. De recuperar ediciones latinoamericanas. Luego el mercado lo permitía también. No existía ninguna otra librería que se hubiera planteado traer proyectos latinoamericanos acá. 

Daniel: Yo no leo casi nada que no sea latinoamericano. No me imaginaba montar una librería para tener a Kapuscinski, por ejemplo. Buscábamos traer editoriales poco conocidas. Es algo que me extraña, que incluso haya mayor relación con otros países. Incluso nosotros aceptamos que tenemos una deuda con la literatura centroamericana. Pero sí, era el camino natural a seguir: la literatura latinoamericana.

Esta idea de la nueva literatura latinoamericana, incluso en su faceta de género de estantería, nunca había sido tan genuina, tan diversa, tan coral, tan democrática. Algo muy distinto a lo que ocurrió en el Boom.

Cecilia: Muchas escritoras latinoamericanas han buscado alejarse de las típicas etiquetas, para bien, pero al mismo tiempo todo esto ha permitido nuevas conversaciones y vasos comunicantes sobre la idea de una nueva literatura latinoamericana después del Boom.

Daniel: Creo que deriva del tradicional hermetismo mexicano. Por fortuna cada vez surgen más espacios con otro tipo de visión, con otra voluntad. De pronto parece que la literatura tiene cosas nuevas por decir y que, precisamente, los escritores que tienen cosas por decir son latinoamericanos. 

Lata Peinada como espejo.

Daniel: Nosotros teníamos como referencia a Lata Peinada, en España, que también defiende la literatura latinoamericana. Pero más como simples lectores, porque tampoco teníamos planes de crear esos canales y ese modelo. Todo surgió muy rápido, pero por supuesto que visitar una librería de esas características y encontrar autores como Sergio Bizzio fue fundamental para el proyecto. Era el ejemplo perfecto de lo que no existía en México. Y, peor aún, era inexplicable que no sucediera acá. Todo eso tiene que ver con el interés de la gente que tiene el poder de montar una librería y una editorial. 

Como buena librería de barrio, la prescripción se vuelve fundamental a la hora de crear una comunidad fiel de lectores. A veces es un poco absurdo que muchas librerías independientes defiendan valores de librería de cadena.

Cecilia: Buscamos ser un proyecto integral. Somos lectores antes de cualquier cosa. Y eso se nota en la manera en que nos relaciones con los libros que tenemos. Todavía hay muchas cosas en el mercado librero-editorial en México, sobre todo comparándolo con otros países. 

Daniel: Nos ayudó mucho el desconocimiento de la industria, porque nos alejamos de ese tipo de prácticas y nos acercamos a la gente. La cercanía con el editor es algo que no pasa mucho acá, cuando debería ser algo normal. Yo, editor, debería hacer hasta lo imposible porque el librero conozca a fondo mi libro. 

Si poner una librería es una declaración de intenciones, montar la editorial fue un salto de fe. 

Daniel: Todo nació con la idea que teníamos sobre algunos libros que nos encantaban y nos daba mucho pesar que, en el mejor de los casos, tardaran tres años en llegar a México. A partir de eso comenzamos a platicar, valorar posibilidades, contactar a Laura Ortíz Gómez, la autora de Sofoco, nuestro primer libro como editorial. Nos parecía muy importante que el libro llegara y circulara en México. Luego comenzamos a pensar que para consolidar la idea de la editorial había que lanzar más libros y también, de una manera muy natural, surgió la posibilidad de publicar otro libro que nos encantaba: Kintsugi, de María José Navia.

Cecilia: Una vez que teníamos estos dos libros que salieron casi en paralelo, era importante desde el punto de vista de formalizar la editorial sacar más títulos. De hecho, este año sacaremos cinco libro más, fundamentalmente de narrativa y todos relacionados con literatura latinoamericana.

Montar una librería y una editorial en paralelo los convierte en un eslabón muy importante de una potencial revolución editorial.

Daniel: Lo vemos como una forma de incidir, poner sobre la mesa las lagunas que existen en el círculo editorial en México. Hacer la editorial nos permitía dejar claro que nosotros apostábamos por ciertas cosas que a nosotros nos conmueven y que nos emocionan y provocar que la gente pueda ser capaz de mirar otro tipo de literaturas. 

Cecilia: Lo que existe en común de los libros que publicamos es el gusto y el interés por una especificad en la literatura. No no sentimos promotores de una revolución editorial, pero no nos vemos recomendamos títulos que no nos interesan. Lo que ha generado Polilla ha despertado el interés de las editoriales y les ha permitido cuestionarse ciertas cosas. Políticamente tiene su relevancia, ser un eslabón que fomente el intercambio entre países como Colombia y Bolivia, por ejemplo. 

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