Entre 1966 y 1973, sólo dos libros atravesaron los muros de Robben Island, la gran cárcel del apartheid. “Logramos introducir un manual de FIFA y El Capital de Karl Marx, supongo que los guardias pensaron que iba sobre ganar dinero y nos lo permitieron”, bromeaba en 2007 Sedick Isaacs, condenado a cadena perpetua y trabajos forzados por su pertenencia al Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela.
La lectura, prohibida en aquella distopía racista y psicópata construida por Hendrik Verwoerd y sus esbirros, fue utilizada por los presos no sólo para combatir “la alienación”, como contaba Isaacs, sino también para organizar una de las ligas de fútbol más singulares de todos los tiempos. Tras aquellos barrotes surgió la Makana Football Association (Makana FA), con sede en Robben Island, y de la que dependían tres categorías con un mínimo de 10 equipos en cada una de ellas que respetaban las reglas FIFA hasta el más mínimo detalle.
Los Gunners, los Rangers, los Black Eagles, los Bucks e incluso un Dynamo fueron los nombres de algunos de los equipos en los que se repartían varias de las personalidades que llevaron a Sudáfrica a iniciar el siglo XXI como un ejemplo de inclusión y amnistía. Tokyo Sexwale, hoy un influyente hombre de negocios y exministro de Asentamientos Humanos, era uno de ellos. “Éramos soldados que luchábamos por la libertad y a todos nos unió el fútbol. En una situación que buscaba socavarnos, el fútbol nos dio esperanza”, decía en El País.
En el verano de 2007, Nelson Mandela, que no participó en aquellas competiciones por su alto grado de aislamiento, visitó Robben Island para celebrar su 89 cumpleaños ya como futuro organizador del Campeonato del Mundo de 2010. Unos días antes, FIFA había otorgado a Makana FA el estatus de miembro asociado de la organización.