Final Draft.
FADE IN
Secuencia de Créditos
Después de la secuencia de créditos, sobre negros, aparece la siguiente frase:
“Aunque me encuentro con frecuencia en los abismos de la miseria, existe tranquilidad, armonía pura y música dentro de mí. Encuentro pintura o trazos en la más pobre de las cabañas, en la más sucia de las esquinas. Y mi mente es arrebatada hacia estas cosas con velocidad irresistible”. -Vincent van Gogh
1.-Exterior. Vecindad Centro Histórico – Tarde.
“Parece secuencia de película de Ripstein…”, pensé una vez mientras, caminando por el Centro Histórico, un conato de bronca en una sucia y oscura vecindad se dejó escuchar al mismo tiempo que muchos curiosos corrían a ver qué sucedía. El lenguaje, los olores, los gritos y esa pobre, pero a la vez bella escenografía de una vecindad cualquiera en el centro de la ciudad, inmediatamente me dejó una sensación ripsteniana.
Y es que el cine de Arturo Ripstein puede tener muchas cosas: puede ser deprimente pero estupendamente fotografiado; o puede presentar personajes y secuencias devastadoras, pero el ritmo de sus películas ya lo quisieran muchos pseudodirectores modernos; y lo más importante, las cintas de Ripstein pueden molestar o gustar, pero no dejan indiferente a nadie. Después de todo, ya lo dijo Oscar Wilde “Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”.
Este polémico cineasta mexicano nace el 13 de diciembre de 1943 en la Ciudad de México. Siendo hijo del productor Alfredo Ripstein, el pequeño Arturo visitaba continuamente los estudios en donde trabajaba su padre, sintiéndose atraído por todo lo que ahí se hacía, familiarizándose con la cinematografía mexicana. Hoy en día, Ripstein confiesa su primer recuerdo cinematográfico: Pinocho (1940).
Su educación primaria transcurre en el Colegio Americano, para después cursar secundaria y preparatoria en la Escuela de la Ciudad de México; al mismo tiempo toma algunas de las primeras lecciones de Cine de la UNAM, lo que años más tarde se convertiría en el CUEC, Centro Universitario de Estudios Cinematográficos.
A los 15 años tuvo la oportunidad de ver en el cine Variedades, junto a su papá, Nazarín (1959), una de las obras más importantes de Luis Buñuel y la que despertó su curiosidad y su obsesión por el cine, iniciando una relación maestro-alumno, primero imaginaria, después real, que marcaría definitivamente la vida y la obra de Ripstein.
En la UNAM abandona la carrera de derecho después de 24 meses e ingresa a El Colegio de México, una de las instituciones académicas más importantes de esos tiempos, para estudiar Historia durante un año. Nuevamente deserta y llega a la Universidad Iberoamericana a aprender Historia del Arte; luego de un año decide dejar de buscar en universidades y dedicarse completamente al cine, su vocación innegable, dice ahora.
Con sólo 18 años, Arturo Ripstein fue asistente personal de Buñuel durante la filmación de El ángel exterminador (1962), otra pequeña joya del director, considerada como una de las mejores 100 películas del cine mexicano y que narra las peripecias de un grupo de burgueses que inexplicablemente no pueden salir de la habitación en donde están reunidos. Con una mezcla de surrealismo y humor negro, la cinta muestra los cambios sustanciales que sufre el grupo en la medida en que la situación se agrava. Arturo Ripstein cuenta sobre lo que era trabajar junto al controvertido director español:
ARTURO RIPSTEIN (V.O.)
“Me tocaba cargar el portafolio dentro del que estaba el guion, el finder; el aparato para tomar la medida de los lentes de la cámara, un plátano y un sándwich. Eso era todo. Yo lo cargaba todo el día y me iba pidiendo lo que necesitaba a medida que lo quería. Le entregaba un plátano, el guion, un sándwich o el finder. Me permitía acercármele a preguntarle cosas. ¿Por qué puso tal lente o no tal otro? ¿Por qué la cámara va hacia delante en los rieles o no hacía atrás? ¿Por qué de la bolsa de Nadia Oliva, cuando busca un colorete, sale una pata de pollo? A las preguntas técnicas me contestaba cabalmente, a las otras ya no. Me decía: es el… inconsciente”.
Algún tiempo después, en 1965 y con 21 años de edad, Alfredo Ripstein reclutó a un auténtico “dream team” para el atrevido y arriesgado debut de su hijo: guion de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, edición de Carlos Savage, fotografía del reconocido y experimentado Alex Phillips, y en los roles protagónicos a Marga López y Jorge Martínez de Hoyos.
El resultado de esta privilegiada mezcla de grandes nombres fue Tiempo de morir (1965), un intenso western fotografiado en un impecable blanco y negro, manejando con maestría los tiempos y marcando lo que será una constante en la filmografía de Ripstein: la fatalidad y la desgracia en el destino de sus personajes.
Este director mexicano siempre ha dicho lo mismo respecto a su formación: “Soy autodidacta de la dirección, nunca estudié la carrera en la escuela, la estudié haciendo las películas y, por supuesto, viendo las películas”. Esto explica su forma poco ortodoxa de narrar historias, con un evidente amor por tomar la cámara y hacer lo que le venga en gana con ella.
Lo que seguiría después de su llamativo debut, serían ejercicios interesantes de cine complejo y sin concesiones con las constantes obsesiones de Arturo Ripstein: Los recuerdos del porvenir (1968), basada en la novela de Elena Garro y que significó su ingreso formal a la industria; La hora de los niños (1969), un inquietante drama que narra la historia de un niño al cuidado de un despreciable payaso. En esa misma línea, continuaría con una serie de cortometrajes un tanto intrascendentes como Crimen (1970) y Autobiografía (1971).
