Los bailes de salón, clave para entender el desarrollo de la historia en las novelas clásicas de Jane Austen.
Por: Dennise Gómez García
Leer las clásicas novelas de Jane Austen, al menos hablando de Pride and Prejudice y Sense and Senbility nos sumergen indudablemente en una atmósfera de clase y presunción, donde los bailes de salón eran clave para entender el desarrollo de la historia.
Es ella quien como autora se dedica a plasmar en sus letras el mundo británico en el periodo de la Regencia, el cual se suscitó en Inglaterra entre 1811 y 1820; tiempo donde el cortejo y las interacciones sociales se gestaban muy bien en reuniones en las que la exclusividad social, las presentaciones formales y el debut de señoritas eran características obligadas.
Sin desviarnos de nuestra temática principal, el baile, y la relevancia que este elemento tiene en la vida de algunos personajes creados por Austen, podemos recordar, para los que hemos leído o visto Pride and Prejudice, cómo se conocen Fitzwilliam Darcy y Elizabeth Bennet en una selectiva fiesta de presentación, en la cual Darcy no invita a bailar a Elizabeth, ya que no la considera lo suficientemente hermosa ni digna de cortejo, pues bailar juntos podría significar conocer a la compañera de toda una vida.
Adentrarse en esta literatura es entender que partes clímax de algunas de sus novelas ocurren en situaciones relacionadas con la danza. Marianne Dashwood, personaje principal de Sense and Sensibility, se reencuentra en un baile londinense con su “caballero”; John Willoughby, quien después de enamorarla, desaparece súbitamente dando por explicación cualquier pretexto falto de validez para cualquier mujer enamorada, y se presenta en la misma reunión en la que Marianne lo descubrirá con su nueva pareja. Un momento inolvidable en la trama, donde toda la atmósfera del baile queda como una marca de agua para el recuerdo de este instante.
Poniendo atención al tema de la danza, podemos decir que es en el cotillón, baile de origen francés, donde solían encontrarse estos caballeros y señoritas para presentarse socialmente y conocerse más a fondo. Para interactuar de esta manera, se necesitaba formar un rectángulo por ocho parejas, las cuales se iban intercambiando al ritmo de Haydn, Mozart o Beethoven, con el fin de conocer a todos los integrantes de la figura humana.
También el vals tuvo relevancia entre los invitados. Les resultaba fascinante el poder engrandecer el contacto físico entre su coqueteo; razón por la cual causó estruendo en la sociedad , pues en este periodo la proxémica entre un hombre y mujer no comprometido no podía rebasar la zona personal, más a los interesados en el cortejo; los cuerpos pegados, al igual que las mejillas y el contoneo en ritmo adagio, les parecía que los conectaba y los transportaba al espacio íntimo donde querían llegar, sin importar que fuera una intimidad a voces.
Finalmente, el baile era aquello que las mujeres de esa época veían como la oportunidad inmejorable para compartir sus dotes, y el momento en que ellos seleccionaban aquella dama que sería su esposa. No había momento más esperado para la mujer en su juventud que ese, pues comúnmente después de este tipo de reuniones, sus vidas, al menos representadas por Jane Austen en sus novelas, daban un vuelco al corazón inesperado.
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