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Bajo el camisón sonreía una mosca de Isaura Duarte: el hueso entre los versos

Por José Rosales Bettelli

De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria.

Jorge Luis Borges

Bajo el camisón sonreía una mosca (Fundarte) de la poeta Isaura Duarte es una vida que anima al cuerpo, obra que se ha convertido en una puerta para distinguir una sensación de profundidad subyacente en las fluctuaciones de las emociones y el pensamiento. Estamos estrechamente vinculados a un sistema de pensamiento derivado de Occidente, y esto es justo una creencia errónea que se extrapola no sólo en la conformación de una realidad social, sino también impacta en los géneros artísticos al arrastrar la razón en la manifestación de las artes, casos mutuamente excluyentes. Sin embargo, hecho que dirime internalizar el vínculo directo del arte con la emoción. 

Dicho de esta manera, hablar de Isaura Duarte como sujeto presto al ejercicio de la escritura implica la disolución de las barreras creadas por el pensamiento conceptual, unificando al perceptor con lo percibido; es decir, la relación directa entre escritor y lector mutando cualquier idea epistémica sobre lo que la poeta narra de forma directa con lo que emotivamente envuelve el espacio que la circunda, o el evento que marca el precedente al emerger la expresión de su Ser, a través de la poesía.

Hablar de Bajo el camisón sonreía una mosca es hacer mención del diálogo perenne entre el cosmos y su canal expresivo, como poetisa abierta y apátrida, donde vislumbra la mismidad de un universo concentrado no solo en el aparato biológico, sino también en lecho pensamiento-emoción, como mecanismo sinergético donde la existencia es inequívoca al Ser, una Totalidad inconmensurable, espacio en que trascienden las figuras atadas a la carne para sublimarse en el acto puro del Espíritu. 

Esta obra es la pauta ante la historia para marcar en ella la ruptura del género poético, y el desenvolvimiento del mismo en los distintos espacios geográficos y tiempos en que la poesía ha estado presente, y estará.

En el caso de la poesía de Isaura Duarte, la contemporaneidad se exilia ante el novísimo hecho poético, hito en que la vanguardia es participe del sujeto como hecho filosófico de la historia, enmarcando una voz cuyas características se alejan del clásico, y lo ortodoxo sólo es legítimo a la continuidad de un fenómeno poético que no ha sido explorado y ha quedado inhóspito en su multiplicidad de presentaciones. Aquí, una de las características primordiales más allá del lecho pictórico y gráfico que figura en el género, la universalidad como fuente creativa, territorio que ha transgredido las cotidianas imágenes del inconsciente colectivo, y símbolos transfigurados no sólo por la lengua, la humana condición en la traducción de los contornos externos acotados con supra sensibilidad en la simbiosis sujeto-objeto, sentenciando la divergencia en el modo en que opera actualmente la poesía. 

Como diría Voltaire: “la escritura es la pintura de la voz” y este pensamiento se acopla perfectamente en las insinuaciones de esta voz poética cuyo sujeto lírico embalsama la vanguardia, contribuyendo también a establecer esta distinción en la imagen del poeta que construyen los textos y la lejanía de la imagen en que nos proveen nuestra concepción del hombre y de la sociedad. Es decir: su voz narrativa y su rol textual se construyen sobrepasando los límites de lo humano, y es por ello que paulatinamente se evapora el hueso entre sus versos, o la historia se consuma de lo lineal para abarcar un campo ajeno a la cognición.

Ha de argüirse la autobiografía en mención a su estilo particular, y no solo como el intimismo que entrama la autora, adicional el género confesional configura el macro de su voz, especialmente  prescrito por la impersonalidad y la subjetividad en su escritura, por lo que adentrarte a la obra de Isaura Duarte implica una limpieza de realidad objetiva caracterizada por el realismo o el positivismo filosófico y literario, cuya verosimilitud es la esencia del arte poético. 

Tres áreas temáticas ponen a prueba los alcances de lo subjetivo en su poesía: el Yo, la confrontación con la muerte y la vida y la reflexión metapoética, demostrando de esta manera la relación mutua entre objeto y sujeto en la subjetividad literaria, en tanto que registra los estados de ánimo, los sentimientos y la visión del mundo del poeta. También se podría aplicar este término, históricamente, a sus tonos místicos, replegados del sincretismo espiritual-mundano, siendo común en su lectura poemas más abiertamente revelatorios, más detallados en su exposición analítica del dolor, la pena, la tensión, la alegría, el júbilo, la duda, póstumos a la candidez, la microscopía de detalle y la densidad psicoanalítica con la que la poeta se revela, develando simbólicamente asuntos privados sobre sí misma bajo un tipo de hermetismo centrado en algún espectro experiencial de su vivencia individual.

Cabe destacar también esa tonalidad presente de la poesía maldita, más allá de ser un medio para el alivio y el goce momentáneo mental y corporal de la poeta, sería entonces, una herramienta retórica espiritual, de purificación y crecimiento que, nutre al cuerpo, lo distiende y fortalece, al tiempo que libera las emociones de la mente, haciendo que coincidan en el mismo plano la conciencia y la inconciencia elevando al lector a un plano de la verdadera esencia humana.

Ovillo Dorado (poema incluido en Bajo el camisón sonreía una mosca, de Isaura Duarte).

Se me gastó la voz,
se me cayeron los párpados
desde sus altas torres
de pupilas cristalinas.

Vi tu clavícula mojada pasar
por el río rojo.

Se me hirió la niebla,
la cara hinchada balbuceando
en la rodilla izquierda
del recuerdo,
el pelo seco de tanta soledad.

Ando olisqueando cual reptil
el saco que dejaste colgado
de ese horrendo perchero

Lleno / de peras / deformes

Sus bolsillos parecían
payasos obesos
a punto de estallar por
las paredes.

La abeja bajó de su panal,
un derramamiento de miel
sobre la fuente seca del jardín
hundió mis pies en un líquido
flotante y pegostoso.

Me volví un ovillo dorado,
comencé a tejerme
entre las piernas
de la tierra dura,
las hormigas me lamian,
las abejas volvían a cubrirme,
devolviéndome
al útero acuático de la muerte.

El texto publicado corresponde a una reseña de Bajo el camisón sonreía una mosca, publicado por el Fondo Editorial de Fundarte y escrita por el poeta venezolano José Rosales Bettelli. Fue republicado en purgante con autorización de la poeta Isaura Duarte.

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