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John Waters, la sabiduría del viejo repugnante

‘Consejos de un sabelotodo’ hurga en la personalidad del multifacético hombre, revelando su rechazo a la religión y lo fascinante que le resultan el sexo, las drogas y las aventuras inesperadas.


Poeta maldito, rey escatológico y cineasta de culto, John Waters se autodefine como un viejo repugnante, y en el libro Consejos de un sabelotodo (2021) se descubre, además, como el ser humano sensible que ante la muerte inevitable se divierte imaginando y preparando su funeral.

El volumen es, en realidad, un testamento en vida, donde Waters se da vuelo recordando los años duros saliendo del underground para posicionarse en un Hollywood que nunca dejó de levantar las cejas ante la irreverencia del artista de Baltimore.

Del éxito de Polyester (1981) hasta la vapuleada A Dirty Shame (20024), las páginas recorren en su primera parte divertidas anécdotas y encuentros con personajes igual de exóticos que el autor, como Andy Warhol y, por supuesto, el ícono gay Divine.

Siguiendo la estela de sus anteriores obras Role Models (2010) y Carsick (2014), John Waters continúa escribiendo con su extraña mezcla de humor hilarante y autobiografía insólita, dándose tiempo para describir alocados viajes en LSD en plena tercera edad, restaurantes que sirven platillos horrendos, arquitectura inquietante, las mieles de la fama, vacaciones extrañas y hasta muñecos que funcionan como hijos que nunca nacerán.

Pero, sobre todo, el autor escupe toda clase de consejos desequilibrados sobre cómo comportarse ante una sociedad puritana e hipócrita y las mejores formas para hacerla reventar. Consejos de un sabelotodo hurga en la personalidad del multifacético hombre, revelando su rechazo a la religión y lo fascinante que le resultan el sexo, las drogas y las aventuras inesperadas.

Leer a Waters es sumamente gracioso, casi igual que explorar sus disparatadas cintas. Mientras las líneas pasan, se sabrá que Hairspray (1988) le dio todo el éxito que jamás esperó, que Cry-baby (1990) se realizó gracias a la presencia de un joven Johnny Depp y que Serial Mom (1994) es lo que el director considera su mejor trabajo hasta la fecha.

Si al inicio el compendio se extiende en recuerdos, la segunda parte se vuelve una vorágine desternillante que avanza al futuro, rozando la muerte con jocosidad, amenizando con la incorrección y desempeñándose como el manual definitivo del éxito y el fracaso del Príncipe del Trash, un recorrido que demuestra que la única forma de avanzar, es perder con estilo.

Y vaya que John Waters tiene personalidad: a sus 78 años, sigue provocando y creando caos, convertido, además, en un símbolo norteamericano de la diversidad y el cine independiente. El viejo repugnante es sabio: “lo más difícil para las personas rebeldes es envejecer con elegancia”.

Por Armando Navarro Rodríguez

Periodista. Cinéfilo y lector empedernido. Escribe sobre cine, arte y literatura.