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2.-Interior. Casa oscura y descuidada – Noche.
Sería hasta 1972 cuando llegaría la iniciadora de la que es probablemente su etapa más celebrada y estéticamente más exquisita: El Castillo de la Pureza (1972).
Con guion del propio Ripstein y José Emilio Pacheco, es una cinta basada en hechos reales y con un argumento alucinante: un padre decide que el mundo exterior es demasiado peligroso para su familia y decide mantenerlos encerrados por 18 años dentro de su casa, fabricando raticida en polvo; el conflicto vendrá cuando descubra que sus hijos se acercan peligrosamente a una relación incestuosa debido a su entrada a la adolescencia.
Con elegantes planos secuencia y una dirección de actores envidiable en la actualidad, Arturo Ripstein no puede ocultar la fuerte influencia de Buñuel en su forma de llevar la historia, además de la selección del elenco, con guiños al director español. La cámara entrega un agobiante sentido de aislamiento y desesperanza.
Por otra parte, la figura paterna comienza a ser destacada en la filmografía de Ripstein, presentándose aquí como el generador del caos; en otras de sus cintas el padre estará ausente, pero nunca pasará inadvertido.
El legado de esta cinta se nota en recientes ejercicios cinematográficos como Kynodontas (2009) de Yorgos Lanthimos, nominada al Óscar, que narra una historia muy similar de aislamiento y un padre impositivo.
Después vendrían Foxtrot (1975), profundo drama trágico nuevamente con guion de Pacheco; es además la única película del realizador en tener una versión en inglés y en haber contado con estrellas internacionales como Peter O´Toole y Charlotte Rampling.
Algunos otros trabajos menores pasaron por la nutrida filmografía de Ripstein hasta llegar a El Lugar sin Límites (1977), que narra la historia de “La Manuela”, un atribulado travesti gay interpretado por Roberto Cobo que tiene que enfrentar diversas disyuntivas, todo con una atmósfera sórdida y angustiante, con escenarios oscuros y húmedos, diálogos fuertes y actuaciones de primer orden. Ganadora de varios Ariel y del Premio Especial del Jurado del Festival de San Sebastián de ese año.
Ya para entonces el plano secuencia se había convertido en un arma constante y contundente en las historias de Arturo Ripstein, quien explica:
ARTURO RIPSTEIN (V.O.)
“El primer momento en el que lo utilizo fue en la cinta Tiempo de morir en donde recurro a esta propuesta con tres o cuatro tomas. Mi ilusión siempre fue que existiera una cámara con alas, que pudiera seguir las tomas de manera inclusiva. El plano secuencia es un seguimiento con cámara en movimiento que se realiza en una sola toma y que está más cercano, por ejemplo, a la visión del teatro en donde todo está en un primer plano”.
El plano secuencia se ha convertido en el sello distintivo de Ripstein, quien lo utiliza para darle el dramatismo necesario a sus cintas, creando secuencias memorables por su fuerza y su coordinación, apoyándose siempre en actores eficientes, creando con esto una puesta en escena envidiable y de marcada influencia en cineastas jóvenes y otros no tanto, como Alfonso Cuarón, quien ha desarrollado un gusto constante y efectivo en el manejo de esta herramienta cinematográfica.
Ripstein afirma que para hacer cine se puede prescindir de los actores, de la escenografía y hasta del guion, pero nunca de la cámara, esa que le permite crear complicadas tomas sin corte, en ocasiones consiguiendo bellas escenas y en otras, según algunos, pretenciosas y aburridas secuencias sin sentido.
Lecumberri. El Palacio Negro (1977), fue un potente documental que lleva al espectador a pasear por los pasillos de esa sui géneris prisión mexicana. Dividido en tres actos, ingreso de internos, vida dentro de la cárcel y liberación de un reo, Ripstein hace uso del plano secuencia para recorrer todos los rincones del Palacio Negro, además de mostrar las costumbres, los trámites y las desconcertantes vivencias que sólo en una cárcel mexicana pueden suceder (¿una feria dentro del penal?).
Este documento fílmico funciona además como un cronista de la famosa fuga que ahí sucedió y que provocó el cierre del lugar, para posteriormente convertirse en el Archivo General de la Nación.
En 1978 vendrían Cadena Perpetua (1978) con guion de Vicente Leñero, narrando una historia de corrupción policíaca, desnudando al sistema judicial mexicano; La Tía Alejandra (1979), una deprimente y trágica cinta que incluye brujería y muerte con una ambientación simple pero aterradora; La seducción (1980), Rastro de muerte (1981) y El otro (1984) son trabajos discretos que en su conjunto forman un honesto comienzo de la década de los ochenta.
Un año crucial para Arturo Ripstein sería 1985, pues conoce a quien se convertiría en su esposa y guionista de cabecera, Paz Alicia Garcíadiego, iniciándose una fructífera simbiosis que regalaría cintas llenas de personajes en situaciones límite, con escenarios barrocos cargados de drama y angustia.
Según Garcíadiego, cuando se conocieron encontraron afinidades y al principio no hablaron de cine, sino de la vida misma; Ripstein le pidió unos guiones para televisión que nunca cuajaron, sería hasta El imperio de la fortuna (1986), que comenzarían su camino juntos en la historia del cine.
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“El cine de Arturo Ripstein: la sordidez y el plano secuencia como arte cinematográfico (I)” es la primera de cinco entregas del autor sobre la trayectoria y filmografía -actualizada hasta 2021- del cineasta mexicano Arturo Ripstein.