Azul jamás vuelto a ver: primer mar,
cuando se dio el real nacimiento
al marcar la madurez de la memoria.
Azul que recuerdo en paredes de plazas
azotadas por el sol brillante,
que calentaba nuestras caras, equidistantes
a ambos lados de la cordillera,
y atizaba sueños heroicos,
atenuando el perene malestar,
que tan pronto es vencido, renace.
Así a veces hasta el último sol,
cuando veremos que todo lo pasado,
incluso lo más triste,
fue sólo lo mejor posible.