Te han desgarrado el corazón,
si es que es anatómicamente posible.
No lo creo, pero el dolor lo sentís.
Ya no confías en nadie,
no querés sentirte así de mal nunca más.
¿Qué sentido tiene amar si duele tanto?
Te preguntás y la respuesta no es
más que el eco de tus pensamientos.
Sentada en el piso de la habitación
que compartiste con él
más de una vez,
mirando por la ventana
cómo el sol se esconde
hasta quedar a oscuras,
no encuentras respuesta.
Sos un diccionario sin palabras.
Con el tiempo el dolor cesa,
cada vez cuesta menos respirar.
La herida cierra.
¿Vale la pena arriesgarse a conocer a alguien más?
Te planteas nuevas preguntas,
pero no te animás a responder.
Quizá conociste a alguien,
te presentaron a otro
pero ya no podés confiar.
Te planteas todo,
te vuelves más analítica.
Nada será como antes.
Comenzarás
a hacer cosas nuevas,
te distraerás.
Hasta habrá días que lo olvidarás.
Sin embargo, tu mente traicionera,
como trae el viento arañas a la casa,
se encargará de traer sus recuerdos
y no podrás evitar sentir tristeza.
Vacío.
Costará mucho y con el pasar
los números del calendario
aprenderás a estar bien sola.
Te das cuenta que puedes ser feliz
sin la compañía de alguien.
Sin la compañía de él.
Y ahí es cuando cierras
con un candado
al desgarrado.