“Dicen que cuando alguien emigra lleva su patria dentro, pero también se lleva el patrimonio del lugar de origen. La pérdida de este y la imposición de otro no resulta pacífico. La migración es innata al ser humano. La añoranza y la nostalgia que se siente al dejar tu tierra atrás combina dolor y tristeza. Es la magua que, en ocasiones, puede llegar a ser reparadora”.
La Academia Canaria de La Lengua define magua como pena, lástima, desconsuelo por la falta. Se trata de un canarismo que en las Islas Canarias se entiende como pérdida o añoranza de algo. Pero además es, tal y como explica el comisario de la exposición Magua: Relatos Migratorios, Javier Mameley, “el eco de migraciones no tan lejanas”.
La muestra artística a la que este canarismo da nombre se inauguró el pasado 4 de octubre en Casa África, en Las Palmas de Gran Canaria. En ella, seis artistas pluridisciplinares (Mamadou Gomis, Fátima Suleimán, Esther Vega, Orlando Hernández, Juan González y Javier Camarasa), indica Mameley, “proponen desde ópticas personales y dominios particulares y con medios dispares estados liminales del viaje migratorio, de la magua forzada que genera y de la memoria intangible de la que se nutre esa nostalgia dolorosa”.
Hubo una época en la que los canarios sintieron esa magua. La que ahora se ha convertido en una tierra de acogida,también fue tierra de emigrantes. “Es importante interiorizar los mensajes que aquí se exponen para construir un mundo mejor”, asevera el comisario de la muestra en la que, además, se unen diferentes formas de representar los relatos migratorios: una prenda de ropa que esconde una historia, una bandera que representa los derechos humanos, a veces vulnerados, esculturas que recuerdan al viento que te acompaña en un viaje, una mirada en la que descansan infinitas emociones…
Historias escondidas en prendas de ropa
Hace ya treinta años que el primer cayuco llegó a las costas de Canarias. Arribó en Las Salinas del Carmen, en la isla de Fuerteventura, un 28 de agosto de 1994. En ella iban dos jóvenes saharauis. Cinco años más tarde, en julio de 1999, sucedió el primer naufragio documentado en la ruta canaria, considerada por diferentes organizaciones internacionales la más mortífera de todas las vías migratorias. En la tragedia perdieron la vida nueve jóvenes de Guelmim, Marruecos.
“La migración en Fuerteventura empezó casi como algo anecdótico, hasta que llegó la tragedia: los hundimientos”, recuerda Javier Camarasca, uno de los artistas de la exposición Magua: Relatos Migratorios. Su obra se compone de una variedad de prendas acompañadas de relatos de personas que han emigrado. “Las costas de Fuerteventura estaban llenas de ropa”, cuenta Camarasca. Entre el año 2002 y 2004 el artista se encargó de recogerlas con un objetivo claro: “Recoger la migración no tanto en imágenes, sino en las historias que hay detrás de cada prenda”. Agrega que lo importante de su obra es el relato de las travesías y el contraste que realiza “entre la imagen idílica de las playas canarias, relacionadas con el placer, y la imagen de la ropa que se quedó en esas mismas costas”.
“Hola, papás. Soy vuestra hija Fátima. El motivo de escribirles es comentarles algo de la vida en España. Espero que algún día no lejano estemos juntos para disfrutarlo”, “soy saharaui, hijo de un saharaui español que fue soldado del ejército de España cuando mi país era una colonia. Salí de El Aaiún cuando me avisaron de que iba a ser detenido. En mi país la policía marroquí detiene y hace desaparecer a los saharauis que hablan mal de la ocupación”, “desde que salí de Sarajevo mi vida ha sido como la de cualquier otro refugiado: billete solo de ida, soledad, más soledad y miedo”, “a los países que reciben la inmigración les pido tolerancia y paciencia, que se pongan en la piel de cientos de casos. Todos podemos hacer un esfuerzo”. Son algunos de los fragmentos de los relatos de quienes, “por una guerra, catástrofe o por la intención de mejorar sus vidas”, han salido de sus países de origen.
El viento y las emociones del viaje
La exposición de las prendas de ropa la complementa un documental que Javier Camarasca elaboró entre Senegal y Fuerteventura. En él aparece Ibu Diallo, un joven senegalés que aporta su punto de vista sobre la migración: “Cuando pienso en Europa pienso en el paraíso”, “conseguir un visado en Senegal es un infierno”, “los europeos pueden entrar en Senegal sin dificultades, pero nosotros a Europa no, debería ser más fácil”, “la gente piensa en un cayuco porque ya no pueden esperar más”.
La pieza audiovisual concluye con un juego en el que una brújula y un billete senegalés, uno europeo, uno de la Banca Central del Congo y otro de Reino Unido son los protagonistas. “Le dije al chico que hiciese lo que quería con los elementos”, cuenta Camarasca. El joven decidió pasar cada uno de los billetes por encima de la brújula: “El dinero es dinero. Es de papel, no hace que se mueva la brújula”, dice mientras mueve el billete senaglés y el congoleño. Sin embargo, cuando sostiene los otros dos (el de Reino Unido y el europeo) la aguja de la brújula comienza a caminar: “Este dinero no es solo de papel, el dinero de mi país no hace que se mueva la brújula, el otro sí”.
Orlando Hernández, a través de su obra expuestas en Magua: Relatos Migratorios, hace un homenaje al viento, “espíritus ancestrales que han guiado y acompañado a los pueblos en sus migraciones”. A través de una serie de esculturas, “captura la esencia volátil, pero omnipresente del viento que porta historias sin dueño, susurros de promesas olvidadas y anhelos extraños”.
A ella se suma la muestra de Fátima Suleimán, de Esther Vega, de Mamadou Gomis y la de Juan González que con una serie de fotografías trata de plasmar las emociones del viaje migratorio: la añoranza, la incertidumbre, la desolación, la resiliencia en la mirada y el agradecimiento.
Una bandera cargada de significado
El fotógrafo senegalés Mamadou Gomis pretende, a través de sus fotografías, también expuestas en Magua: Relatos Migratorios, cuestionar la migración de banderas: “Mi idea era compartir mi experiencia de manera diferente, utilizar diferentes banderas para hablar de los derechos humanos”.
La bandera de Naciones Unidas (ONU) o la LGTBIQ+ son algunas de las representadas en sus fotografías: “Hay personas que no pueden llevar la bandera LGTBIQ+, se vulnera ese derecho”. Una de las fotos destaca por su intenso color rojo, en ella se ve a un chico con la cara tapada con un pañuelo. Una mano sobre su boca lo silencia. La imagen está en blanco y negro, pero el fondo rojo destaca la escena: “El fondo rojo representa el momento en el que las personas del cayuco llegan a las costas y ven policías y guardias civiles. La cara tapada y silenciada retrata que las personas migrantes, en ocasiones, están ciegas y mudas, solo quieren migrar, pero nadie las ve ni las escucha”.
Todas las fotografías, expone Mamadou Gomis, se unen en el mismo punto. A su juicio, allá donde vaya cualquier persona, “la dignidad nadie se la puede quitar”. Con su obra pretende mostrar “el concepto de los derechos y la dignidad humana en un mundo obsesionado con la imagen de África”. La clave, a juicio del autor, está “en mirar más allá”.