México ha sufrido dolores insuperables en el automovilismo. La prematura y demoledora muerte de Ricardo Rodríguez en los ensayos del Gran Premio de México (no puntuable) de 1962 y el accidente mortal de su hermano Pedro, nueve años después, en Nuremberg, Alemania. Los ídolos del volante sufrieron la trágica vida del héroe: el impredecible final, dictado por el destino, que se atraviesa como ráfaga en medio de la pista.
Los Hermanos Rodríguez de la Vega (y Rafael Osuna, en el tenis; quizá Borja, en el futbol) siguen siendo una pareja peculiar en la idolatría popular de México. A diferencia de los boxeadores, de algunos futbolistas y de los luchadores, seres escapados por pies de la miseria y el abandono, Pedro y Ricardo tenían el manubrio de sus vidas en la guantera del auto: sobrevivir no dependía de la canasta básica ni del salario mínimo. Aún así, lograron abrirse un reparto en la tragicomedia deportiva nacional. Al ídolo se le perdona todo; contra los Rodríguez no había -en cambio- ningún reproche. El espíritu de la época los estaba esperando en los pits de la posteridad. Y lograron, en medio de una barca de argonautas (ninguna época generó tantos ídolos en México como que abarcan los 50 y los 60), instalarse en neuropista del fervor colectivo.
Sergio Pérez, el piloto de Red Bull, viaja solo en circuito del decoro nacional. Su brillante y disciplinada carrera profesional lo ha llevado al podio de los grandes conductores del mundo. No sólo eso: su honestidad, talento y pericia le han llevado a presentarse como una esperanza en un suelo desolado por la estulticia política, por una profunda severa crisis económica, por la guadaña de la violencia que mata a miles cada año, por el incontenible desempleo, por una incontrolable inflación, por abandono institucional del deporte y la cultura, por una depresiva y demencial actitud presidencial en cada alborada.
Entre el desencanto y la polarización, entre la desgana y la mentira: Sergio Pérez es una certeza y una ilusión frente a la bandera de los cedros…
Aquí está el piloto…