El uso del razonamiento cognitivo le ha dado, tanto al hombre como a la mujer, algunos mecanismos para conocer las diferentes maneras en las que se mueven los ejes del mundo. El proceso de evolución llevó al ser humano a conocer algunas funciones de su cerebro y su imaginación. Primero empezó a cuestionar, luego pasó a tratar de responder algunas preguntas abstractas que surgieron partiendo de sus orígenes, su existencia y también, del por qué estar acá, cuál era el objetivo; cómo encontrar esas respuestas ha sido un trabajo arduo para la humanidad en general, que creo yo, aún son preguntas difíciles de responder con solidez y firmeza.
En esa misma línea temporal de conjeturas, dudas, certezas y cuestionamientos. El hombre encontró formas para darle luminosidad a una que otra explicación que llenaría una parte del vacío intelectual que sigue embargando a la humanidad. Pero como era de esperarse, eso no fue suficiente y el hombre decidió ir por más, parece ser que embriagarse de sabiduría era parte de un todo en el principio y no en el final. El conocimiento sigue surgiendo y con este, nuevos cuestionamientos sobre la validez del mismo y de sus procesos que, al final, son la suma de la inmensa curiosidad humana.
La existencia, la abstracción y otras maneras de seguir dudando y preguntando sobre lo que hay a su alrededor, le dieron al ser humano otros métodos para conocer e investigar mucho más. Fue entonces que surgieron las diversas disciplinas que enfrascaron el conocimiento y la suma de ellas permitió hacer del saber una metamorfosis quirúrgica y muy bien estructurada. Surge con todo esto la Filosofía, ciencia que se encarga del estudio del todo y las explicaciones del vacío y la nada. También aparecen los filósofos, hombres y mujeres que propagan esta rama del conocimiento por cada rincón del mundo.
La génesis de esta historia nos remonta al año mil novecientos catorce. En esta fecha vio luz uno de los textos más importantes de lo que posteriormente se conocería como “ficción filosófica”; me refiero a Niebla, novela del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno. En esta obra, el autor nos da un recorrido por los diversos pasajes que transita un hombre que trata de reencontrarse de manera continúa, mientras todo lo que está a su alrededor se desmorona y lo hace caer en recurrentes crisis existenciales. Dichas tragedias lo llevarán a reflexionar sobre el camino que ha escogido y repensar con hondura sobre las decisiones que está tomando en el día a día.
El escritor nos entrega una narración exquisita, llena de una estética literaria sin comparación. Miguel de Unamuno, fiel a su estilo filosófico, escribe esta novela valiéndose de la primera persona y el narrador omnisciente. Algo que me parece a mí una brutalidad, ya que desmiembra en cada párrafo ambos recursos de una manera muy original, manejando con mucha perfección las transiciones y los tiempos, sin caer en la redundancia o el uso excesivo de ambos entes en la narración; por el contrario, les da su punto cuando es necesario, sin que lleguen a sobrar ni restar en el entramado de la novela.
Miguel de Unamuno también nos muestra en esta historia las diferentes facetas que un hombre tiene presentes en su cotidianidad, ya sea las del amor, sus estudios o aquellas que pueden parecer más cercanas a la existencia. Para todo esto, el autor se vale de su presencia en el texto visitando como un ente de ficción a su personaje principal, para debatir juntos sobre las diferentes cuestiones del andar diario y de las posibilidades que le pueden esperar, si aprende a controlarse haciendo una crítica reflexiva sobre su presente, pasado y futuro.
Niebla es una epifanía repensada sobre la existencia del ser humano y las diferentes crisis que lo invaden en el devenir de la vida. El autor se vale de mecanismos sencillos en la literatura que calan con dureza sobre cuestiones que en un futuro no muy tardío iban a embargar o que ya están embargando a la humanidad, sea para bien o para mal, en la toma de sus decisiones.
Niebla también es una novela que toma vigencia, cada día, en este mundo lleno de dolor que habitamos. Mientras más compleja se vuelve nuestra realidad, esa “niebla” nos ayuda a despejar lo que desconocemos o simplemente no nos atrevemos a ver, por los nubarrones que hemos creado a nuestro alrededor. Miguel de Unamuno fue capaz de ver las tragedias que el hombre sufriría y para ello creó su “nivola”, una manera rigurosa de afrontar la vida y la realidad.