El ciclo de la vida cuyo eje es la mierda, el guano, el excremento generoso. El regalo que un ser vivo hace al otro, sin saberlo, y a través del cual la existencia continúa. La mierda como vínculo, como eslabón fundamental en el mosaico de las criaturas.
Ustedes brillan en lo oscuro; Liliana Colanzi
Terminar un libro puede significar un montón de cosas. Personalmente, el sentido inmediato a cerrar el libro o apagar el computador me coloca en un estado de trance absoluto, de pensar y excavar por las minas propias del pensamiento para entender y sentir a profundidad el enredo luminoso que acabo de leer. (Confieso, sí: esto sólo me pasa cuando un libro me cautiva.) Aunado a ese sentimiento, el pequeño instinto de librero nauseabundo que me habita en la inconsciencia está siempre decidido a acomodar esa lectura junto a otras que les han maravillado por igual desde el mismo sentido. Es decir, crea su propia categoría en un estante inmenso repleto de todo lo que he devorado.
Dicho esto, puedo confesar que Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de espuma) se ha acomodado junto a títulos como El magún ((Rosa Iceberg), Panza de burro (Barrett/Elefanta), Caballo fantasma (Almadía), Chapeo (Elefanta), entre otros. Y teorías me brotan, pero encuentro dos principales razones. La primera de ellas: son libros que me han devuelto algo que sentía perdido dentro de la esfera inmaculada de las novedades: la calma, el espacio, la incitación a leer sin prisa, sin temor a quedarse fuera de aquel cúmulo de opinadores inmediatos. Y la segunda: esa pizca única del lenguaje, aquello que dota de origen absoluto la escritura de quien escribe, esos sonidos, la particularidad indistinguible de palabras para otras irreconocible y sin embargo inteligible al final por consecuencia de la lectura. Entender porque compartimos algo, por esos rasgos comunes que hermanan las latitudes, la literatura por sí sola.
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Ustedes brillan en lo oscuro constituye un punto de partida en el que se vislumbran las inquietudes más humanas de algunos territorios que evocan no las urbes inmensas y las ciudades cosmopolitas, sino esos espacios más comunes, con los que nos cruzamos todos en algún punto de la vida. Sea esta o sea otra, porque es algo que no se detiene y no se ha detenido con el tiempo. Todo permanece de una u otra forma, como podemos observar en el cuento que apertura el libro (“La cueva”), aunque no es eso lo único que se vislumbra, sino todo aquello que ha de llevarnos a lo largo de los otros cinco cuentos que conforman el particular y majestuoso volumen de relatos: aquellas incomodidades provocadas por el desamparo, distintas perspectivas que logran embaucar más cada detalle, esos problemas sociales que atañen la cotidianeidad de aquellas personas que están en contacto con la realidad áspera, lo desconcertante de lo radical, los cambios a los que obliga el paso del tiempo, la oscuridad fragmentada de las consecuencias. Es en este principio demoledor que se gesta y se nos arroja de frente todo lo que vendrá después, sin inmutarse siquiera, y es también el fragmento del libro que nos muestra la calidad de la escritura de la autora andina, dice sin decirnos qué es lo que hemos de esperar, aunque no tengamos idea alguna de a qué vamos a enfrentarnos.
Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981) nos hace olvidarnos de las formalidades cuando de escribir cuentos se trata, tan sólo a lo largo de los seis relatos que conforman su libro. Quiero decir que juega que con lo que tiene entre manos, no teme especular, acomodar de distintas formas, mostrarnos que hay otras maneras de narrar sin quizás escapar totalmente de aquello tradicional, y no porque esto tenga pues algo de malo. Resulta pues transformador, ingenioso y lúcido. Forma parte de esa apenas visible estirpe de libros que escapan de la cada vez más concurrente idea de escribir para que sus frases mismas sean extraídas para su publicación individual. Es decir, el análisis sugiere que dichas citas-enunciados no están prestos a ser retuiteables y compartidas por la inmensidad de las redes sociales, y no porque no tenga una buena cantidad de palabras que funcionarían bien para ello, sino que no está, –digamos, aventureros–, escrito para eso, no es su prioridad destacarse por-ni-para-eso. Y dudo encarecidamente que haya sido escrito con esa intención de no fragmentarse, y sin embargo su esencia y esa naturalidad palpable susurran que las piezas están acomodadas así porque funcionan mejor, hacen que su complejidad pueda ser apreciada tal cual.
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Al final del libro, Liliana Colanzi coloca una nota que dice: “Si bien los hechos narrados en «Ustedes brillan en lo oscuro» están basados en el accidente radiológico de Goiânia de 1987, se trata de una obra de ficción.” Y pienso lo mucho que ciertas partes: “Si bien los hechos narrados (…) están basados en (…), se trata de una obra de ficción.” Claro: la realidad asecha para ser reescrita y abordada desde la literatura. Quizás. Y eso no quiere decir nada. O quiere decirlo todo.
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Para los del otro lado, nosotros somos el Afuera. No hay dos cielos, somos la misma cosa, lo mismo ellos que nosotros y que los animales.
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Todo esto son alternativas, escenarios, problemas, personas, asuntos y consecuencias manipuladas para el beneficio propio del oficio literario. No es, sin embargo, insignificante. En ningún momento.
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Los cuentos de este libro, como las estalactitas: son una sucesión de gotas a través del tiempo.
Ustedes brillan en lo oscuro, Liliana Colanzi, Páginas de espuma, España, 2022, pp. 120