Me senté a escribir estas breves líneas convencido de enaltecer Los miserables, del activista Ladj Ly, una potente reinterpretación del clásico de Victor Hugo a partir de los abusos policiacos en los suburbios de París, pero ante la imposibilidad de pensar en otra cosa que no fuera el lienzo de Jean Matejko sobre la histórica victoria de las tropas cristianas frente a los otomanos a las puertas de Viena, me vi obligado a dar un volantazo editorial.
Camino a la librería donde suelo reflexionar sobre una retahíla de temas que importan menos de lo que deberían, visité Militaria, la tienda barcelonesa de coleccionismo militar fundada hace casi cuarenta años. No me pareció la mejor de las ideas tener a Stalin flanqueando el recibidor. No lo digo por un tema de sensibilidad, sino porque se trataba de un espacio que podría estar consagrado, por ejemplo, a Juan III Sobieski: rey de Polonia, duque de Lituania, mosquetero y líder de los húsares alados en la trascendental batalla frente a los jenízaros en el segundo asedio vienés.
En medio de un feroz debate interno entre comprar o no una katana samurái y una cimitarra otomana, descubrí un anaquel con colecciones sobre historia militar de la revista británica Osprey como quien descubre el aleph borgeano. Conmocionado por el número dedicado a los pictos de la antigua Caledonia, los mamelucos napoleónicos y un sugerente recuento sobre la batalla de Maldon entre vikingos y sajones, terminé entregándome a los legendarios guerreros alados de Europa Oriental con la previsibilidad que me caracteriza.
En realidad estaba ansioso por contrastar aquella teoría del actor, director y maestro de armas polaco Pawel Rouba, quien durante una charla con Jacinto Antón argumentó que las alas de los húsares fungían como un mecanismo de defensa contra el ataque de lazo de los tártaros. Para mi sorpresa descubrí que Osprey se limitaba a concluir, con una descorazonadora solemnidad académica, que «de manera frustrante, nadie ha podido encontrar una pista verdaderamente confiable, un testigo no poético, que confirme que las alas eran utilizadas de manera rutinaria en el campo de batalla».
No llegué hasta aquí para darme por vencido. Menos mal que todavía tengo pendiente la trilogía histórica de Jerzy Hoffman, basada en las novelas de Henryk Sienkiewicz sobre la resistencia polaca frente a las fuerzas invasoras del siglo XVII. Anticipo, para no seguir levantando falsas expectativas, que todavía estoy lejos de esclarecer el caso.