En los últimos días el número de víctimas en Palestina asciende a cuotas indecentes. Las últimas noticias hablan de un intercambio de rehenes, a los niños se les catalogaba de un lado rehenes y de los otros presos. Siempre el mismo sistema, el clasismo más ensordecedor frente a una situación de barbarie.
Escribo porque escribir es la única forma que tengo de canalizar esta angustia que llevo conmigo sobre la desesperanza de un futuro que no sabemos a dónde nos lleva, pero la vida se abre paso. Aquí, en Argentina y en Sudán del Sur. De éste último ya no sabemos nada. No interesa. No es que un país importe más que otro, son los ruines intereses para enriquecerse.
Observo las informaciones y el criterio eurocéntrico, es decir, los valores propios de la cultura occidental sirven como parámetro y vara para juzgar a todas las demás y prevalece sobre las demás. Por ese motivo, las noticias llegan, inevitablemente, con una serie de sesgos y filtros a la gente, dando como resultado la transmisión de una perspectiva xenófoba, entre otros fenómenos culturales que podríamos calificar de indeseables para una sociedad desarrollada.
Desde su génesis, el mundo occidental se ha creado y recreado desde una visión etnocentrista, los hitos históricos que siempre se manifiestan y se explican suelen ser estos tres: el Imperio Romano, el “descubrimiento” de América y la Guerra Fría. En estos tres casos se demuestra la pretensión hegemónica de Occidente frente al resto del mundo; de hecho existen ensayos que afirman esta praxis, como los de Claude Lévi-Strauss, donde el ‘hombre blanco’ impone su credo ante el ‘bárbaro’, por seguir una línea de hegemónica.
Conjuntamente, en los últimos tiempos se presencia una acentuación de diferenciación entre Occidente y Oriente. Esta separación se da por la consideración de un ‘otro’ que ofrece Occidente a Oriente, pues lo que pretende el primero es colonizar al segundo. De hecho, las vinculaciones que se realizan entre ambas partes siempre se hacen desde la desigualdad para buscar un punto de superioridad. Todo ello procede de un tipo de discurso dominante que se emite sobre Oriente donde aparecerá el tema político, por lo que el mundo occidental establecerá siempre una mirada discriminatoria sobre Oriente.
Con todo lo acontecido, no puedo no olvidarme Edward Said quien siempre fue bastante esclarecedor. Hizo a mí entender un análisis completo y exhaustivo de lo que ocurre entre Occidente y Oriente, que dice así:
Restaurar una región en estado de barbarie para devolverla a su antigua grandeza clásica; enseñar (en su beneficio) a Oriente los métodos del Occidente moderno; subordinar o moderar el poder militar para ampliar el proyecto de obtener un conocimiento glorioso en el proceso de dominación política de Oriente; formular Oriente, darle una forma, una identidad y una definición; reconocer su lugar en la memoria, su importancia para la estrategia imperial y su papel ‘natural’ como apéndice de Europa; dignificar todos los conocimientos almacenados durante la ocupación colonial con el título de contribución a la ciencia moderna, cuando los nativos no habían sido consultados y sólo habían sido tenidos en cuenta como pretextos para un texto que ni siquiera les era útil a ellos .
De este modo, se entiende cómo Oriente fue interpretado y reconstruido para estar bajo el mandato imperativo de Occidente. Por lo que en ningún momento se llega a un entendimiento entre ambas partes, entre las cuales no existe una labor o propensión para el entendimiento, sino más bien una tendencia a tergiversar para crear una superioridad de uno por sobre otro, a todos los niveles, bajo el cual poder someter al ‘otro’.
El profesor Said tiene un libro, La cuestión palestina, en donde con una lucidez y claridad explica detalladamente los orígenes del enfrentamiento y las consecuencias de ello. Una perspectiva única de lo que ocurre desde una mirada sin sesgo eurocéntrico. Es difícil para muchos y muchas periodistas acceder al conflicto en sí; los periodistas que están sobre el terreno informan y no todo el mundo los escucha, y ya son medio centenar los asesinados por el ejército de Israel.
Desde otra perspectiva pero incidiendo en como el uso de las palabras y símbolos pueden usarse en detraimiento para un fin. En el libro Biblia y el dron: sobre usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel, de Silvana Rabinovich, se desarticula como el sionismo hace un uso indebido de las escrituras sagradas para su discurso político. Cabe añadir que no se trata de un ataque hacia el dogma, sino como la interpretación y traducción sesgada sirven para arrasar al pueblo palestino.
E. Said sentenció: «La identidad no es un objeto fijo, sino una construcción en constante cambio y negociación». Y S. Rabinovich pronóstico: «No hay forma de matar al otro sin morir con él».