Existen términos que se usan comúnmente para caracterizar una pieza musical: dos de ellos son Prelude y Étude.
Los preludios se distinguen por ser cortos y dulces (relativamente), con un motivo melódico. Este motivo se repetirá a lo largo de la pieza, a veces difiriendo ligeramente a medida que avanza la música. Un preludio puede tocarse por sí solo o como prefacio de otra pieza, generalmente más compleja.
Étude es la palabra francesa para estudiar; así que un estudio musical es sólo eso: un estudio utilizado para perfeccionar una habilidad técnica en particular. Generalmente, los estudios son bastante difíciles, con series de notas rápidas y arpegios. (Un arpegio usa tres notas centrales).
Los estudios de Frédéric Chopin fueron su mayor logro como compositor, que abarcó su último año en Varsovia, su viaje a Viena y los primeros años de París (1830-1832). Los estudios son de naturaleza didáctica; cada uno aborda un problema técnico reflejado en una sola forma musical. El milagro de estas piezas es que dentro de los límites técnicos y la brevedad estructural de cada una, Chopin produjo una música de gran desafío pianístico y profunda poesía sonora.
Étude Op. 10, No. 3, in E major.
Conocido también como “Tristesse”, este étude toma distancia de la mayoría de los de Chopin por su ritmo, pues se concentra en el fraseo melódico e interpretación más que en la habilidad técnica.
Ha sido clasificado como un poema tonal para piano por algunos críticos, y es considerado como una manifestación del amor de Chopin por la ópera romántica y Polonia, el país donde nació.
Hablando de su influencia en la cultura contemporánea, existen tres grandes referencias: Sarah Brightman adaptó esta pieza para convertirla en una canción en francés, llamada “Dans la nuit”; “We were lovers”, de Jean-Jacques Burnel, de la serie de anime Gankutsuō, es una variación del estudio; y la canción “Lemon incest”, de Serge Gainsbourg, incluida en el álbum Love on the Beat, bebe también de Chopin.