«Muy pronto en mi vida, fue demasiado tarde»
Marguerite Duras,1985
Tengo el estómago lleno.
La cortina se abomba por el aire que lo empuja
adoptando la forma de un vientre
embarazado.
Huele a lluvia.
El cielo se ilumina con los fragmentos del sol
que comienza a decir:
—amaneceré mañana.
Las gotas de lluvia comienzan a resbalar por la ventana,
se llevan el polvo que decidió quedarse días anteriores
por los estruendosos aires
del pasado mayo.
Tengo miedo de escribirte Marguerite. Tengo miedo.
Veo tus labios invadidos de humo amargo.
Exhalando paciencia para poder ser comprendida.
La habitación esta oscura, todo está en blanco y negro,
menos tus labios, que son rojos.
Estás ahí, y tus manos comienzan a dolerte
por todas las horas que han pasado
sosteniéndote un cigarrillo y escribiendo de él
en tu parisino departamento.
Mientras la lluvia moja la alfombra de tu sala
y el gato gris juguetea con su cola a
esquivar las sombras de las gotas en el suelo,
yo tengo miedo, Duras.
Tengo miedo de escribirte.
De terminar por estar aquí, en la nada.
Y ya está.
Que mis ojos nunca vean la luz.
Querida Duras, ¿no tienes nada de color verde esmeralda?
Porque yo no.
Solo tengo una luz jade frente a los ojos que estira la mano
para entregarle algo que me pertenece,
y luego se va.
Duras, embriágame y sedúceme hacia la piel
de un hombre chino sin nombre,
desvanece en cada letra la inocencia de tu reflejo envejecido
a la edad de quince años,
llévame a la sensualidad de lo prohibido por raza y edad,
conviérteme testigo de todos tus encuentros eróticos
al caer el sol,
mientras el mundo tras las puertas cree que
aprendes disciplina exacta.
Marguerite, me intoxico en tu verso,
¿puedes seguir fumando frente a mí?
En unos cuantos días no podré poner el alquitrán
alrededor de mis labios y estaré
a unas cuantas pólvoras lejos de ti.
Marguerite, tengo muchos reclamos para dar,
¿podrías escuchar ahora?
Marguerite, pensé en escribirte poesía,
pero ninguno de mis ayeres va
como lo realmente lo planee.
Duras, ¿a quién ves en el reflejo durante la vida?,
¿lo sabes después de esta?
Duras, qué pedazo de mi alma recogerás
para fumártelo en la pipa
mientras tecleas todos los años de escritura solitaria
y me muestras tus diarios de
guerra, llenos de todo polvo que consumió
cualquier humanidad que alguna vez
impregnó el universo.