Conduzco sola,
la radio suena tan alta,
que no escucho ni mi voz,
la razón y sus sonidos
en los asientos
permanecen calladas.
Las señales escriben
el nombre de mi ciudad
apuntando en azul
la dirección exacta
de mi cabaña,
el hogar,
la rotonda,
explota la risa,
y es verde claro
la ternura
y de espuma son los árboles
de la plaza gris
donde me puse en pie
por primera vez.
Un atasco,
peregrinación,
corrupción,
el amor
que no cabe en la autopista,
pues no sabe,
hacia dónde,
ni por qué,
ni cómo,
ni cuánto hay que pagar.
¿Desde cuando
El futuro
no tiene lugar en este mapa?
Le pido a las señales,
que me indiquen el camino
hacia;
-> BENEVOLENCIA
–> MAR
-> SILENCIO
-> SOLEDAD
Un verso en cualquier gasolinera
y su respectivo olor a muerte;
<< Cómo una bala que alcanza un animal>>
le suplico
que no me siga la carretera
sino mis ojos,
mientras,
el ganado
observa fijamente,
como nos atropellan,
las prisas de color fiebre
y los pájaros mareados
vuelan entre metales pesados.
Me desvío
hacia la línea borrosa
de la palma de mi mano,
dejando atrás,
una niña corriendo
en su bici
que trata de alcanzarme,
como un cervatillo,
como mosquito
chupa un gotita de mi sangre,
acelero,
se hace copo de nieve,
no quiero que desaparezca,
tampoco puedo regresar
y decirle;
-ahora parece
que soy mayor-
eso que tanto deseábamos,
ya no significa nada.
Estiro mi cuello
por la ventana,
y siento el golpe de vida,
el ruido feroz,
viento alegre,
el oxigeno que empuja mi frente,
esa sacudida,
es y será, siempre
mi favorita,
la que hace de mi cabeza una medusa,
mirando cara a cara al espejo retrovisor,
soy, despeinada y feliz,
sin direcciones
que anuncien
que estamos cerca.