En Bruselas nos separó un andén.
En Budapest la culpa fue del idioma.
En París, en el aeropuerto de Orly,
ni siquiera me viste.
Andabas distraída mirando los paneles.
En Madrid, en aquella librería, nos pudo ir mejor.
Nos sonreímos enseguida.
Pero había muchos testigos.
Anteayer te volví a ver.
Volvías del supermercado, cargada con bolsas
y con un niño pequeño al brazo.
Me alegró saber
que aún te acordabas de mí.
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