Un caleidoscopio musical. Así se siente la celebración más emblemática de las islas Bahamas: Junkanoo. Cuenta la leyenda que el carnaval tuvo su origen por ahí del siglo XVII, cuando los colonizadores ingleses en la isla consideraban, entre otros recursos, a los esclavos africanos como parte de su botín.
Provenientes principalmente de África Occidental, donde aún no existían líneas geográficas delimitadas por el imperialismo, había una gran diversidad cultural de tribus que habitaban en el Caribe en calidad de esclavos.
En un acto que los colonizadores consideraban bondadoso, accedieron a darles a los esclavos un día libre durante las festividades. Así, ellos podían dejar las plantaciones y estar con sus familias mientras los ingleses celebraban la navidad cristiana (25 de diciembre). Aunque los esclavos provenían de culturas y tradiciones distintas, la música los unía. Se vistieron de colores y crearon una danza con disfraces de plumas y ritmos que surgían de cualquier instrumento a su alcance: tambores hechos con piel de oveja, campanas de las vacas, caracoles y silbatos. Algunos buscaban celebrar, otros afirman que realmente querían mantener su identidad intacta trayendo a la vida un poco de sus raíces.
Después de la emancipación, el carnaval se inmortalizó como símbolo nacional de las comunidades bahameñas unidas. La verbena comienza a medianoche, justo cuando comenzaba su día libre, y termina alrededor de las ocho de la mañana, con el desfile de la última banda. Imposible pestañear ni bostezar. La energía de este carnaval no solo te mantiene atento, sino que te hace brincar y bailar al ritmo de los tambores y campanas en una especie de frenesí. Cuando menos lo esperas, ya se asoma el sol.
Actualmente el carnaval se compone de siete grupos principales, quienes compiten entre sí para llevarse la corona. Los 57 evalúan principalmente el tema, la coreografía y la sintonía con la música. Cada grupo tiene aproximadamente 450 miembros, quienes fabrican con cartón y a mano sus vestuarios. A veces, les toma el año completo por el nivel de detalle y belleza. Cada banda tiene a sus seguidores, y los bahameños se dividen entre los Valley Boys, Saxons o Roots, a quienes defienden a capa y espada como a un equipo de fútbol. Este año ganaron Los Saxons y vaya qué dieron un espectáculo. Sentí taquicardia.
Algunos locales me preguntaron cuál era mi origen. Todavía sonrío al ver la expresión tan alegre de la gente cuando les dije que era de México. Un par comentó que les gustaría ver algún día el desfile tradicional de Día de Muertos. No sabía bien cómo explicarles que éste surgió a raíz una película, pero sí enfaticé en que la verdadera tradición vivía en los panteones y los altares en las casas de cada mexicano.
Qué nunca mueran las tradiciones que nos dan un sentido de pertenencia.