Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, fue considerada a finales de los años noventa una de las ciudades más violentas y peligrosas del mundo. Se vio envuelta en un conflicto entre Estado, guerrillas y paramilitares, desatado por el despliegue de los cárteles. La comuna 13, uno de los distritos más emblemáticos de Medellín, se convirtió en el epicentro de violencia y terror de aquella época.
María nos brindó un recorrido por la comuna y nos abrió su corazón. Nació y creció en medio de la guerra en la Comuna 13. Nos contó que no tuvo una infancia normal, ni ella ni sus amigos de la cuadra. Los guerrilleros les arrebataron la oportunidad de jugar fútbol libremente en la calle, de ir a la escuela sin encontrarse con rastros de violencia en las esquinas; y de crecer sin el miedo constante de ser reclutados, y en el caso de las niñas, de simplemente ser violadas y capturadas.
Cada día en la vida de María era una nueva lección. Vivió con la pérdida constante de un familiar, vecino o algún comerciante de su cuadra que se había negado a pagar la ‘vacuna’ (derecho de piso) o peor aún, la desolación de alguien que se aferró a no entregar a su hijo en manos de los guerrilleros y hubo que pagar las consecuencias. Mi piel se estremeció al escuchar su voz quebrantarse cuando relataba su historia. Difícil de imaginar aquel lugar, en el que estábamos paradas, como un lugar de atrocidad y desolación que a simple vista parecía lleno de color y vida.
Nos fuimos adentrando en el barrio. Cruzamos la cancha de fútbol que se ha popularizado en videoclips de artistas colombianos como emblema de la comuna, pero que en realidad fue un escenario de infamia. En ese mismo sitio, nos habló sobre el día que probablemente fue el más importante en su vida, el 16 de octubre de 2002; el día que se desplegó la operación Orión, la más devastadora intervención militar. Álvaro Uribe, presidente liberal de Colombia, llegó al poder con un objetivo contundente, terminar con el crimen organizado y retomar el territorio capturado. Lanzó un inminente ataque con una firme dirección: aniquilar a todo aquel que se moviera, sacrificando a quien tuviese que ser sacrificado.
En la madrugada de aquel día de octubre, María recuerda a los helicópteros sobrevolando su casa. Tanques de guerra comenzaron a inundar las calles y en cuestión de minutos, se abrió fuego desmesurado por aire y tierra. El baño de su pequeño hogar fue su refugio, y donde María, de once años, se resguardó con su madre. Los minutos fueron eternos durante la espera. La espera para morir o de un milagro divino. Avanzada la noche, un par de guerrilleras entraron a su casa intentando camuflarse usando sus ropas. María pensó que era el fin, sin embargo, aquellas intrusas fueron derrotadas a sólo a unos pasos de su casa. Vaya suspiro de alivio. La escena del día después, cuando María se asomó por la ventana, quedaría impregnada en su memoria por siempre.
La operación cobró muchas más vidas de las reportadas. A partir de entonces, se inició un supuesto periodo estabilización y tregua en el que programas sociales y de transformación se instalaron en el barrio. Artistas locales plasmaron su arte en las paredes para convertir la tragedia en luz y traer a la vida a su comunidad. El gobierno colombiano invirtió en desarrollo público, como la instalación de escaleras eléctricas que facilitarían el ascenso y descenso en la comuna. Sin embargo, la labor más grande fue aquella de sus habitantes que lograron transformar las cenizas de su hogar y convertirlo en un lugar mágico.
María recuerda cómo a partir de no más de cinco o seis años atrás, turistas y viajeros empezaron a llegar. Los locales entonces se organizaron para mostrar al mundo la evolución de la comuna en donde alguna vez reinó la adversidad y hoy, el arte, la música, el amor y la vida son los que rigen este lugar. El tour por la Comuna 13 es uno de los más concurridos en Medellín y en definitiva uno de los lugares más bellos y emotivos en los que he estado.