Su vida se había reducido a nada más que su propia existencia y ya no le quedaba más que un cuerpo exiguo, esperando dar un último suspiro, porque los suspiros no se los queda la vida; se los lleva el alma.
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Su vida se había reducido a nada más que su propia existencia y ya no le quedaba más que un cuerpo exiguo, esperando dar un último suspiro, porque los suspiros no se los queda la vida; se los lleva el alma.