Hace poco me dijiste que cuando nací, supiste lo que querías hacer; y cuando nació mi hermano, lo que no debías hacer.
Ningún papá es perfecto, pero tú te acercas bastante al ideal.
- Gracias por despertarte los domingos para ver los Picapiedra conmigo, acostados en el mismo sillón.
- Gracias por quitarle las ‘rueditas’ a mi bici y enseñarme a no caer (en todos los aspectos posibles).
- Gracias por enseñarme a correr y echar ‘carreritas’.
- Gracias por llevarme a cortarme el pelo ‘de honguito’, y enseñarme que las consecuencias de mis decisiones pueden ser erróneas.
- Gracias por enseñarme a bailar, a elegir la música, y apreciarla a todo volumen.
- Gracias por educarme a explotar mis capacidades, sin importar mi sexo.
- Gracias por obligarme a practicar artes marciales (perdón por decirte que era ‘una pésima idea’).
- Gracias por enseñarme a preocuparme por los demás, y esas ‘cubetadas’ de humildad que tanto necesitaba.
- Gracias por haberme convertido en tu ‘chalán’, pintora de brocha gorda y albañil.
- Gracias por enseñarle a mi hermano que los hombres también saludan de beso, se abrazan, cocinan, limpian y aman.
- Gracias por ver los partidos conmigo; por avisarme cuando mi equipo favorito va ganando.
- Gracias por tus sabios consejos. Por enseñarme que las buenas calificaciones no te forman como persona; más bien, los actos.
- Gracias por tu sentido del humor, por tus detalles, tus mensajes de ‘Buenos días’ y que, a pesar de las adversidades, siempre buscas una solución.
- Gracias por enseñarme que quiero una pareja que ame, respete y cuide a su familia incondicionalmente, así como tú lo haces.
Perdón por las miles de veces que te grité, lastimé y decepcioné.
Cuando era niña, siempre quise un príncipe de cuento de hadas. Tardé mucho en darme cuenta que viví 28 años con uno.
¡Te amo, Pá!