Me he sentado al borde de un callejón
sin salida,
creía conocer el mundo,
sus partituras, sus expresiones,
su lenguaje,
sus habitantes, todo.
Pero ahora me doy cuenta que
la ignorancia
me ha consumido y no sé qué más hacer,
confié en habitantes meramente intelectuales,
pero inexpresivos en el entendimiento de
la amistad.
Tenía proyectos de vida, un hijo, una madre,
un romance, una familia,
simplemente subsistir
en este contexto lleno de temblores,
inseguridades,
depresiones y otros dolores del alma
que no podría citar
Parecía estar muy bien acompañado,
pero, en realidad, estaba más solo que
el viento,
y una persona debe conocer
sus sistemas de soledad
para poder interactuar con los demás,
si pudiera estar seguro de algo,
es que en todo este tiempo no
aprendí nada de las experiencias pasadas
A veces me pongo a pensar
si el incondicional
soy yo,
si el epicentro de este terremoto oxidado
soy yo,
si la fractura de la alegría
soy yo,
igual y sí, igual y no,
o quizá es esta ansiedad la que ocasiona
que mi vida
en vez de ser calmada y controlada,
sea (más bien) desesperada
Dependía de globos aerostáticos,
que volaban por el fuego interior,
libres y seguros de sí mismos, pero
¿eran felices estando conmigo?
La respuesta es no, y es que,
¿qué podrían hacer un par de globos
si no tienen dirección?
Son bonitos, de muchos colores, grandes
y frágiles a la vez,
necesitan del aire para moldearse ellos mismos
Les guardaba cariño,
pero el destino hizo que las ausencias
se convirtieran en mecanismos de defensa
hacia ellos mismos,
amistades de años
se convirtieron en desconocidos
en el lago
de la lamentación encriptada por una moral:
el tiempo y la soledad
son los mejores acompañantes
en la fuente
de las expresiones verdaderas,
y aquí estoy, parado en medio
de las ausencias de sus
ocurrencias.