Quizá mi verdadero propósito
consistía en heredar otro nombre
construir una barca y navegar
recorrer lugares desconocidos
esperar la llegada de las tinieblas
y leer un poema junto a Caicedo
mientras los ángeles encolerizados
nos escupen salmos sobre nuestra cara
y hacen pedazos nuestras tristezas.
Mi madre me contaba
que yo debí tener el nombre de Caicedo
y hacer de mi cuerpo una celda
un calabozo fatal y sin fortuna.
Es por eso que a veces, cuando es de noche
en mi habitación Caicedo lee mis poemas
y me pregunta si mi madre aún me ama
si puedo pronunciar su nombre
sin temor a las sombras
sin abrir la herida que aún no ha sanado
sin derramar una sola lágrima.
Pero cómo heredar lo que no hemos pedido
lo que no hemos encontrado
lo que sin razón se nos ha negado.
La sangre es un ritual fragmentado
y el linaje imposible que la perpetúa
un poema elegíaco de Caicedo.
Hoy, mientras el incienso nocturno
se enciende y el fuego me acompaña
decido fabricar una nueva forma de esperanza
un lugar muy lejano en donde Caicedo
recoja la ceniza y recupere la razón extraviada.