Una breve aproximación al sensacionalismo pueblerino

El rumor es la más eficaz de las trampas del lenguaje.

Hoy, a las ocho de la mañana, ha aterrizado un helicóptero medicalizado en el pueblo. Al tratarse de un pueblo pequeño, de unos siete mil habitantes, la noticia ha corrido como la pólvora. ¿Qué coño hacía un helicóptero medicalizado aterrizando a primera hora de la mañana en un pueblucho de mala muerte donde nunca pasa nada? Ahí es dónde está el error. En el pueblo sí pasa algo. Según un rumor, habían apuñalado al barbero moroso del pueblo. Según otro rumor, el barbero moroso del pueblo había apuñalado a alguien y se había dado a la fuga. Ese ha sido mucho más jugoso. Pero esta no es la historia. Esto empezó mucho antes. Hace años. 

El rumor es la más eficaz de las trampas del lenguaje. Enganchan. No son fiables. Son muy fiables. Son la dicotomía perfecta del capto de sanguijuelas. Y lo cierto es que todos somos sanguijuelas. Chupasangres sin escrúpulos que disfrutan viendo como se apaga la tenue llama de la verdad. Lo primero que recuerdo es ver una barbería cerrada. El dueño había desaparecido. Yo era aún un niño cuando aparecieron los primeros carteles. El único rastro que quedó tras la primera desaparición. Entre los cartones que tapiaban las ventanas y el cristal, el barbero publicaba cartas en las que hablaba sin pelos en la lengua de sus vivencias como moroso. No pagaba alquiler del local de la barbería. Ni luz. Ni agua. Por algún motivo, que podría estar o no relacionado con su morosidad, tuvo problemas con su mujer, hasta el punto de ser apaleado por unos sicarios que ella había contratado. Eso según sus palabras y mi memoria. A día de hoy resulta difícil interpretar los vagos recuerdos que tengo de esas cartas. No recuerdo su contenido al detalle, y es muy probable que la mayoría de detalles se entremezclen con algunas de las fantasías más escabrosas que circulan por mi subconsciente. Lo que sí puedo recordar con claridad era la periodicidad. Cada semana había cartas nuevas. Quedó patente que el barbero estaba trastornado. Puede que a raíz de los traumas vividos y contados a través de aquellas cartas. O puede que fuera otra cosa muy distinta. Drogas. Se convirtió en la comidilla del pueblo. De barbero pasó a cocaínomano manostijeras. Ese fue el período de incubación. En el pueblo aún no se cocía mucho.

Un brote de malaria criminalista sin precedentes estalló hace cosa de un año. El barbero, metido en todo tipo de chanchullos, se había ido a quién sabe dónde. Según se dice, había acumulado muchas deudas con la gente equivocada y había escapado sin dejar más rastro que un local rancio y pestilente, destrozado por algún ocupa punketa. Un okupa. Un día llegaron dos hombres que le buscaban. Al encontrarse la barbería cerrada, fueron al negocio de al lado, una papelería con más telarañas que revistas. Al no obtener respuesta por parte de los propietarios (lo más probable era que no lo tuvieran), decidieron poner un arma de fuego sobre la mesa e improvisar un atraco a mano armada. No podían irse con las manos vacías. Lo malo —para ellos— fue que en la caja solo había veinte euros. Una miseria que a duras penas les servía para pagarse la gasolina de vuelta. Teniendo en cuenta que hay un estanco a unos tres metros, no sé si fue un arrebato de estupidez por parte de los atracadores o que en la papelería se esconde algo más que una caja vacía. Pura especulación sin sentido.

Por otro lado, el tráfico de droga ha aumentado en el pueblo. Jóvenes tirados por la calle con ojos llorosos y las narices salpicadas de sangre. Curiosamente, coincidiendo con la vuelta del barbero al pueblo. La ocupación de pisos vacíos se ha multiplicado notablemente; curiosamente, también coincidiendo con la vuelta del barbero al pueblo. Y eso no es lo único. A su vuelta, aparecieron unas pintadas en lo que había sido la barbería. Todo el mundo supone que lo pintó él, y más teniendo en cuenta el mensaje que había pintado en el cristal: 

LOS QUE HABLAN MIERDA DE MÍ, QUE NO SE ESCONDAN Y QUE ME LO DIGAN A LA CARA.

Tal cual. 

Hace unos años eran cartas bien estructuradas, pero supongo que con la degradación del tabique del barbero, también se ha degradado la presentación de sus palabras. Ahora va a lo bruto.

Más tarde, nos dimos cuenta de que no solamente estaba utilizando el local como lienzo de expresión garrula sino que además estaba viviendo dentro. La música a tope, un perro ladrando las veinticuatro horas del día y un mugriento colchón enterrado en cajas y mantas machucadas. Podría tratarse de una simple coincidencia y que la vuelta del barbero al pueblo no tenga nada que ver con esta ola de criminalidad, pero la mayoría de rumores apuntan a una fuerte vinculación con la mayoría de hechos.

Según el periódico local, el 9Nou, solo fue un robo que acabó mal. Dos detenidos. Ni nombres ni móvil. Solo violencia, antecedentes y una futura visita a juicio. Pero está claro que el barbero no ha pasado ni por comisaría ni por el hospital. Por la tarde se paseaba por la calle afectada fumándose un pitillo como si nada. Nada que ver con el tema.  Al menos, no directamente; hace unos días escuché por la calle algo sobre que tenía unas deudas con gente muy turbia y que por eso había empezado a robar en algunas casas. Más rumores. Más bulos. Lo único que queda claro es que su leyenda le precede. Y en el pueblo se está armando un revuelo fuera de lo común.

La gente habla. La gente ignora. Pero el caso es que ya no se trata del pueblo de montaña tranquilo que conocíamos todos. Puede que nunca lo fuera y ahora comencemos a darnos cuenta.

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