Categorías
Entrevistas

Eco de Silvia Mago: una oda a la vida

«Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol.» Esta frase del poeta granadino Federico García Lorca es una de las premisas más certeras para describir el poemario de Silvia Mago, Eco. En su nuevo libro editado por postdata ediciones, la autora transporta a los lectores hacia el alma de su escritura, donde se desangra y se cura en cada verso.

Este libro recoge una evolución en diferentes procesos de la vida y en cómo un eco resuena cuando pegas un grito en la cima de una montaña. Cada unión de palabras supone ese grito que provoca el ritmo de cada verso retumbando en el interior de quien lo lee. El poemario, como la propia autora expone, «es superación, es el abrazo que me di y el abrazo que os doy».

Silvia Mago (1998) es escritora, poeta y psicóloga. Escribe en cuadernos gastados y en el año 2019 publicó su primer libro de poemas El espejo donde nadie se refleja (ediciones En Huida), y como ella misma argumenta: «Estoy perdiendo el miedo a compartirme».  

Para empezar su libro es toda una oda a la vida, un proceso de crecimiento de su ser e, incluso, si me concede el atrevimiento un proyecto terapéutico.

Para ser sincera, antes de que Eco fuera Eco, para mí solo era un conjunto de poemas y reflexiones, una manera de sacar de mí aquello que me estaba haciendo daño. Tenía 16 años cuando escribí la mayoría de los poemas, me encontraba confundida y dolida sin saber muy bien por qué o de dónde provenía esa carga de malestar conmigo misma. Pero, conforme más escribía, más sencillo se me hacía identificar las heridas, los componentes del dolor, los anhelos de esperanza. Y creo que lo que comenzó como un grito de ayuda, terminó siendo, como comentas, una oda a la vida. Puede parecer tópico, pero en mi caso no podría describirlo de otra forma: a través de dedicar ese tiempo a escucharme a mí misma y plasmarlo en un papel, empecé a conocerme, a revelarme contra las cosas que no me gustaban, a dejar la queja a un lado y promover el cambio, mi cambio. Creo que, si tuviera que describir «eco» con un solo verso, sería: «me he cansado de llorarme y no verme florecer».

¿Cuál considera que ha sido el proceso creativo para escribir todo este poemario?

He de reconocer que en aquel entonces mi único proceso creativo era tener un papel a mano y garabatearlo. Aunque ahora mi método para escribir es otro, «eco» surgió sin saber qué estaba siendo creado. Como la adolescente que escribe en un diario que ha tenido un mal día, estos poemas eran mi manera de expresar todo lo que se me pasaba por la cabeza, mi visión del mundo. Hablo de lo que conocía y/o necesitaba dar voz, de la sensación de ser una extraña de una misma, de la necesidad de quererse y respetarse, la impotencia de no saber hacerlo. Hablo del amor que sentía por los demás, pero también de la desigualdad que observaba en el mundo, del maltrato y la injusticia. Hablo de la depresión sin saber que tenía un nombre, del miedo atroz no a la muerte, sino a no ser capaz de vivir. Supongo que este libro es producto de una yo-esponja que exprimió todo lo que absorbía de su alrededor y de sí misma, y quiso compartirlo.

En el poemario también encontramos aforismos, ¿qué le sustraen?

Me gustan los textos que, aunque breves, son certeros como una flecha. Llegan, se clavan directos en la piel y se quedan ahí, dejando marca. Considero que los aforismos, los versos cortos pero claros, tienen un poder que los poemas de mayor longitud no poseen. Decir mucho en muy poco es algo complejo, pero el mensaje, en mi opinión, llega de una manera más visceral. No se desarrolla una idea ni se profundiza en los conceptos, lo que se expresa está justo delante de nosotras y es la persona lectora quien decide qué y cuánto subyace en ello. Cuando escribí: «nací, crecí, viví y finalmente, abrí los ojos» no quise explayarme en la idea de la existencia humana como una dualidad realidad-ilusión a lo Calderón de la Barca o Matrix, sino que me permití exponer un enunciado sugerente de ideas y dejar que quienes lo leyeran, se quedaran en esa superficie o si lo preferían, se adentraran en los matices más recónditos.

En el primer poema, «Me quiero», como no pude reprimir lo que me hizo sentir tuve que decírselo directamente sin tapujos, me pareció arrollador como mínimo. Un sentimiento rebelde que debe aflorar en nosotras mismas.

¡Me emocionó mucho que me escribieras tras la lectura de este poema! Creo que una de las cosas más bonitas de la poesía es su capacidad para despertar en otras personas un sentimiento, una emoción, algo que les remueve y con lo que conectan. Este poema en concreto, fue de los últimos que escribí en ese periodo de mi vida, y, sin embargo, es el que inicia el libro. Lo decidí de esta forma porque, aunque he tardado muchísimo (de hecho, sigo en el proceso) de ser capaz de decirme a mí misma que me quiero, necesitaba que fuera lo primero que viera la persona lectora al abrir el libro. Creo que quererse y aceptarse es el primer paso de todos los caminos.

No sé si quiere que podamos hablar muy a fondo del libro, pero me tiene que permitir hablar de ese poema en francés «l’aube des rêveurs», porque me parece uno de los más reveladores acerca de cómo se abre al lector o lectora, podría considerarse una epifanía. 

