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La soledad del ring y la soledad de la página en blanco no son tan diferentes entre sí.

El mundo deja de existir con la campana. El box, más que cualquier otro deporte, ha generado una intensa fascinación en el mundo del arte. En la cultura popular su nivel de contribución sólo es comparable con el futbol; términos como round, Knock-out, tirar la toalla o contra las cuerdas forman parte de la vida diaria y su influencia es visible en pinturas, grabados, libros y películas.

El box conecta por igual con los artistas y con el público.

A pesar de su influencia general en el arte, fue en la literatura donde el boxeo se arraigó como una fuente inagotable de inspiración. La visión romántica del box es muy parecida a la de la literatura: un mundo ideal. Un lugar con un sentido y propósitos definidos, donde el adversario sigue las reglas y los golpes siempre son de frente. La otra cara literaria del box, es el lado opuesto a la esperanza. Peleas arregladas, vicios y traiciones de arrabal. Historias de pobreza y corrupción entrelazadas en la noche y en la inevitabilidad de la tragedia. Un mundo sórdido y cruel (como la vida misma). 

Existe una conexión íntima entre los escritores y el boxeo. La soledad del ring y la soledad de la página en blanco no son tan diferentes entre sí. Ambas profesiones son completamente individuales, nadie puede pelear ni escribir a través de alguien más. La victoria y la derrota siempre serán íntimas. La entrega prácticamente monástica a un oficio muchas veces ingrato y adictivo, guiada por la tenacidad enfocada a vencer la insatisfacción a través y a pesar de los golpes o las páginas. Al final, el ring siempre será la metáfora perfecta del mundo como el combate lo es con la vida.  

Tres libros representan un buen punto de partida para adentrarse en el cosmos de la literatura boxística: El combate del siglo, Historias del ring y El Combate.  

El combate del siglo, de Jack London. “The history of America is the history of the Negro in America. And it’s not a pretty picture.” Cuando Jack Johnson noqueó a Tommy Burns convirtiéndose en el primer campeón de los pesos pesados de raza negra, el boxeo estadounidense salió en busca de “la gran esperanza blanca”. Una a una, las “grandes esperanzas blancas” fueron cayendo frente a los guantes de Johnson. En un acto de franca desesperación, Jack Jeffries, el entonces considerado mejor boxeador blanco, fue sacado del retiro para recuperar la corona que alguna vez ostento.

Este libro conjunta la cobertura realizada por Jack London, de los días previos y la pelea celebrada el cuatro de julio de 1910 en Reno, Nevada, junto con un ensayo sobre las repercusiones sociales del resultado de la mismo escrito por Barak Y. Orbach.  El texto principal narra la turbulencia producida por la pelea, empezando por el asalto de espectadores, periodistas y apostadores a la cotidianeidad del pueblo; hasta llegar a la crónica fina del combate round por round.

El racismo es la desgracia originaria de EE. UU. Paridos desde de la contradicción: las trece colonias se independizaron al declarar la igualdad entre todos los hombres y teniendo en la esclavitud una institución fundamental. Al observar el panorama deportivo en la actualidad, es casi inconcebible pensar que la integración racial por mucho tiempo no fue nada más que un sueño.

A más de cien años de la pelea, los lectores del S.XXI no podemos dejar de sentir la trascendencia del duelo entre esos dos hombres. London, probablemente sin que fuera su intención, logró fijar un punto de inflexión en el conflicto racial estadounidense, el cual resuena hasta el día de hoy. El combate del siglo nos hacesentir el dolor de una herida cultural que aún no sana y, golpe a golpe, nos hace soñar con la esperanza donde un hombre se enfrenta a su tiempo para abrir el camino a otros deportistas para continuar con la lucha. Gracias a Jack Johnson podemos hablar de Jesse Owens, Jackie Robinson y Ali.

Historias del ring, compilado por Alejandro Toledo y Mary Carmen Ambriz, nos ofrece dos oportunidades: la variedad y, como consecuencia, la elección con dos características como constantes: el box y la excelencia. 

En esta obra plumas consagradas en la mitología literaria como Hemingway o Cortázar aportan cuentos, ahora clásicos, sobre el tema, confirmando su ya conocida fascinación con el box; los talentos de Joyce Carol Oates y Salvador Novo, revelan en ensayos ángulos diversos desde los cuales puede ser analizado y vivido este deporte; un fragmento de la novela de Arthur Conan Doyle. Y lista sigue, así. Guillermo Cabrera Infante, Dashiell Hammet, Jean Cocteau…

Gracias a la constelación de escritores y a la pluralidad de géneros reunidos en sus páginas, este libro representa la mejor opción para adentrarse en la literatura pugilística. 

El combate, de Norman Mailer. En el corazón de África, Norman Mailer es engullido por la vorágine de la pelea por el campeonato de los pesos pesados. De esta experiencia nace El combate, un libro que cabalga entre la novela y la crónica, formando parte de ese antigénero tan americano simplemente conocido como Non Fiction. Dos hombres salieron al combate, ocho rounds después, uno quedó de pie y el otro cayó con la inmensidad de un árbol en la selva. “Ali, boma ye!; Ali, boma ye!” 

Muhammad Ali, Campeón olímpico, guantes de oro y campeón de los pesos pesados, más que un atleta, un boxeador o un iconoclasta, es una fuerza de la naturaleza. La mejor forma de definirlo es a través de sus palabras: “I am the Greatest”.

La carrera de Ali estuvo llena de enfrentamientos épicos, pero ninguno como The Rumble in the Jungle

Kinsasha, Zaire, 30 de octubre de 1974. George Foreman llega como el campeón defensor y favorito gracias a su juventud y a la potencia con la que ha derribado a todos los rivales. Ali llega en búsqueda de la Historia. Despojado de su título por negarse a pelear en la guerra de Vietnam y con tres años a cuestas de peleas para acceder al título, tiene la oportunidad de convertirse en el primer boxeador en recuperar el campeonato mundial de los pesos pesados. Todo ha terminado, un grito continúa resonando, estrellándose en la lluvia: “Ali, boma ye!; Ali, boma ye!

En el texto, Mailer se adentra en la filosofía bantú y, siguiendo las supersticiones estúpidas y necesarias de cualquier evento deportivo, pone en riesgo su vida al realizar acrobacias para favorecer a Ali. Narra la preparación estratégica de los púgiles en días de una calma desesperante y llega hasta el interior de los vestuarios instantes antes de la pelea. Intercambia puntos de vista sobre Don King con Hunter Thompson y comparte su predilección por Ali con George Plimton. Mailer termina como un testigo privilegiado de la consagración atlética de Muhammad Ali quien, elevando el boxeo a una forma estética y bestial de ajedrez, firma su obra maestra con la mirada y un golpe que nunca se lanzó. Ali se mueve para ver a su rival desplomarse. Todo ha terminado, y el grito continúa resonando, estrellándose en la lluvia: “Ali, boma ye!; Ali, boma ye!” 

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