Estoy de nuevo surcando
mares de concreto y
demás tragedias encontradas
en océano conocido,
con el torso desnudo
dejo pasar la brisa
por entre los retazos
de pintura que dibujan los cabellos
a contraluz,
dejo que el manubrio me lleve
al corazón del huracán;
los frenos no existen más
cuando inicio el descenso,
me entrego de lleno
a esta ciudad nunca mía,
me entrego de lleno
a sus agujeros, a mi camino;
aunque las piernas
me piden detenerme
continúo cuesta arriba,
donde no hay nadie,
ni recuerdos de amor,
ni espinas clavadas al corazón,
ni sueños rotos, ni dioses seniles,
solamente instante y velocidad,
sudor y gloria,
caída y viento,
sangre y asfalto.