Pensar en el lector no tiene sentido: Joaquín Campos

El escritor malagueño está convencido que nunca vivirá de la literatura, lo cual, aumenta su placer al escribir, “porque la meta sólo son los sueños literarios a cumplir”.

Joaquín Campos (Málaga, 1974) se marchó de España en busca del sueño sin retorno de la literatura. Residió en Asia desde el 2007 hasta el 2018 y actualmente vive en Cabo Verde, donde trabaja de cocinero mientras sigue escribiendo sin descanso, descorchando botellas de vino a diario.

De narrativa ha publicado Faltan moscas para tanta mierda (Renacimiento 2014), Doble ictus (Renacimiento 2015), La verdad sobre el caso Segarra (Los libros de FronteraD 2016), Veinte brotes (Renacimiento 2017) y Últimas esperanzas (Renacimiento 2019). En lo que respecta a poesía, pueden encontrarse Cartas a Thompson (Island) (Renacimiento 2015), Maëlys y todas las mujeres (Canalla ediciones 2017), Catres (Renacimiento 2018), Poeta en Pekín (Renacimiento 2020) y Demasiado humano (Sr. Scott 2020). Conversamos con él sobre sus tres últimas obras, literatura y vida.

Trabajas de cocinero, primero en Asia, desde hace un par de años en Cabo Verde, para costearte el lujo de escribir y poder realizar presentaciones de tus obras a las que, en ocasiones, no asisten más de dos o tres personas. ¿Has pensado alguna vez tirar la toalla?

Tirar la toalla sería dejar de escribir. Mejor que la tiren ellos dejando de acudir a actos culturales gratuitos. Mira, como siempre escribiré, considero que la desembocadura más justa para un manuscrito es su publicación, y luego, ayudar a sus ventas con giras, sobre todo si vives fuera de España y te apetece pasearte por ciudades, a veces, tan desconocidas. Así he descubiertas joyas arquitectónicas como Palencia, entre otras muchas. Me lo paso bien. Y si todos los chefs escribieran el mundo, sin duda alguna, iría mejor.

En el 2019 se publica Últimas esperanzas, una novela de más de quinientas páginas. En 2020 aparecen, casi al mismo tiempo, tus dos últimos poemarios: Poeta en Pekín y Demasiado humano. ¿Incontinencia verbal? ¿Necesidad biológica?

No tengo tiempo para especular. Mucho peor que una presentación con tres asistentes –también las ha habido de setenta– sería que después de tanto placer generado esa obra no encontrara editor. Seguramente sea difícil seguirme con tanto libro en tan poco tiempo, metidos de pleno en una pandemia donde falta el dinero, pero jamás escribo pensando en si es contraproducente obligar a que mis escasos seguidores tengan que comprarse tres libros en un año exacto. Pensar en el lector no tiene sentido porque cada lector tendrá sus particularidades propias. 

Me impacta esa relación de amor inquebrantable que tienes con la literatura; ese querer ser escritor, por encima de todo, aunque no vendas miles de libros, te lean minorías y que te lleva incluso a, en ocasiones, regalar tus obras. ¿Asumir que nunca vivirás de la escritura es una liberación? 

Prácticamente nadie vive de la literatura. No es un modo real de mantenerte con vida. Y más en España, donde sin acercarme a ninguna clasificación oficial no creo que se lea más que en Francia o Inglaterra. Mira, vivir de la literatura es, además, harto imposible cuando en las crisis lo primero que se recorta es la cultura, con bibliotecas y universidades que no compran libros en años. Luego está lo de las regalías, que debería dar para una investigación policial. Porque, ¿quién audita a las editoriales? Conozco a escritores premiados, traducidos a varias lenguas, de esos que son entrevistados a menudo e incluso salen en la televisión, que viven, en realidad, de sus colaboraciones periodísticas, del montante de esos premios ya citados, y de las invitaciones a festivales de literatura. Comprender las cosas te ayuda a no perder el tiempo. Y salvo milagro de última hora, yo jamás viviré de la literatura. Como casi todos. Pero claro, si lo aceptas, escribir aumenta el placer, porque la meta sólo son los sueños literarios a cumplir. 

