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Editorial

El Porfiriato del periodismo deportivo

Sí, hablamos de un nuevo Porfiriato, como el que ya existe en algunas federaciones deportivas mexicanas que han tenido el mismo dirigente por más de 30 años. Porque solo evocando los más de 30 años de gobierno de Porfirio Díaz en México se hallan similitudes ante las costumbres dictatoriales que promueve el periodismo deportivo de informar a medias o muchas veces malinformar.

Las aguas van y vienen, pero el sacudirlas no las cambia. Los mismos nombres, las mismas caras, las mismas voces y los mismos “modos de hacer” dan vueltas en ese carrusel de las plataformas informativas del periodismo deportivo nacional; cambian de medio, aparecen en otra pantalla o estación, pero no hay una re invención personal.

A las llamadas “voces autorizadas” que estuvieron en una televisora, migraron a otra y en el juego de las sillas se volvieron a “levantar” de una para “sentarse” en otra, pero sin marcar la diferencia en su carrera personal como periodistas.

Hoy, se presentan como programas deportivos a emisiones que dedican más del 90 por ciento de su espacio al futbol y solo en el fortuito caso de un éxito histórico, inédito, se aborda el tema de un deporte diferente, bajo la fórmula más obvia: criticar a la federación deportiva que le corresponda, a la falta de apoyos, a la autoridad que esté en boga, o hablar del atleta bajo el arquetipo de La Cenicienta.

Las fórmulas que regularmente se practican en transmisiones son: la discusión (a veces hasta el grito), la crítica, lo que “yo hubiera hecho”; o también la “rumorología”: lo que “se dice” que podría suceder, pero no hay manera de confirmarlo.

No dudo que muchas figuras altamente mediáticas reciban información de primera mano, pero el “costo” de los datos es la forma estratégica en que esa fuente informativa desea que se utilice.

Si bien, de entre el grueso de la oferta, destacan quienes lo hacen diferente: se especializan en un deporte diferente o cuentan la historia de una forma diferente. Hoy por hoy, son los menos quienes lo hacen en las plataformas de alto consumo informativo.

En casos tan “complejos” como el Deporte Olímpico, por décadas ha recibido la etiqueta de ser el deporte que “no vende”; etiqueta que por cierto también ya padece injustamente el deporte profesional femenil.

En el caso del Deporte Olímpico, es cada cuatro años que recibe atención. Esas dos palabras de “no vende” les corresponde la traducción: “yo no entiendo esas disciplinas y como no sé explicarlas, ni quiero aprender a hacerlo, de eso no voy a hablara”, aún cuando todos los días, durante esos cuatro años, haya atletas entrenando, compitiendo y, en ocasiones, logrando resultados históricos en esos deportes “que no venden”, pero reciben la máxima intensidad de la luz mediática por dos semanas olímpicas.

Cuando llegan esas fechas olímpicas, sucede un nuevo fenómeno: a quien gane medalla le reclaman la exclusividad o la primicia para saber cuál plataforma lo tendrá primero en el programa. Les invitan a sus estudios para hacerles preguntas llanas y dejarlos a la suerte del comediante en turno; no capitalizan la oportunidad de recibirles, de llevarlos a charlas analíticas o profundas ¿A quiénes habrán superado? ¿Cuáles fueron las complicaciones tácticas de su logro? ¿A quién admiran ellos mismos? No lo sabremos… al menos no en ese espacio.

Quieren que los deportistas vayan a cabina o al estudio, pero ellos no visitan sus espacios. ¿Cuándo fue la última vez que estuvieron en un campamento, un entrenamiento o una conferencia? ¿Cuándo fueron a entender el entorno de esos atletas? ¿Conocen sus hobbies o su metodología de competencia? ¿Cuándo estudiaron a sus rivales y la calidad mexicana, latinoamericana, continental o mundial en esa disciplina?

Insisto siempre en algo: El periodismo es un oficio autodidacta: uno se documenta tanto como desea y tendrá la capacidad de informar tanto como conozca la fuente que está cubriendo.

Más allá de los mismos rostros o las mismas voces que van y vienen en la ruleta de las plataformas informativas del periodismo deportivo mexicano, el verdadero Porfiriato radica en la inmortalidad de fórmulas que en vez de darle calidad al contenido lo han devaluado. ¿O a qué se debe entonces que los ex televidentes están migrando a consumir información en sus teléfonos móviles? Los motivos son múltiples; uno de ellos es el imparable deterioro del oficio.

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