Categorías
Crónicas

Plantíos de esclavitud: recolectores de té en Bangladés

Bangladés es uno de los productores de té más importantes del mundo dada su ubicación geográfica privilegiada. En el norte del país se produce la mayor cantidad y calidad de té debido a la altitud de las tierras y las lluvias abundantes. La producción de té cuenta con grandes incentivos financieros del gobierno, así como la supervisión de las autoridades locales debido que esta industria contribuye al desarrollo económico del país y emplea a más de cuatro millones de personas. El cultivo de té desempeña un papel importante en el cumplimiento de la demanda del consumo interno y es una gran fuente de ingresos al ser el segundo cultivo comercial orientado a la exportación. Sin embargo, el incremento en la demanda de consumo lo ha convertido en un lucrativo mercado a expensas de los derechos laborales de las personas que lo cultivan y colectan.

La industria del té fue introducida durante la época colonial por los británicos, quienes importaron trabajadores de las regiones de India para trabajar en las plantaciones. Los trabajadores actuales son descendientes de inmigrantes que fueron obligados a cultivar el té, de modo que la mayoría pertenecen a grupos tribales. En este contexto, los derechos de los pueblos tribales se violan con mayor frecuencia debido a que la sociedad bengalí no los considera parte integral de la sociedad ni ciudadanos iguales. En las líneas laborales viven aislados de la comunidad bengalí y son víctimas de discriminación debido a su origen étnico. El matrimonio infantil, la pobreza y la exclusión hacia los grupos tribales se identifican como las principales razones de la baja educación e integración en la comunidad.

La recolección del té se caracteriza por una alta segregación ocupacional por razones de género. Este es un trabajo realizado en su mayoría por mujeres debido a la creencia de que las manos femeninas son ideales para facilitar y eficientar la recolección de las hojas del té. Como consecuencia, las mujeres soportan la carga más pesada de la desigualdad sistemática al encabezar los roles peor renumerados bajo condiciones sofocantes en donde deben estar de pie todo el día. Las actividades feminizadas suelen tener menos prestigio social y sufren una pluralidad de discriminaciones. Las mujeres reciben en promedio un dólar por jornada laboral completa en la cual se espera que recojan al menos 23kg de té al día.

Los trabajos dentro de los plantíos de té se heredan generacionalmente y los más jóvenes están sentenciados a continuar con la tradición y permanecer como trabajadores del té el resto de sus vidas. Los trabajadores se encuentran en un círculo de privación y explotación debido a que la pobreza los obliga a trabajar desde temprana edad para ayudar a sus familias. En el caso de las mujeres en las plantaciones, se estima que el 46% se casa antes de los 18 años razón por la cual disminuye su posibilidad de ejercer su derecho a la educación. Su condición como ciudadanos inferiores los convierte en blancos fáciles de abusos laborales y la exclusión social no les permite buscar otro tipo de trabajos ni acceder a una educación de calidad.

Los trabajadores del té viven privados de sus derechos básicos y son considerados uno de los grupos más vulnerables, desatendidos y explotados en Bangladés. Este grupo es excluido de los servicios gubernamentales con miras a que deberían ser cubiertos por las autoridades del plantío en el que trabajan. La falta de agua potable, instalaciones sanitarias y medidas básicas de seguridad propicia que la población de los jardines de té sea vulnerable a diversas enfermedades y desnutrición. Además de las largas jornadas laborales bajo el sol, el personal está expuesto a mordeduras de serpientes y pesticidas cuyo efecto en la salud es dañino. Los empleadores no emiten constancias de trabajos formales y suelen retener a los trabajadores durante más tiempo en condiciones deplorables sin garantizarles el pago de jubilación o vacaciones.

La industria del té en Bangladés crece a niveles nunca antes vistos a expensas de las precarias condiciones laborales de sus trabajadores. El crecimiento en la demanda del té continúa negando el derecho a un salario digno, así como condiciones de vida y trabajo decentes. La industria del té tiene buenas perspectivas económicas y genera oportunidades de empleo, pero estas deben ir debidamente acompañadas de las condiciones laborales dignas para que las personas puedan desarrollarse y su seguridad esté garantizada. El gobierno en conjunto con los propietarios de las plantaciones de té deberá garantizar un entorno laboral con salarios justos y libre de discriminación. Sin el enfoque adecuado, la industria del té continuará siendo un sector hostil para los trabajadores.

Por Alessia Ramponi

Viajera, fotógrafa y escritora. Internacionalista, especialista en Migración Internacional y Maestra en Derechos Humanos y Democracia con enfoque en el mundo árabe.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *