Categorías
Cine

La juventud del monstruo: El Aprendiz de Ali Abbasi

A través de su tratamiento desapasionado, la película no juzga ni demoniza, sino que expone con crueldad la forma en que el poder puede corromper a alguien que, al principio, no tenía la mínima idea de lo que estaba haciendo.

Presentada como un audaz relato ficticio del primer ascenso de Donald J. Trump, de las esferas de la riqueza al poder, El Aprendiz, de Ali Abbasi, no cumple del todo la promesa de ser una exploración biográfica incisiva. En cambio, se posiciona como un estudio muy logrado del poder y su encanto disonante y aterrador. Es, sin lugar a dudas, más una instantánea que una inmersión profunda: captura un momento particular, una era en transición, en lugar de presentar una narrativa integral del hombre en sí. Aun así, ofrece algunas actuaciones notablemente ricas y elecciones artísticas atrevidas que elevan su premisa más allá de lo convencional. 

En una coyuntura política como la que vivimos, en la que Trump arrasó de manera avasallante las elecciones de 2024, la película se convierte en algo más que un simple ejercicio narrativo: es una reflexión sobre el acceso al poder y la corrupción que emana de él, incluso cuando, al principio, el protagonista parece ser nada más que un pelele que se eleva a la fuerza del caos.

El protagonista, interpretado por Sebastian Stan, es, en la década de 1970, un joven desobligado, consentido e inmaduro, que se ve arrastrado al oscuro mundo de la política y, por accidente o destino, termina siendo moldeado por figuras como el siniestro Roy Cohn (Jeremy Strong, de Succession), quien aquí encarna el papel del maestro titiritero que lo lleva de la estupidez a la monstruosidad. 

La cinta no es una historia edificante ni moralista sobre el triunfo del bien o el fracaso del mal. Más bien es una especie de demostración implacable de cómo, bajo las circunstancias correctas, un hombre completamente anodino, sin preparación, principios ni visión puede alcanzar el poder más alto, no por méritos propios, sino por su habilidad para convertirse en la marioneta de aquellos que comprenden mejor las reglas del juego.

Stan, mejor conocido por su papel como Bucky Barnes, el Soldado del Invierno en el universo Marvel, da un salto sorprendente hacia un territorio más complejo y dramático con su interpretación del joven Trump. Atrás deja la figura viril y melancólica con la que están familiarizados los fanáticos y en su lugar hay un hombre patético y aterrador a la vez. La transformación de Stan aquí es fascinante. No recurre a prótesis pesadas ni caricaturas extravagantes, pero logra su cometido con un impacto aplastante. 

Su interpretación es difícil de calificar sin algo de sorna. En primer lugar, es importante señalar que la película no pretende que sintamos lástima por su personaje. En el mejor de los casos, El aprendiz pone a Stan en la incómoda posición de mostrarnos la evolución de alguien que, lejos de ser un actor de la política, es simplemente un fulano al que las circunstancias han arrastrado hasta el lugar más importante del mundo. 

Si esto suena a la descripción típica de los líderes políticos contemporáneos, especialmente en el contexto del regreso de Trump al poder, no es mera coincidencia. Stan logra capturar de manera inquietante el aire de un hombre que parece estar completamente fuera de lugar, pero que, a medida que avanza la película, comienza a dar señales de que está aprendiendo las malas lecciones de los grandes maestros y los supera.

Este es un Trump que todavía está en formación, mitad despistado, mitad monstruoso, y Stan camina hábilmente por la línea entre la vulnerabilidad y la ambición amenazante. Su actuación es una revelación, su carrera da un giro monumental: un actor capaz de darle vida de manera convincente a una de las figuras más divisivas de la historia moderna. 

El aprendiz (2024, Ali Abbasi).

El viaje del personaje de Stan es, en cierto modo, la transformación del carne de cañón en una bestia que ya no solo actúa, sino que tiene la capacidad de manipular y controlar a otros. Desde un principio, el personaje parece una figura tragada por las corrientes de la historia. Al principio, su personaje es un simple pendejo sin ambiciones, ni preparación, ni siquiera una noción real de lo que implica la política o el poder. Pero a medida que se encuentra más profundamente involucrado con Cohn, va mostrando destrezas que jamás imaginamos poseía, o que simplemente descubre dentro de sí mismo al comprender cómo funcionan las reglas del juego: ser el títere perfecto hasta convertirse en el titiritero.

En una interpretación bastante lograda, Stan no se limita a ofrecer una actuación en la que la maldad crece de manera lineal o predecible (¡Hola, Tony Hopkins!). Por el contrario, su interpretación refleja la fascinante fragilidad de un hombre común que se ve atrapado por los mismos mecanismos que tantas otras figuras del poder a lo largo de la historia. La ambición no es algo que nace de la nada, sino que es la consecuencia de las oportunidades que surgen, de la ausencia de moral o principios y, por supuesto, del ambiente adecuado para incubar el monstruo.

Ahora bien, si Sebastian Stan es el aprendiz, el verdadero maestro en la película es Jeremy Strong, quien interpreta a Roy Cohn, el legendario manipulador político que lleva la doctrina del “todo vale” a niveles casi de ópera. Si hay algo que resalta de su interpretación es la capacidad que tiene de crear un personaje completamente absorbente: Cohn es el epítome del hijo de puta dedicado a la política despiadada, aquel que no solo maneja las circunstancias, sino que las crea, las moldea y las retuerce a su favor.

En la piel de Strong, Cohn no es solo un mentor, sino una figura casi paterna para el Trump de Stan. Si alguien tiene alguna duda sobre las conexiones que existen entre figuras como el hijo predilecto de Joe McCarthy y los monstruos políticos contemporáneos, basta con ver la habilidad de Cohn para empujar a su “aprendiz” hacia una autodestrucción que se justifica como parte del juego de poder (incluyendo el violar sistemáticamente a su cónyuge: more on that later). 

La actuación de Strong es tersa y palpable, casi tan irritante como su trabajo como Kendall Roy en aquella popularísima telenovela de lujo sobre los superricos y desvergonzados con Daddy Issues: su Cohn es un depredador de poder, alguien que no hace nada sin pensar en cómo ese acto beneficiará su posición. La acidez con la que Strong construye a su personaje hace de Cohn no solo un villano en términos convencionales, sino un reflexivo y cruel retrato de lo que significa “saber jugar el juego” sin tener en cuenta las consecuencias humanas.

El aprendiz tiene una cualidad ácida que la hace deliciosa y, al mismo tiempo, inquietante. Es una instantánea que muestra cómo un individuo puede ascender en la jerarquía del poder, no porque tenga el talento o las cualidades necesarias para ello, sino porque tiene la capacidad de dejarse moldear por figuras como Cohn, que lo empujan hacia un abismo del que ya no puede regresar.

No hay que dejar de mencionar a Ivana Trump, la víctima de su propia ambición y deseo, que acabó tres metros bajo tierra en un campo de golf, después de años sometida a una mordaza luego de que al promover sus memorias en los 90, ya divorciada, se atrevió a decir el ambiguo pero contundente mensaje: “alimony is just another word for rape”, algo que le costó caro a la larga.

Si bien su papel en la película es más periférico, es importante notar cómo su personaje refleja algunos de los aspectos más deplorables de Trump, incluyendo el abuso conyugal y la crueldad mental. La presencia de Ivana, interpretada por Maria Bakalova, es esencial para la dinámica de poder en juego, mostrando que, detrás de cada hombre exitoso en el mundo de Trump, a menudo hay una mujer que lo apoya y lo habilita. La aguda inteligencia y ambición de Ivana, combinadas con su personalidad estrambótica, sirven como un contrapunto interesante a las figuras masculinas más siniestras en la vida de Trump, como Cohn. Si bien Ivana paga el precio de casarse con un rico teniendo que aguantarlo en la cama cuando a él le da la gana forzarla, en muchos sentidos, interpreta a una arquitecta silenciosa del éxito temprano de Trump; una mujer que podría haber ayudado a mantener intacta la fachada, hasta que se harta de que los cuernos se le limen detrás de cada pinche puerta por la que pasa. La actuación de Bakalova, aunque sutil, subraya la complejidad del papel de Ivana en una historia de poder y decadencia. 

El aprendiz (2024, Ali Abbasi).

Pero esta es la historia de dos tipos y la dinámica de la dupla es esencial para la película, ya que la influencia de Cohn sobre Trump, tanto moral como estratégicamente, proporciona el andamiaje para la eventual transformación de Trump en la cosa anaranjada y temible que conocemos ahora. El estilo visual de la película y los valores de producción son igualmente notables. El aspecto áspero y analógico de la película, que hace eco de la estética saturada y sucia de la Nueva York de los años 70 y 80, sirve para reflejar la decadencia moral que se desarrolla en la pantalla. El director de fotografía Kasper Tuxen, junto con una excelente banda sonora de Martin Dirkov, utiliza técnicas sutiles para realzar la tensión y la claustrofobia de la narrativa. La música, con sus matices siniestros, nunca permite que el público olvide el tema incómodo de la película. 

Sin embargo, El aprendiz es más que un vehículo para la actuación de Stan o Strong. Es una película sobre el culto al poder, el atractivo de la riqueza y los hombres que manipulan estas fuerzas para su propio beneficio. Evita deliberadamente la estructura biográfica tradicional, ofreciendo solo atisbos fragmentados de la mecánica del ascenso de Trump. Lo que Abbasi presenta es un escalofriante recordatorio de cómo un sujeto, aparentemente no calificado para el liderazgo, puede llegar a la cima no por mérito, sino por un cóctel insidioso de codicia, ego y manipulación. El cinismo mordaz de la película deja al descubierto el mito del hombre hecho a sí mismo, reemplazándolo por un retrato grotesco de un hombre que, con suficiente ambición y suficiente vacío moral, puede ser moldeado hasta convertirse en un líder.

En el contexto de un Trump que ha logrado, de alguna manera, volver al poder en 2024, El aprendiz se convierte en un espejo oscuro de la política actual. Si hay algo que nos recuerda la película es que no importa cuán incompetente, inmoral o mezquino sea este sujeto, lo único que realmente importa para llegar a la cima del poder e sin importar lo sucias o monstruosas que sean las artimañas para lograrlo. La figura de Trump, capaz de arrastrar a millones, parece no ser tan distinta a la de este personaje que, al principio, es un pelele sin saber qué está haciendo, pero que poco a poco se convierte en algo mucho más peligroso. Abbasi hace un trabajo fenomenal al reflejar esta transfiguración, de forma tan sobria y penetrante que la película se siente como una profecía inquietante.

A través de su tratamiento desapasionado, la película no juzga ni demoniza, sino que expone con crueldad la forma en que el poder puede corromper a alguien que, al principio, no tenía la mínima idea de lo que estaba haciendo. Abbasi no nos invita a simpatizar con el protagonista, ni siquiera con Cohn, sino a ver, con una mezcla de horror y fascinación como si fuera una volcadura de cerdos en carretera, cómo una mente vacía puede ser transformada en un ser que, aunque inepto en todo, es terriblemente eficiente en la política.

El aprendiz es una película inquietante, profundamente ácida, que no busca ofrecer respuestas ni remordimientos. Más bien, observa el ascenso de un individuo que pasa de ser un pelele, a convertirse en un monstruo que entiende perfectamente cómo manipular al poder. Gracias a las interpretaciones de Stan y Strong, y al control de Abbasi sobre el tono, la película se convierte en un alegato feroz sobre la política contemporánea, que no necesita personajes “malos” ni “buenos”, sino solo una mirada cruda a cómo los peones se convierten en reyes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *