El aquí y el ahora de cada escritor es un freno para buscar las verdades: Javier Sánchez Menéndez

Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) es poeta y ensayista. Su último poemario publicado es El baile del diablo (Renacimiento, 2017). De su poesía se han publicado tres antologías en España y una en Colombia. Autor de varios ensayos, destacamos El libro de los indolentes (Plaza y Valdés, 2016). Ha publicado cuatro libros de aforismos: Artilugios (2017), La alegría de lo imperfecto (2017), Concepto (2019) y Ética para mediocres (2020), y la obra Para una teoría del aforismo (Trea, 2020). Conversamos con este referente del aforismo sobre Mundo intermedio, su último libro de aforismos, recientemente publicado por TREA.

En la serie La Jaula, que aparece semanalmente en la revista El Cuaderno Digital, escribes que «El universo no debe ser observado, hay que contemplarlo en su integridad. Si te limitas tan solo a mirarlo permanecerás en tu círculo, en el mundo intermedio que acorta tu crecimiento, y ahí no radica la verdad». ¿Por qué este libro se llama Mundo intermedio? ¿Es una zona de confort en la que agoniza, feliz, la mediocridad? ¿Un cajón vacío y cerrado que huele a naftalina?

Cada uno tenemos nuestro propio «mundo intermedio». Usted, en concreto, ha sentido esas afirmaciones. En la lectura interactuamos con lo que leemos, y cada lector hace esto a su manera, con plena libertad.

¿Es el aforismo un género en boga por la vida acelerada que impera en esta época desquiciada?

Siempre se han escrito aforismos, la historia nos ha dejado excelentes aforistas. Efectivamente vivimos una época desquiciada, estamos en la sociedad de la rapidez. La velocidad hace que no nos paremos lo preciso, todo parece como si tuviera que vivirse aceleradamente. Y esto es un error. Las redes sociales, sobre todo las que limitan el número de palabras, contribuyen a ello. Pero debemos ser conscientes de que no todo lo que leemos bajo el título de aforismos lo son, ni mucho menos.

Por un lado, el aforismo se está consagrando como el género breve, hay y ha habido en todos los tiempos magníficos aforistas. Y por otro han surgido editoriales que dedican especial atención a los libros de aforismos. Todo esto hace que la brevedad en general haya adquirido mucha más presencia que hace unos años.

Hay en tu obra un tono constante de desengaño, de protesta, que ya percibimos en Ética para mediocres. ¿Es el derecho a la pataleta lo poco que les queda a los restos de un humanismo que parece destinado a la extinción?

Hemos confundido al humanismo con el falso humanismo, la historia nos ha engañado y estamos destruyendo lo bueno pensando que es lo malo. Defendemos lo indefendible y olvidamos los principios fundamentales. Como somos limitados no nos hemos dado cuenta. Las personas debemos defender la libertad, debemos alzar la voz, debemos cuestionarnos los principios o quizá reconstruirlos como siempre lo ha hecho la sabiduría, conociendo, cosechando del pasado y del presente, y sembrando para el porvenir. Deben ser humanos, en definitiva.

Decía Cioran que «solo el hombre que se mantiene al margen, que no actúa como los demás, conserva la facultad de comprender algo de verdad» y que siempre regresaba a la lectura de los estoicos. Algo de estas ideas me transmite también tu última obra. ¿Estás de acuerdo?

Cioran tenía muchas razones para recurrir al estoicismo, muchas más que, por ejemplo, los españoles postfranquistas. Él vivió dos guerras mundiales, pudo exiliarse desde muy joven (él pudo, otros no pudieron, ni pueden), y conoció el hundimiento de su país natal, Rumanía, bajo una tiranía totalitaria. Lo marginaba también su propia inteligencia. Si el destino le hubiera deparado ser una afgana, que es lo mismo que un afgano, bajo un burka, ahora no sabríamos nada sobre su inteligencia, ni sobre su estoicismo.

¿Es el Mundo intermedio la derrota de la ciudadela interior de Marco Aurelio?

Siempre he pensado que Marco Aurelio escribía para sí mismo. No se trata de una afirmación categórica, sino de una mera opinión. No he planteado el libro como la derrota de esa ciudadela interior, tampoco comparto las teorías de Hadot.

Arremetes en numerosos aforismos contra la clase política, contra la educación como instrumento de manipulación de las masas, el gregarismo, la posmodernidad… «El poder es una enfermedad mental», escribes. ¿eres un hombre de otro tiempo? ¿Nostálgico, rebelde, pesimista? ¿Un hombre que tiene puesto un ojo en el Renacimiento?

En absoluto, simplemente una persona a la que el destino le ha deparado un tiempo y un lugar concretos y que lo que contempla de ese tiempo no le gusta, no lo comparte. No logra entender la pasividad de los habitantes del mundo, su silencio. Aunque hay que matizar: el que se calla en libertad no es igual que el que se calla bajo un Stalin, o bajo un buitre hambriento.

Siempre he pensado que todo aquello que nos han ido contando a lo largo de la historia es mentira (los sabios no intentan mentir, pero puede que lo logren). Y con los años descubrí que la única historia real y auténtica es la que uno puede y debe vivir. Y a pesar de esto hay miles de millones de realidades.

Te imagino, en cada uno de tus días más habituales, con la compañía constante de los libros y la naturaleza. Hay dos tonos claros en tus aforismos: uno que parece derivar de tus lecturas, reflexivo, directo, áspero, cortante, sin florituras; y el otro, de tu contacto con el mundo, más poético, evocador y trascendente. ¿Son la literatura el campo los refugios desde donde extraes tu aforística?