Eres muy crítico con la realidad que te rodea, lo proclamas con un tono apasionado que roza la vehemencia, parece que no hay salida posible pero, de repente, un chopo asoma en medio del Pekín contaminado, un mar turquesa nos deslumbra en Sal a pesar de los complejos hoteleros y, siquiera por un momento, logran salvarnos. ¿Son el placer y la belleza las únicas vías de escape posibles en un mundo cada vez más gris? ¿La misantropía es una respuesta defensiva de los espíritus sensibles frente a la miseria moral?

La misantropía es una salida cuando la mayoría de las personas no son capaces de discernir en un asuntos clamorosamente básicos. Hay un partido político al que tildan de ultraderechista (VOX), que ayer fue literalmente apedreado en Vic. A mí me la trae floja la política, pero es inadmisible que los mismos que abogan por la paz en el mundo, el ‘no a la guerra’ y que todos somos iguales miren para otro lado cuando apedrean a personas. Y eso es España. Por eso es mejor estar solo y lejos. Y decir lo que se piensa sin calcular los efectos. No me adscribo a generación (para mí, degeneración) alguna. No quiero pandillas de frikies recitando versos de Lorca, mientras se apoyan los unos a los otros con likes en las redes sociales. Ya que no puedo vivir de la literatura al menos déjenme ser como soy. Y sí, la belleza de un chopo ayuda a que salgas adelante en medio del desasosegante Pekín; pero no hacen falta sólo chopos u olas turquesas: con leer buenos versos o tesis filosóficas uno puede darse por salvado por mucho que resida en medio de tanta nada. 

Cuando leí Últimas esperanzas, no pude evitar situarte en el espectro literario de Bukowski, Houllebecq, Limónov. Autores irreverentes, incómodos, alejados del pensamiento oficial, finos retratistas de la miseria moral y el desmoronamiento de las clases medias ¿Estás aquí para sacudir conciencias? ¿Si callas, revientas? ¿Esa querencia tuya por reflejar las zonas oscuras sirve para resaltar aún más lo bello o es solo un áspero recuento de las decadencias de un escritor que se quiere maldito?

Siempre me han fascinado los héroes fuera de lo común. Héroes que aparte de alcohólicos o violentos, también pueden ser poetas o jardineros, además de padres de familia o porteros en edificios. Como te decía antes, no soporto el buenísmo per se. Y no me hables del infantil malditismo. No soporto a los que defienden a ese tipo de personas. Aunque en realidad el problema no son los malditos, si no los que los defienden y jalean creyendo haber encontrado el maná. Bukowski se murió millonario y mayor, señal de que en realidad no bebía tanto como se vendió y que ya hacía demasiadas décadas de sus etapas muy cortas como cartero. Todo es marketing. Hablemos con sinceridad: ¿tienen sentido la mayoría de los versos de Panero? Por supuesto que no. Pero nos parece único que haya vivido de loquero en loquero y escribiera aquello. 

Amador Paneque despierta ternura y repulsión a partes iguales. Oscila entre el patetismo más desolador y la admiración por esa perseverancia infatigable, ese afán ingenuo, a prueba de realidades, en la realización de sus sueños. ¿Pícaro posmoderno? ¿Ignatius Reilly dipsómano? ¿Quijote sátiro en New York? ¿Niño grande?

Paneque es un milagro. Porque persigue su sueño. Y la sociedad actual adolece de los mismos. Porque es evidente que no vamos a contar como sueño vital traer hijos al mundo, meterse en hipotecas a cuarenta años y esperar a que tu equipo levante una Champions. No me interesa el relativismo o la justificación porque sí, pero en cada asesino en serie, si es padre, suele encontrarse un buen padre, y tantas veces un vecino educado. Todos los que piensan que Paneque es despreciable suelen esconder vicios ocultos. Porque al final, Amador es casi como todos nosotros. Como usted y como yo. Sólo que Paneque lo dice mientras el resto se guarda sus secretos. 

