Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla.
Fernando Pessoa.
Desde hace trece años tengo un sueño recurrente. Consiste en una persecución por las calles de la ciudad de México. De noche, recorro las calles poco iluminadas. Soy yo quien persigue. El objeto al que intento atrapar es el borde de una pijama de Spider Man.
Hay momentos que estoy a punto de atraparla con mis dedos. Cuando viro en la esquina, la calle está vacía. Corro. Mi respiración es muy fuerte. Espero en la siguiente esquina poder alcanzarlo, pero jamás lo hago.
Cada que vuelve ese sueño lo paso mal. Lleva conmigo mucho tiempo y sigue conservando su capacidad para angustiarme. La sensación de alcanzarlo, de verlo de nuevo a los ojos. Los ojos de un niño. La mirada del hermano que echo de menos.
Lo pierdo nuevamente en cada sueño, como lo perdí hace trece años. Esa sensación de pérdida me acompañara siempre, junto con las eternas preguntas sin respuesta: ¿Y si hubiese estado ahí con él, las cosas hubieran terminado distinto? Quizá aún estaría conmigo. O quizá no estaríamos ninguno. Preferiría haberme ido con él, para que no padeciera la soledad. O para que la padeciéramos juntos.
He perdido la cuenta de las veces que en mi mente repaso minuto a minuto lo que sucedió aquel día y las cosas que pude haber realizado diferente para que el final fuera distinto. Pasé muchas noches al despertar del sueño pidiéndole que me perdonara por haber llegado tarde ese día. Con el tiempo no deja de doler, pero he aprendido a vivir con ese dolor.
Sé que mientras viva seguiré corriendo detrás de esa pijama.