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Poesía

Depresión

Llegará el día que todo lo sufrido se irá y despertaré de este sueño pavoroso. Seguiré soñando entre líneas divididas.

Vivo entre murallas. 
Escucho los susurros de los muros.
Nada es visible para mí.

Mis padres pelean a diario. Están separados.
Hace mucho que la infidelidad juega con ellos.
Descubrí a sus amantes.

También fui partícipe del adulterio. Mi novia
durmió con alguien más.
El tiempo desterró lo nuestro.
Alguien mejor que yo en la cama.

Soy terriblemente sentimental, sensible como un
cristal, frágil como una taza
y amoroso como un oso.
Un poema compuesto por rimas horripilantes.

Trato de salir a fiestas. Veo a gente
aburrida y normal divirtiéndose con
sus risas falsas, con amistades fantasma.
Prendo un cigarrillo y me salgo
lo más pronto posible.

El único amigo verdadero
que he conseguido es el alcohol.
Sólo me ha hecho un único daño: la resaca.
Me ayuda a olvidarme
de las personas que me hicieron daño. 

No se trata que yo sea el centro del universo,
se trata de empatizar con los más dolientes.
He pedido paz, un solo abrazo sincero
que me demuestre
la calidez de la realidad.

A menudo se nos critica a nosotros,
los depresivos, que cargamos
todos los dolores del alma, porque no entienden
la soledad del exterior.
Es fácil aconsejar desde fuera,
pero cuando se está dentro todo cambia.

Tengo la fortuna de tener
un mejor amigo y una mejor amiga.
Sin embargo, no saben lo solitario que me siento.
Ellos no tienen la culpa
de ser parte de mi nube negra, llena de miedo,
rencores y pensamientos trágicos.

Si existo, es por responsabilidad, por sacar adelante a mi hermano. Si sigo 
adelante con mis proyectos, es por marcar una huella en el mundo cuando
deje de soñar y por fin despierte.

Todos soñamos, ahorita mismo tú estás soñando.
Quizá nunca existí,
y quizá estos párrafos se queden en la
animosidad de tus más recónditos
sentimientos.

Trato de sonreír lo más que pueda,
para olvidar lo roto que soy por dentro.
Las personas no se dan cuenta,
porque —bien o mal—
soy experto en ocultar
las emociones sinceras y oscuras.

Todos los días soy asesinado.
Todos los días muero. 
Nadie entiende por qué resucito,
una maniobra de las deidades 
me quieren en la condena eterna: la vida misma.

El único crimen que cometí es no ser feliz;
claro que he vivido,
pero de una manera inhóspita
e insaciable de dolor,
porque por dentro
soy un sádico que disfruta recordar mi pasado.

Aún estoy vivo y me arrepiento de estarlo,
quiero dormir.
La acción del dormir es un ensayo hacia
nuestro inevitable final:
la muerte. 

Qué pereza seguir fingiendo que todo está bien.
En mi cabeza existirá
siempre la depresión, la ansiedad y el suicidio.
Conseguiré todo lo que sueñe,
a costa de pagar mi deuda con el Sol negro.

En mis ojos se ve lo hermoso y gris de las personas.
No todas están contaminadas, algunas tienen l
ibertad, pues no tienen miedo ni
inseguridades.

Constantemente envidio a aquellos dichos
que pueden sonreír,
que sienten el verdadero amor.
Yo sólo siento hipocresía,
ausencia y abandono.

Nunca he ido a terapia, y no porque no quiera,
sino porque la economía de mi vida
no basta para cumplir el objetivo
de sanar desde el interior.

El arte, para mí, es el diván de mi vida.
Recurro a él todos los días.
Ahora mismo estoy haciendo uso de la escritura.
Escribo por fuerza de anarquía,
para vencer a los narcisistas.

El mundo es cruel, no es la montaña rusas
de emociones que han enmarcado
en proyectos visuales y en la moral del hombre,
el mundo es un globo que flota entre titanes
que se comen los unos a los otros.

La depresión crónica que sufro es el resultado
de un amor salvaje y prohibido.
A menudo pienso que
no tuve que haber nacido,
mi destino es formidable, pero doloroso.

No quiero un cielo lleno de rosas,
quiero un cielo lleno de empatía.
Llegará el día que todo lo sufrido se irá
y despertaré de este sueño pavoroso.
Seguiré soñando entre líneas divididas.

Por Sebastián López

Ser de anomalías.

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