Pobre Narciso, podría apostar que estás dormido, aseguraría que lo haces plácidamente durante la madrugada debajo de tus sábanas, a lado de ella, convenciéndote de que tomaste la elección adecuada, y que alguien con mi edad nunca lo entendería.
Ya sabes lo que dicen todos por ahí, no puedes escoger de quien te enamoras, por mucho que te mientas a ti mismo pensando que sí. Sucedimos cuando más lo necesitabas. Los pecados son compartidos de una manera equitativa. Nadie inicia, nadie cae.
Solo es.
Señor: “Dueño de la indiferencia cristalina”. Tan frágil como tu vida fingida, engañándose a sí mismo cada día, diciendo que su pobre vaso está lleno.
“No deberías casarte tan joven, es un error”, fue de las primeras cosas que mencionaste cuando apenas te conocí. “No es mi primer engaño”, dijiste frente a mí mientras te vestías, pero afirmas que tu vaso “está lleno”. Narciso, ¿cuánto tiempo más podrás seguirte engañando?
Pobre Narciso, siempre acudiendo a la cobardía para no enfrentar la realidad, ¿ya tienes todas las mentiras que necesitas?
No necesito ser tu propia conciencia para saber que nunca serás feliz, buscando algo en la ausencia que dejé sobre todo el aire.
Narciso, ¿eres capaz de responderle a esas voces en tu cabeza que te reclaman: ¿por qué la dejaste ir? o tampoco tienes la valentía de contestarles con sinceridad?
¿Te hace sentir triste que el amor que toda tu vida buscarás, es el amor que en mí tenías?
“Ya cerraré este capítulo” has dicho demasiadas veces, que ahora sé que siempre terminas todas tus conversaciones con esa frase, sin embargo, estas aquí, leyéndome, pensando en mí y buscando lo que tenía para darte de sobra en tu vaso completamente vacío.
Ahora, lo único que te quedó fue tu miedo a envejecer y que descubras alguna noche tu propia verdad, recordando por siempre la última vez que te sentiste genuinamente libre; mientras, tus fantasmas tendrán mi nombre porque así lo he decidido.
Apuesto que es difícil de creer, que resultó que soy más complicada de olvidar, que de lo que fui de dejar, pues estás aquí.
Estimado Narciso:
Miéntete
Hazlo una y otra vez cada mañana al comienzo de todo y al final de nada.
Ya no pienses en mí cuando te sientas solo, porque verdaderamente lo estás.
Síguete mintiendo.
Miéntete siempre,
hasta que sea verdad.