Este poema es muy especial para mí. Escribir en una lengua que no es la propia es un verdadero desafío que puede conllevar a encontrar cosas que antes habías pasado por alto. En aquella época aún cursaba el instituto y me inspiraba con lo que tenía a mi alrededor. Mi vocabulario en francés era limitado, por lo que sabía lo que quería decir, pero no cómo decirlo, así que busqué la manera más sencilla de hacerlo. Utilicé las palabras que tenía a mi alcance, los verbos que sabía conjugar, la musicalidad que era capaz de unificar. Y así surgió «l’aube des rêveurs». Soy fiel defensora de que hay una belleza singular en la sencillez, me gusta que la poesía sea accesible y aunque se esconda detrás de cada verso una vida entera, haya un mensaje que llegue a pesar de todo.

Destacaría muy notablemente esos poemas en los que conjugas una frase por ejemplo de Vicent Van Gogh o, incluso, ese poema en referencia a Lorca, ¿cómo se te ocurrió esa idea?

No sé muy bien cómo responder a esto, ¡es la primera vez que me paro a pensarlo! En el caso de Lorca, supongo que siempre lo he tenido muy presente en mi vida, me he criado entre sus canciones, poemas y teatros gracias a mis padres. Es como si fuera de la familia, el cariño y respeto que siento por él y por su creación artística es muy importante para mí. Debido a que mis raíces se entrelazan con las del granadino, no puedo evitar pensar en él cuando en mi cabeza aparece el verde del campo, la luna en la noche opaca o la fuente que resuena en el fondo del patio, por poner unos ejemplos. Escribir sobre el verde es también escribir sobre Federico, aunque mi poema vaya sobre unos ojos que nada tienen que ver con él.

Con respecto al poema «Es cuestión de oscuridad» en el que cito una frase de Vincent, ocurre algo parecido, la figura del pintor ha sido muy especial para mí (la pintura es una de las cosas que más disfruto en la vida). Me sentía muy identificada con su historia y sensibilidad. Van Gogh tuvo largos periodos depresivos y eso se plasmaba en su obra. En mi poema me convierto en él y hablo sobre la soledad, el dolor y la tristeza incomprendida: « […] quizás precipitándote al vacío logres comprender/ que caer no es volar». Pero al igual que Vincent usaba el color amarillo para llenar de luz sus girasoles, también hablo de no conformarse con esa situación de vacío: «la misma noche sin estrellas/ supongo que tendré que pintarlas yo». De la promoción del cambio y a fin de cuentas, de la esperanza.

Me gustaría mencionar un apartado de «pestañas caídas»: «Lo más frío del fuego no es ser el susurro que lo apaga, / sino convertirse en las cenizas que nadie quiere barrer, / pero todos, dolidos por la vida, pisan». Su poemario es una batalla en la vida».

Creo que, sin procurarlo, «eco» es una lucha constante por salir a flote en un mar lleno de olas. Cuando lo di por finalizado, me encontré ante una confesión propia: estas son mis heridas y quiero sanarlas. Traté de aceptar el dolor, comprenderlo y reconocer que el cambio debía provenir, en muchos sentidos, de dentro. Siento que uno de los versos que mejor definen el sentido de mi obra se encuentra en el poema « ¡Pam! Dijo la bala antes de matar»: «ya viene siendo hora de agacharme a recoger los pedazos rotos de mí misma y dejar de esperar a que otros se corten por mí».

Siguiendo con la entrevista, se denota en tus poemas influencias de grandes poetas, podría asegurar que denoto un acercamiento a Pizarnik o yéndome más al pasado a Dickinson, ¿es así? ¿Quiénes son tus referentes?

Actualmente, Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño y mi tocaya, Sylvia Plath, son las mujeres que más me han influido en mi creación poética (sin contar, por supuesto, a mi abuela, que aunque no escribe poesía, la hace. Es la persona que más me inspira del mundo). Sin embargo, cuando se gestó «eco» no había leído a ninguna de estas autoras, así que la influencia posiblemente provenía de la poesía que había bebido desde pequeña, es decir, la de Lorca, Machado y Miguel Hernández.

Aunque en «eco» no se vea tanto, mi obra está muy conectada con los pueblos y la naturaleza. El mar, la montaña, las flores, el campo… Me siento muy influenciada por las raíces y el sentimiento de pertenencia, por el concepto de hogar y casa, la profundidad de las emociones y los anhelos más feroces e inconfesables.

No diré nada más: los títulos de cada poema.

Me confieso una friki de los títulos. Me encanta crearlos, esforzarme por delimitar en una breve descripción los trocitos que componen al texto. Me gusta que sean tajantes, cortos y sugerentes, casi como breves poemas que preceden al poema. Algunos son versos propios de la composición, pero la mayoría son ajenos, palabras nuevas que significan lo mismo y a la vez otras cosas. Algunos podrían ser un inicio o un final, incluso un secreto.

El título del libro Eco como bien dices son las palabras que nunca dijiste en voz alta, ¿pero retumbaron en tu interior como un eco?

Totalmente. Este libro es el eco de una voz que es la mía pero que también es la de otras personas. Es el sonido que ha rebotado en todas mis vertientes hasta encontrar la salida. Es el grito que se propaga, la onda que se expande y nunca deja de ser. Es el eco de una niña que tenía miedo y se sentía sola, es esa misma niña siendo un poco más mayor y diciéndose a sí misma:

«Me he cansado de llorarme y no verme florecer».

«me he cansado de llorarme y no verme florecer»

«me he cansado de llorarme y no verme»

«me he cansado de llorarme»

«florecer».

Por Alba Otero

Periodista. Observar, escuchar y reflexionar, mi mantra periodístico.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *