Hubo alguna vez un niño que soñaba con crecer y se encontró ante un Vicente Calderón pletórico. Los goles los prometían Sergio Agüero y Diego Forlán, pero acabó convirtiéndolos Sinama-Pongolle, francés enemigo de los reflectores. Cuatro a cero al Recreativo de Huelva. El niño, Andrés, entendió cosas: o quizá quiso entenderlas, porque solamente estaba necesitado de entender. O creer que entendía. Quién sabe. Aquel día se volvió aficionado del Atlético. A pesar de que solamente han pasado trece años desde entonces, él entendió aquello como una decisión de por vida. Ha dejado ir varias relaciones sentimentales, ha dilapidado numerosos empleos y ha perdido cuantiosas amistades. El Atlético sigue ahí. El Atlético, sin embargo, puede ganar la liga este fin de semana.
Pero por qué el Atlético, me dijo mi compañero de borracheras cuando caímos -porque caímos, ni madres que cayeron- eliminados ante la Juventus, en 2019. Y yo qué sé. A estas alturas yo soy el Atlético: no porque me piense más grande que una institución transatlántica, sino porque veo el escudo -aún en su deplorable versión modernizada- como una suerte de espejo. Nunca dejes de creer, le espeté a mi pareja en el 2020 cuando amenazó por primera vez con reventar la relación, motivado por aquella campaña que cuatro años antes llevó al equipo hasta Milán. Qué manera de sufrir, alcancé a decirle a mi mamá cuando en alguna fiesta familiar todos explotaron en lágrimas, recordando la frase que funge como leit-motiv del himno del equipo. Alguna vez, el Atlético de Madrid remontó un duelo intrascendente: yo me volteé y le espeté a mi papá un en esto creo. En qué, me respondió, sin quitar la vista de cualquier libro. En esto, no sé en qué, no me hagas decir en qué, en esto. En el Atlético, pues. En la posibilidad. En agarrar la posibilidad. En que nadie crea que voy a agarrar la posibilidad y de pronto agarro la posibilidad. En esto creo, en competir. Ser inferior y competir. Ser una suerte de hermano menor y competir.
El Atlético, sin embargo, puede ganar la liga este fin de semana. Si la ganan voy a llorar, seguramente, envié en un whatsapp. Por qué, me respondieron. No sé. Yo qué sé. Porque ser aficionado al fútbol es, de entrada, aceptar la derrota. Perder es lo normal. Compiten muchos, casi siempre habrá que perder. Aficionarse al fútbol es ponerse una mochila repleta de piedras encima. Debió gustarme el golf, no sé, otra cosa. Si el Atlético gana la liga voy a reventar. La última vez que la ganaron fue en 2014, y voy a reventar precisamente a causa de todas las chingaderas que me ha otorgado la vida desde entonces. El fútbol es un fenómeno al cual le ofreces la mano y te tira por el barranco: quien quiera encontrar felicidad en el fútbol va errado. Voy a reventar por todo el miedo y frustración inoculados por el COVID. Voy a reventar por todo lo que en 2020 explotó. Voy a reventar porque no tengo otro lado donde reventar más que el diván que me recibe dos horas a la semana. Voy a reventar porque, si no es aquí, cuándo.
El Atlético de Madrid soy yo. Si hubiera nacido español, a un océano de distancia, quizá podría darle connotaciones familiares, pero a estas alturas soy solamente yo. Yo tomé esta decisión, yo me hago cargo. Yo elegí estar en este frente. Yo elegí estos compañeros. Yo elegí sufrir. Qué manera de sufrir. Yo elegí no ser ni del Madrid, ni del Barcelona. Yo elegí la derrota. Yo elegí jugarme la liga este domingo.
No me vengan con lamentos / hablo de sobrevivir, canta Sabina. Me preguntaron cómo vivía / sobreviviendo dije, sobreviviendo, replica Mercedes Sosa. Esto. Esto necesito en mi vida. Sobrevivir. A otros les deseo que ganar sea obligación; yo lo vislumbro como excepción. Excepción a la regla. Un día ganaremos: te juro que un día ganaremos. ¿Por qué somos del Atleti? Por esto. Porque capaz ganamos. Capaz ganamos. Capaz ganamos. Puede que ganemos.
Puta madre, ya me cayó el veinte: puede que ganemos.