I.
Ingresaron emocionados con atuendo de color rosa a la sala y salieron con los rostros morados del coraje. La película no fue lo que imaginaron. Fueron hombres que se crearon falsas expectativas con el hype que durante meses envolvió al estreno de Barbie. Cayeron en el garlito de consumir contenidos llenos de teorías y “críticas” por parte de quienes ni siquiera habían visto este último trabajo de Greta Gerwig. “Es una mamada. La hicieron únicamente para las viejas”, escuché decir a alguien en el baño, lugar donde se proliferaron cualquier cantidad de quejas e indignaciones contra la historia.
A pregunta expresa sobre qué esperaban ver en pantalla, un hombre de 40 años respondió que su idea era encontrarse con una comedia romántica como las que protagonizaron Meg Ryan y Julia Roberts en los noventa. Otro varón de 30 años contestó que tenía esperanza de toparse con una trama de aventuras del corte de Piratas del Caribe pero con Margot Robbie con poca ropa. Vayan ustedes a saber de dónde sacaron tanta información inequívoca para que se ilusionaran en falso. Lo cierto es que no les gustó lo que vieron, e incluso hasta se ofendieron.
II.
En una primera lectura Barbie es una película entretenida y muy bien hecha que tiene toda la apariencia de ser un caro y creativo comercial de Mattel para posicionarse entre el target femenil como una marca que se reinventa y evoluciona con el juguete en cuestión, es decir, la muñeca más famosa. Pero al ver y escuchar las reacciones que genera, sobre todo en el público masculino, el título obliga a ser repasado desde otros ángulos. Es aquí cuando entra la reflexión desde la experiencia propia con lo que incomoda o propicia identificación.
De entrada, la escena en que una Barbie interrumpe a un Ken mientras éste se divierte viendo El padrino y ella le pide que le explique el filme. Acto seguido, él reacciona atónito al saber que ella no la ha visto. Parece una secuencia sutil y de relleno, pero no lo es. Dice mucho más de lo que muestra. La obra maestra de Francis Ford Coppola es la ejemplificación de otras tantas cosas con la que los hombres reaccionamos sorprendidos para invalidar a la mujer. Y no nos hagamos. Por ejemplo, ocurre cuando somos amantes de los deportes y asumimos como una grosería que la mujer no tenga conocimiento sobre las reglas del béisbol o futbol americano. ¿O no? Dicha secuencia es igualmente la interpretación de una satírica invitación para que el varón que no haya entendido Barbie acuda con una dama para solicitar que se la expliquen. Vaya, ponernos en el lugar de la otra persona.
III.
El prólogo de la película que recrea la elipsis de 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) lanza una cordial invitación para acudir con la figura materna y preguntarle su sentir sobre las muñecas de su época, entiéndase juguetes que desde pequeñas les reforzaron la creencia de que debían crecer para maternar, o bien les instruyeron de manera lúdica a ser mamás desde chiquitas. Es una incitación a cruzar la barrera de solemnidad con la madre para escuchar al ser humano que probablemente lleva años callando lo que en su tiempo no le permitieron expresar.
Mi madre fue una niña que creció sin juguetes debido a la pobreza que vivió. Las muñecas fueron inexistentes en su vida. Ahora que es una adulta mayor agradece que su decisión de tener hijos no haya sido condicionada. Como testigo distante de la irrupción de Barbie en la diversión infantil femenina, aplaude como un mérito el equilibrio que generó. “A los niños les daban soldados, luchadores, resorteras y robots. Ellos jugaban a pelearse y las niñas a cambiar pañales. ¡¿Qué clase de diversión era esa para ellas?!”, me comenta ante el cuestionamiento acerca de sus observaciones.
IV.
La mesa directiva de Mattel liderada por el CEO (Will Ferrell) está integrada en su totalidad por hombres. Entre la industria del entretenimiento y los medios de comunicación no hay mucha diferencia. En mi trayectoria como periodista, luego de haber sido profesional dentro del periodismo deportivo por 15 años, nunca recibí órdenes o instrucciones de una mujer en cargos superiores. ¿Por qué? Porque no las hubo. “Ellas no saben de deportes”, era la máxima que sentenciaba por completo la marginación de mentes y talentos femeninos en los organigramas. Además de considerarlas inferiores en conocimientos deportivos, la actitud de menospreciarlas también tenía que ver con el poder, un mando que el hombre no está dispuesto a perder así esté encima de un pequeño ladrillo. Es más, reconocer a las mujeres como atletas y deportistas es un sacrificio sin réditos porque “no venden”. Y para que vendan hay que sexualizarlas, tal como sucede actualmente bajo el yugo del clickbait que las oferta como noticia por sus atributos físicos.
