Ah, Joker: Folie à Deux, la secuela que nadie pidió, pero que todos temíamos recibir. Dirigida por Todd Phillips, el hombre que se tropezó con una buena idea en la primera entrega, y que ahora parece decidido a demostrarnos que su éxito fue más suerte que talento. Esta secuela es, en el mejor de los casos, un ejercicio de autocomplacencia disfrazado de cine “serio”, casi tanto como la anterior (que además robaba de Scorsese a lo descarado). Y sí, en el peor de los casos, es simplemente un desastre de proporciones épicas. Veamos por qué esta película, que intenta ser atrevida, provocadora y hasta musical, falla en absolutamente todo lo que se propone.
¿Me acompañan?
Aquí Phillips, en la cumbre de la prepotencia, nos entrega un guion que, francamente, parece escrito después de una maratón de películas de Tarantino, mezclado con una sobredosis de psicoanálisis baratón. El inadaptado sociópata Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) está en Arkham Asylum, esperando su juicio por los asesinatos cometidos en el clímax de la primera película. Hasta aquí, todo bien. Pero en lugar de profundizar en el desarrollo del personaje, la trama decide distraernos con números musicales y personajes secundarios que no aportan absolutamente nada.
Aquí es donde aparece la tan anticipada Harleen “Lee” Quinn, interpretada por una Lady Gaga completamente desperdiciada, quien es la “nueva” compañera de Arthur en el psiquiátrico. Pero, como suele suceder en películas donde las mujeres no son más que piezas desechables del engranaje narrativo, su único propósito parece ser el de potenciar la locura de Arthur (¡vaya novedad!). Lee se presenta como una fanática del Joker y alguien con un pasado oscuro (que, por supuesto, luego resulta ser una mentira: no es superviviente de abuso, sino que es una debutante social de clase alta que estudió psiquiatría). Qué sorpresa, otra mujer manipuladora. Pero ahondaremos más sobre eso después.
Los números musicales, que uno podría pensar que al menos serían entretenidos, son tan innecesarios como el aire acondicionado en el Polo Norte, metidos con calzador, pretenciosos e inútiles. Se supone que deberían añadir una capa de surrealismo o alguna metáfora sobre la psique fracturada de Arthur. Lo que logran es que el público se sienta incómodo… de la peor manera. ¿Lady Gaga cantando con locura desbordada? No, gracias, aún si cantar es lo suyo. ¿Joaquin Phoenix entonando una balada psicótica para expresar sus “profundos” sentimientos por Lee? Preferiría escuchar diez minutos de la alarma sísmica.
Ah, Joaquin Phoenix. Un actor que, en las manos adecuadas, puede darnos interpretaciones tan desgarradoras como bellas (The Master, Her, Gladiator). Pero en manos de Todd Phillips, Phoenix simplemente sobreactúa con total abandono, como si estuviera en una competencia consigo mismo para ver cuántos espasmos faciales puede generar por minuto. Lo que en la primera película era una actuación matizada y dolorosa, ahora se ha convertido en un circo de muecas y gritos que no tienen ni la mitad del impacto emocional.
Phillips, en su aparente esfuerzo por recordarnos que está por encima de cualquier norma cinematográfica “woke”, no le da a Phoenix nada nuevo con lo que trabajar. La “renuncia” de Arthur a su persona del Joker es tratada como un gran momento dramático, pero ¿a quién le importa? Lo que debería ser un giro emocional importante se siente tan vacío como el guion mismo. Y cuando Arthur finalmente vuelve a abrazar su locura, lo hace de manera tan torpe y predecible que no genera ni una pizca de sorpresa o empatía.
Lady Gaga como Harleen Quinn parecía, al menos en papel, una adición prometedora. Después de su impresionante actuación en A Star is Born, muchos esperábamos ver a Gaga llevar su intensidad emocional a Gotham. Pero Todd Phillips parece decidido a demostrar que puede hacer que hasta los actores más talentosos se sientan fuera de lugar. El personaje de Gaga es plano, sin motivaciones claras más allá de su obsesión con Arthur. Se nos presenta como una femme fatale manipuladora, pero sin el carisma ni la profundidad de un buen antagonista y es una lástima porque Lady Gaga no es una mala actriz.
Y luego está el hecho de que nos mintieron con respecto a su origen, como si esa revelación fuera un golpe maestro. No lo es. Es simplemente otro ejemplo de cómo Phillips ve a sus personajes femeninos: mentirosas, manipuladoras, y completamente al servicio de la narrativa del hombre. En lugar de darnos una villana con capas de complejidad, obtenemos una caricatura sin propósito más que el de generar una falsa sensación de caos.
Ah, Todd Phillips, el hombre detrás de las comedias de borrachos y un Oscar y un León de oro totalmente inmerecidos: Con Joker: Folie à Deux, Phillips parece querer demostrar que su éxito anterior no fue un golpe de suerte. Desafortunadamente, lo que realmente logra es confirmar nuestras sospechas de que su talento para contar historias profundas es limitado, por no decir inexistente.
Phillips se autodenomina anti-woke y pretende desafiar las convenciones de Hollywood con una película “irreverente”. Sin embargo, esa irreverencia se siente más como un disfraz barato para una visión profundamente conservadora y misógina del mundo. En Folie à Deux, las mujeres son simplemente vehículos para la miseria masculina. Lee, a pesar de ser introducida como una figura fuerte e independiente, es rápidamente reducida a una mentirosa manipuladora que engaña a Arthur con falsas promesas. Su presunto “embarazo” es otro truco narrativo de telenovela venezolana que solo refuerza el mensaje de que las mujeres, en el universo de Phillips, como la madre de Arthur en la película anterior (¿la recuerdan? Era una esquizofrénica mala onda que “lo maltrataba” con sus chantajes y fantasías de que él era hijo de Thomas Wayne) siempre son malas y no de fiar.
Lo peor de todo es que esto pretende ser una película sobre la condición humana, el dolor, la alienación, y el caos. Pero lo que realmente ofrece es un nihilismo mal entendido que parece existir solo para justificar la violencia sin sentido. Arthur Fleck no es un antihéroe. No es una figura trágica que desafía las convenciones de la moralidad. Es simplemente una excusa para que Phillips exhiba su visión sombría del mundo, sin ofrecer ninguna reflexión significativa.
La primera película, con todas sus fallas, al menos tenía algo que decir sobre la sociedad, la desigualdad y la alienación. En Joker 2, todo eso se pierde en un mar de sobreactuación y guion desordenado. Lo que nos queda es una película que intenta desesperadamente ser provocadora, pero que solo consigue ser aburrida y predecible.
En resumen, Joker: Folie à Deux es una secuela que no logra justificar su costosa existencia. Todd Phillips desperdicia el talento de sus actores, presentándonos una trama incoherente llena de personajes planos y decisiones narrativas cuestionables. Joaquin Phoenix, a pesar de su valía como actor, no puede salvar una película que se derrumba bajo el peso de sus propias pretensiones. Y Lady Gaga, que podría haber sido una adición fascinante, es reducida a un papel ridículo e insípido. En última instancia, Folie à Deux no es más que una prueba de que Todd Phillips es un mal director que tuvo suerte una vez.
Pero incluso el Guasón sabe que la racha de suerte no dura para siempre.