Procuro e intento que los días transcurran en la naturaleza, entre los libros que quiero tener siempre a mi lado, pero no se consigue habitualmente. Tal vez esos dos tonos sean, por un lado, el directo, causado por el falso mundo en el que vivimos, y el otro más íntimo, es el que proviene de la naturaleza y de la lectura.

¿Cuesta toda una vida volver a contemplar las cosas con la mirada asombrada del niño que fuimos?

Toda una vida y hasta varias vidas, para el que esté dotado de ello. La infancia tiene algo de partida y a la vez de meta. Pienso mucho en ello. Muchos han pensado en ello. Rilke en especial es un referente. La niñez posee esa pureza, esa autenticidad, esa verdad, que tantas veces nos arrebata o nos devuelve la marea, o quizá las tempestades.

En numerosos aforismos citas a autores como Cervantes, Montaigne, Leibniz, Voltaire, Virgilio, Escipión el Africano, Ovidio, Tolstói… afirmas en uno de tus aforismos que «el ignorante del primer mundo es ignorante, desea serlo». ¿La lectura de los clásicos sigue siendo útil y necesaria para la formación de un pensamiento crítico, activo y más libre?

Asumir la sabiduría de nuestros predecesores es indispensable para desarrollar un criterio, que a fin de cuentas es «el criterio». Y desde luego, profundizar en la sabiduría de los clásicos es un bello camino hacia la verdadera libertad.

¿Pensar en la historia, la vida, la muerte, etc., impide el desarrollo profundo del ser humano o lo potencia?

Creo que lo potencia. ¿De qué sirve vivir sin historia, sin vida, sin muerte? No podemos olvidar en nuestro día a día cada uno de esos conceptos, que por otra parte son nuestros conceptos.

¿Lo importante y trascendente; Bien, Verdad y Belleza; está relacionado con lo extático y nos lleva siempre hacia las afueras de lo temporal?

Este puede ser uno de los grandes errores del ser humano contemporáneo, considerarlos relacionados con lo extático o lo místico. Lo importante y lo trascendente, el bien, la verdad, la belleza, la dulzura, el amor, deben ser nuestros compañeros cotidianos diarios, durante el día y durante la noche, debemos vivir en ellos, con ellos y para ellos, y ellos serán capaces de desarrollar nuestras capacidades, de hacernos crecer como personas.

¿Ética o estética?

Hace unos años hubiera respondido Ética sin dudarlo. En estos momentos le diría: ¿Y qué Ética? De la misma forma le preguntaría: ¿Qué estética? Creo que la ética y la estética deben estar fusionadas en perfecta armonía, guardando el equilibrio preciso que necesitamos para ser personas, para ser libres y para ser, simplemente para ser.

En la séptima parte del libro, la que le da el título, aparece reiterado, obsesivo, casi molesto, el concepto de la aniquilación. ¿Qué significa exactamente para ti y con qué intención se repite martilleante, hasta lograr violentarnos, esta palabra?

Todo aquello que nos acerca a la verdad nos molesta. Todo cuanto nos incomoda o nos disgusta procuramos apartarlo de nuestro día a día. Pero hay que asumirlo, hay que aceptar dónde estamos y con quién estamos, hay que admitir el tiempo que nos ha tocado vivir, nuestro destino. El aquí y el ahora de cada escritor es un freno para buscar las verdades, aunque dada la naturaleza de este tiempo, me acerca al concepto de aniquilación, y a otros tantos.

El último capítulo, quizá el más conceptual, es el que sostiene una mayor carga poética y en él se desdibujan las fronteras entre el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, la razón pura y la poética. Queda tras su lectura una sensación confusa, una atmósfera de bruma y misterio. ¿Es un homenaje velado a ciertos autores del Barroco?

Es un homenaje a los lectores, a los amigos, a los libros que siempre me acompañan de un lado a otro lado, un homenaje a la naturaleza, a los pájaros, a la tierra que tocamos y pisamos, al agua, a las nubes. Es un homenaje al misterio en sí.

¿Qué es lo más positivo y lo más negativo que te han dado tus años de editor?

El trato con los autores ha sido lo más positivo y lo más negativo a la vez. La posibilidad de leer y de seleccionar los libros ha creado una formación y ha afianzado un criterio.

¿Tres libros?

El Quijote, Vida de Apolonio de Tiana y Oigo el silencio universal del miedo.

¿Tres lugares?

Verona, Cádiz y Sevilla.

¿Tres vinos?

Ribera de Duero, Chardonnay y Champagne.

¿Tres discos?

Turandot (Puccini), Tocata y Fuga en re menor (Bach) y A night at the opera (Queen).

¿Proyectos?

Intentar seguir vivo en un mundo que va muriendo. Puede que sea un error, quizá debería acompañarle muriendo.

Para terminar, cita algunos de los aforismos que te parezcan más representativos de Mundo intermedio.

GUARDAMOS en el alma la dulzura, la infancia, la nostalgia, el anhelo, la ilusión de creer que aun somos inocentes.

QUÉ poco buscamos la bondad. Y encima nos creemos fuertes.

CIERRA los ojos para verificar si aún sigues siendo humano.

DESENMASCARAR a un líder. Diseccionar sus actos. Describir sus atrocidades. Conocer sus «remedios». Política, solo psicopatía.

POR su naturaleza y por su esencia la política ha estado casi siempre en manos de psicópatas.

EXISTÍA un periodista en ejercicio que pensaba, que tenía interés en conocer la verdad, que indagaba. Un día expulsó a su vocación.

LAS nubes crecen en sí desde su propia grandeza.

LA desobediencia suele ser un estado de la obediencia.

LAS personas manifiestan su belleza con el silencio.

DEJAMOS de vivir cuando comenzamos a dejar de morir.

LA sabiduría no acata las limitaciones temporales. El arte es eterno.

LIBRE es aquel que sabe y, sobre todo, el que puede decir no.

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