Ya no me identifico con la cotidianidad que normalmente las personas hacen. Y aunque amo a ese colibrí, sé que le haría más daño si le abro la ventana. Ya no lloro por ello.
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Ya no me identifico con la cotidianidad que normalmente las personas hacen. Y aunque amo a ese colibrí, sé que le haría más daño si le abro la ventana. Ya no lloro por ello.
Yo no la podía dejar y ella no podía alejarse de mí. Ella era gasolina y yo un cerillo. Siempre pensé en contratar un abogado.
Antes el licor ayudaba a conciliar el cansancio para callar las voces, pero ahora es una guerra entre el sueño y mis pensamientos.