Responde tú a las preguntas de Amador Paneque, el protagonista de Últimas esperanzas: «¿qué es la vida? ¿Llegar a la vejez arrodillado y pidiendo perdón? ¿O morir con 51 entre vítores y envidias?». ¿Manifiesto vital del autor o pura ficción literaria?

La vida es tratar de hacer lo que te parezca, y que eso que te parezca no te lo hayan dicho tus padres, la tele o los políticos. Y claro, que lo que quieras alcanzar no sea delito y tenga un sentido. El problema de Felipe VI no es que sea rey por herencia. El asunto es que si hubiera querido ser escritor o astronauta no habría podido. Y nunca sabremos si hemos perdido a un gran literato al primer humano en pisar Marte. Pero vaya, demasiados republicanos toman el puesto de trabajo de sus padres, algunas veces una portería tantas veces la presidencia de una empresa, cuando siempre las casas y cuentas corrientes. No somos nadie. Y sobre el manido asunto de si soy yo o no Amador Paneque decirte que realmente no lo soy aunque tiene bastantes partes de mí. Y en realidad, no me importaría serlo en algunas de sus fases vitales. 

¿Contar siempre el lado menos agradable de lo que ves te ha pasado factura?

Para nada. Como te decía antes, lo primero es estar feliz con uno mismo. Porque si para que me entrevisten más, y por ende, poder acceder a un mayor número de lectores tengo que dejar, en parte, de ser yo, prefiero seguir como estoy, que es lo que llevo haciendo desde mis albores literarios. La autocensura, por cierto, es otro de los grandes males de este siglo XXI. Lo cual es un insulto absoluto para los cientos de millones de personas que sí sufren censura. Imagínate lo que pensarán de nosotros los chinos que no pueden no ya escribir, sino leer o comentar de pasadillo sobre la masacre de Tiananmén. Y mientras, nosotros edulcorando nuestros textos para no salirnos de madre. Damos pena. 

Tomando prestados unos versos de tu admirado José Luis Parra: ¿Ninguna plenitud/ será más alta que el oscuro sótano/ del vino?

Tras muchos avatares degenerados encontré en el vino a un gran amigo que se sigue portando muy bien conmigo. Pero para eso tuve que ir cancelando otros tipos de alcoholes que sí me hacían daño. Escritores que escribían bebiendo y que tras dejar el alcohol o no escriben o escriben pésimamente. Ese sería otro tema a investigar. Si algún día dejo el tinto y me doy asco escribiendo, lo dejaré todo. Seguro. Aunque al menos siempre nos quedará Parra, uno que escribía setecientas veces mejor que Panero pero que no estaba loco. O al menos no lo estaba tanto y no lo hacía público. 

Poeta en Pekín es un poemario duro, crudo, acusador. Nos muestra la cara más oscura del sueño chino: polución, ciudades deshumanizadas, autómatas infelices, un país convertido en tierra de promisión para desalmados. ¿Qué conservas con cariño de tu paso por China?

Desconozco a qué te refieres con lo de el sueño chino. Cuando dividas PIB por número de habitantes te darás cuenta de que mil millones de chinos ganan, a lo sumo, 400 euros mensuales bebiendo agua con cadmio y plomo y respirando cáncer. Pero bueno, este es otro tema que daría para siete charlas: defender al único que hace sombra a los malvados USA sólo porque le hace sombra y queremos sacar de ahí al precio que sea a los sucios americanos. Lo he dicho en más de quinientas ocasiones, pero el día que China domine el mundo esta entrevista será, como poco, supervisada. Y esta respuesta no te la podré dar, como Poeta en Pekín jamás podría haber sido publicado. Sobre mis recuerdos plácidos sobre China… muchos. China es parte de mi vida y yo amo mi vida. Por poner varios ejemplos, adoro buena parte de sus cocinas, el té, los masajes, y esa capacidad que tienen para no sentir vergüenza, aunque creo que ese asunto también está cambiando a peor. He visto a decenas de miles de chinos en pijama salir despeinados a comprar el pan o a hacer deporte. En España sería absolutamente imposible por el qué dirán. Y también son bastante dinámicos. Se adaptan, mal que bien, a las circunstancias. Bastante apaleados están para trabajar lo que trabajan. 