No es menor que Greta Gerwig caricaturice a quienes planean, discuten y ejecutan acciones al frente de una empresa relacionada directa o indirectamente con la mujer. Mientras el CEO y sus compinches persiguen a Barbie (Margot Robbie) al interior del edificio de Mattel, todos son incapaces de cruzar la puerta de acceso porque no tienen mínima noción de su funcionalidad. En este sentido, los trajeados de la mesa grande podrán ser ineptos e imbéciles en situaciones cotidianas de rutina, pero a final de cuentas continúan ocupando las sillas de mando que el patriarcado se niega a ceder o compartir con el sexo femenino.
V.
Aparentemente es un personaje de pilón y sin chiste. Me refiero al esposo de Gloria (Ryan Piers Williams). Lo vemos en un par de breves secuencias como un elemento circunstancial. Sin embargo, dentro del universo de masculinidades que existen en la película, es el único que intenta hacer algo diferente para relacionarse con las mujeres sin sentirse parte de una confrontación. Aprende español con gusto, lecciones que utiliza para comunicarse con su pareja y Sasha (Ariana Greenblatt).
Claro, se le puede cuestionar por haber iniciado tarde con sus clases, pero lo lleva a cabo en el momento oportuno. Es el elemento que redondea el cuadro familiar integrado que acompaña y motiva a Barbie para la reinvención de su vida. Sin que sea su intención, Gloria (América Ferrera), su esposo y Sasha están demostrándole a la muñeca-humana que la convivencia entre géneros es posible y con amplias posibilidades de trascender.
VI.
Emma Thompson aceptó desnudarse a sus 62 años para la película Buena suerte, Leo grande (Sophie Hyde, 2022). La seguridad de su personaje sexagenario redescubriendo la sexualidad es la misma que posee en la vida real al asegurar que a las mujeres les han lavado el cerebro para que odien su cuerpo. Con naturalidad y aceptándose como se ve a su edad, la actriz británica mandó un poderoso mensaje en pantalla para que el público en general entienda que envejecer es una digna transición. Abrazar la naturalidad de lo que somos es en sí el acto de belleza.
Recientemente Harrison Ford lució su torso avejentado en Indiana Jones y el dial del destino (James Mangold, 2023). Es otra de las grandes estrellas de la industria cinematográfica que aprovecha su presencia a cuadro para aproximar el envejecimiento de la piel al espectador y así deje de sentir repugnancia o temor por el inevitable paso del tiempo que no nos hace menos valiosos.
Greta Gerwig dota a su Barbie de una conexión empática con la tercera edad. En la que quizás sea una de las escenas más emotivas y significativas, Barbie (Margot Robbie) contempla con asombro y dulzura a una anciana que se encuentra sentada en una banca. Tras apreciarla como si fuera una obra de arte, la muñeca le expresa lo hermosa que es y posteriormente llora. A su vez, la mujer le manifiesta que tiene certeza de su hermosura y le obsequia una sonrisa. Este choque de mundos es un reconocimiento a la evolución inevitable que merece respeto. Asimismo es una postura y un discurso de que la belleza no es lo que nos han vendido.
VII.
¿Han notado que en cada póster oficial de los estrenos lucen por su ausencia los nombres de quienes hacen las películas? Ese mecanismo comercial de invisibilizar a guionistas, fotógrafos, vestuaristas y músicos, entre otras áreas, se extiende a los créditos iniciales de los trabajos que vemos en pantalla. Bueno, con Barbie hay una grata excepción. Para aquellos cinéfilos que crecimos viendo filmes con nombres del crew en los créditos iniciales, notarlo nuevamente hoy día es entrañable. Lo es todavía más porque en los últimos años se ha suprimido ese ejercicio en un sinfín de producciones que se estrenan.