A su pesar, tal como el agua, los músculos tienen memoria.
Mis memorias no me permiten el lujo de olvidarte, solo el regalo de perdonar.
Perdonar sus esfuerzos, todo lo inventado por ella, para alejarte de mí,
Sigo convirtiendo todo esto en alquimia. No puedo parar desde que te fuiste.
Desde que te fuiste, ya no hay ruido.
Te llevaste la paz, las paredes y los sonidos.
Por debajo de las apariencias, por debajo de la piel, manchada por descuido,
hierve una amargura, una violencia, tan fuerte como silenciosa.
Tan fuerte es el silencio en el piso frío de mi cuarto de baño.
No sabía que la agonía era un adversario mudo.
Que el universo entero de tu pequeño cuerpo
no cabe, en el cruce sangrante de mis miembros.
De cruces y sangre, mis miembros ya sabían.
Enseñanza de una vida. Instintos adoctrinados y reacciones firmes.
Que no haya peso ni sufrimiento que una mujer no pueda aguantar.
Y que tal como el agua, los músculos tienen memoria.
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