No eres predador, sino zancudo.
¿No basta con esta
obsesión malsana
que tienes con mi sangre?
Este sabor mío que
te vuelve descabellada, loca,
por el rastro solo.
Te cuento que cuando ruges,
sólo me suenan zumbidos.
Ven, te regalo unas gotitas,
un puñadito rojo,
sólo para ti.
Porque se sabe que más
que esto no aguantas.
Porque se sabe que ni
los árboles, ni la montaña
te hacen caso.
Porque se sabe que
los insectos,
y otros pobres bichos,
sólo tienen un par de días
para existir.