El escritor Joaquín Campos

Demasiado humano, editado por Sr. Scott, critica el turismo de resort y pulserita del todo incluido, la banalidad y el conformismo de la clase media occidental; también la actitud de muchos caboverdianos pobres que sólo sueñan con llevar las vidas de los turistas o de los que salen en televisión. Nadie se libra de tus diatribas. Como espectador de excepción, sentado en tu duna o pasando sin rumbo, ¿cada vez estamos más igualados por la mediocridad? ¿Sigues pensando que la única libertad es la sabiduría?

El capitalismo te ofrece lo más cercano a la libertad: ganar el dinero suficiente para retirarte en medio de la nada y dedicarte a lo que más te guste sin atender a medios de comunicación ni redes sociales. Pero el problema es se pueden contar con los dedos de una mano los que se retiran a realizar sus sueños. Siempre es el año que viene, hasta que un día se mueren o les da un ictus. Yo ya preparo mi verdadera jubilación. Pero para eso aún queda. Lo que sí que tengo claro es que haré todo lo posible por salirme de este loop insoportable. Ya lucho por ello. Y en Demasiado humano sólo trato de explicar lo patéticos que somos cuando dejamos atrás nuestros hogares para meternos en un hotel a hacer lo mismo que hacíamos en casa, pero tirando más fotos y comiendo peor. Volviendo al inicio de mi respuesta, falta aristocracia, que según la RAE es el grupo de individuos que sobresalen entre los de su mismo ámbito por alguna circunstancia. Si Nietzsche viviera en nuestra época sería camarero. O funcionario. 

Has estado en México presentando tus obras. ¿Dónde exactamente y cómo llegaste allí?

Tengo la suerte de ser amigo de Antonini de Jiménez, filósofo sevillano, que anduvo dando clases por varias ciudades de la frontera mexicana a través de El Colef. Él me cursó una invitación y allí que me fui (Nuevo Laredo, Tijuana, Rosarito) a contarles mi vida y obra a estudiantes, profesores, políticos y curiosos. Experiencia inolvidable. Antes y después de esas dos semanas estaba escribiendo Últimas esperanzas en Nueva York. Si echo la vista atrás todo aquello fue un sueño cumplido. Otro más. 

Con tanta capacidad para seguir escribiendo, ¿qué te traes entre manos? ¿Sólo uno o más proyectos?

Voy tratando de acumular algún relato corto, esta vez a modo de ensayo, más poemas, una novela que debería superar a Últimas esperanzas… Pero aunque suene a excusa no me está resultando fácil, en proporción al tiempo libre que nos está dejando esta pandemia, escribir. O escribir, al menos, más. Bueno, todo esto que te cuento está iniciado y espero y deseo que terminado en el transcurso de este año o el siguiente. Pero lo más importante parece que saldrá a la luz en junio de este año. Son unos diarios sin fecha donde, claro está, todo se expone sin cortapisas. Imagínate corregir un diario años después para autocensurarte. Un sacrilegio. Llevará por título Ajuste de cuentas. ¿Cómo ser escritor? Y esta vez, sin apodos de por medio, vuelvo a salir también muy mal parado, aunque siempre manteniendo erguido mi sueño. 

Para terminar, ¿puedes recomendarnos tres libros, tres discos y tres vinos que te hayan cambiado la vida?

Al comienzo de todo, Más allá del bien y del mal (Nietzsche) y Lolita (Nabokov). Luego, muchos más, pero por meterme en el género que más me atrae y afecta, Ciudad del hombre (José María Fonollosa). Musicalmente, prefiero obviar a bandas que de adolescente me horadaron en demasía y centrarme en lo que más escucho a día de hoy: un concierto en Boston de Fugazi que puedes encontrar en Youtube, el primer disco de Bowery Electric que no tiene título, y aunque no desee volver atrás, con diecinueve años levité (y aún lo sigo haciendo) con el Inercia de Lagartija Nick. Tres vinos: Graham’s 30 años Old Tawny Port, Apóstoles Palo Cortado de Jerez y el Casa Cisca Monastrell de Yecla. 

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