Joder, parte 1

Yo no la podía dejar y ella no podía alejarse de mí. Ella era gasolina y yo un cerillo. Siempre pensé en contratar un abogado.

“Maldito sea el cigarro por el que le conocí y estúpido el vino por el cual le bebí. Quizás sólo quería culpar al tinto y al humo para no sentirme absurdo ahora que ya no está y saber que le quiero tanto.”

Pasaban esas voces en mi cabeza mientras mi amigo, al que sólo veía cada que estaba ebrio, me servía otra ronda. Veía mi copa y en el tocadiscos sonaba: Sólo hace falta una copa rota y vino tinto… Mátate o emborráchate. Ella siempre será tu suicidio. La lluvia azotaba en la calle mientras tu bello y maldito rostro aparecía en mis alteraciones visuales. Siempre estabas ahí, con esa risa burlona, diciéndome adiós a tu merced; me mostrabas esa sonrisa, como la epifanía que me hacía volver a tu favor.

Podíamos decirnos mucho con medias frases, medios gestos, pero no podíamos dejarnos. Creo que teníamos un verdadero problema en nuestras mentes que no nos lo permitía. Yo no la podía dejar y ella no podía alejarse de mí. Ella era gasolina y yo un cerillo. Siempre pensé en contratar un abogado.

La cabeza me daba vueltas y las voces aumentaban las alteraciones visuales de su maquiavélico rostro.

“Yo sólo quería follarte, en verdad. Sólo quería tú carne al rojo vivo, carne cruda y sin censura. ¿Por qué carajo tuviste que sonreír? Todo iba tan bien como un simple hola y adiós. No te tenías que quedar dormida en mi pecho.” Miré el vaso vacío, empezaba a sentir más frío, aunque mi cuerpo hervía de alcohol. “ ¿Por qué tuviste que alborotar mis neuronas? ¿No te bastó con hacer un caos en mis hormonas? Ahora, ¿cómo me libro de tu mente viciosa?”

Fui a vomitar todo aquello al retrete

                         …

Bebí más de su recuerdo venenoso: “Cómo odio que ahora vinieras a endulzarme el oído con tu miseria, que bebíamos vino y seguíamos odiando a la humanidad por ser incrédulos e imbéciles, aunque nos odiemos a nosotros mismos por no ser capaces de ser felices, incrédulos e imbéciles. Estamos jodidos. Jodidos de amor, jodidos de arrepentimientos, jodidos en vivir para morir, jodidos de cigarrillos y bebida, jodidos de extrañar, jodidos en joder la carne humana, jodidos en una vida llena de explicaciones vanas. Lo único que agradezco es que provocaste mantenerme ocupado, a leer como si fuese a encontrar el enigma del humano, a salir a conocer centros donde la gente es extraña, vacía y con problemas mayores a éste. Me hiciste escuchar blues y jazz con mi sombra, a comer mientras escucho a los comensales, rugir como bestias o chiflar como aves. Ayudaste a mantener mi mente ocupada, porque también es verdad que cuando las voces e imágenes se apagan en mi mente, tu recuerdo llega disparando a quemarropa, destrozando mis sentidos. Termino de nuevo jodido, pero ahora con resaca y sin tu fantasma.”

Sonreí, mientras el mozo veía cómo me me alejaba chorreado de vino, con las barbas cortadas por la copa.

“Él la quería con todo el significado de la palabra. Ella jamás lo entendió. Se murió de quebrarse la cabeza por ella.”

Así fue cómo él les contaba a los demás mi historia, mientras veían que me iba con un tarro en la mano: ¡Joder! Un hombre más que no volveremos a ver.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *