El comisario escuchó las inusuales palabras del sospechoso de inocencia:
“La maté. Desde tiempo antes lo había planeado. No quería -como muchos inteligentes asesinos- que pareciera un crimen perfecto. Al contrario, comisario, quería que todos se enteraran del homicidio y de su autor, con todo y rúbrica. Tampoco fue lo que se llama un arranque. Digamos que fue una espera -¿ha leído a Marx?: un momento de crisis, ese momento en el que todo se rompe, todos los políticos saben que en la crisis nacen los grandes homicidios. Como gato, esperé y esperé. Claro que hubo otros agravios insoportables e injustificables, claro, pero creo que no es el momento para darlos a conocer y menos a usted, comisario. Grandes, eso sí. Casi ninguno sería capaz de soportarlos. La maté. En esa noche me escondí en el cuarto contiguo -dormíamos en camas separadas- dejé que se quitará de la pintura, fingí amor y dulzura. La había visto en la tarde con otro. No. No con otro; con otros. Y ella tan como si nada. Y se burlaba de mí, de mí. Volví a casa antes que ella. Bebí un trago. Bueno, tres. Ok: cinco. Subió las escaleras, descansó. Tomé aire.
Sí que era bella.
Le divisé el cuello y la baja espalda, deshojé y enterré la daga: la afrenta.
Cuando me dijo, quitada de la pena, hola, querido, ya descansaba con Nuestra Señora. “
“Renoir es una invitación al paredón”, dije para mí, inspector o comisario. Da lo mismo.
El maquillaje era abrumador.
Tan linda y el libro.
Querida: te maté para que mis celos no me agobiaran y te hicieran tanto daño, perdóname.
“Renoir es tan francés que se sobrepone el amor del tiempo de Heidegger, a la Razón de Kant y a la voluntad de Schopenhauer”
El comisario escuchó las palabras de un presunto asesino. Y luego, sin aspavientos, reparó.
En el cuadro sólo se ve una pintura de Renoir. Y un libro. Ella sólo existe en su imaginación. Claro, este hombre ha matado, por celos, a un retrato.
Cuando el hombre entró en la celda, miró una estampa:
“Querido -escuchó-, te maté por celoso. Y por la espalda. El amor es un oficio imposible entre nosotros. Que la pena sea poca, mi amante fiel. Nada es lo que parece, tuya”.