Celebro la vida aunque duela

Celebro la vida
aunque duela.

¡Y te juro que duele!

Como hacía tiempo que no dolía
como un fuego nuevo que quema después
de haber sido apagado.

Como un puebla sin vida
derruido después de la tormenta.

Como un mar ahogado en su propio
silencio.

Después de ti…
Después de ti no queda nada
¿O sí?

Después de ti asoma otra vida
que no es poco.
Aunque tú no lo sepas
el aire que respiro sabe a ti.
Estás latente en cada rincón de un nuevo
día
en la avenida del recuerdo más cotidiano.

Duele la vida
aunque no parezca disimular.
Te pido perdón por no haberte escrito lo
suficiente
aunque cada verso que me sangra es tuyo
para siempre.
Cada latido inerte es una aventura
una secuencia más dentro de esta
ausencia que tú nos dejaste.

Duele la vida
aunque no disimulo
cuando te digo que me faltas.
Porque conocía el rostro cruel de la
ausencia maldita.
Mis cicatrices se abren de nuevo
Para no disimular que jamás se fueron
lejos.
Para acariciarme de nuevo sin permiso
con dolor infinito.

Duele la vida
pero la vida se abre a la vida con extraña
sensación de que es para siempre.
De que te fuiste para regresar de nuevo
en forma de pétalo triste
de paloma perdida
de tempestad sobre tierra reseca.
La vida siempre merece la pena
aunque sea lejos ese lugar donde nos
encontremos
donde sin alas remontaremos el vuelo.

¡Qué remedio nos queda!

Celebro la vida
aunque sea a ratos
aunque sea en silencio
para que no me escuche nadie.

Celebro la vida
pero porque es lo único que tengo
lo primero que sueño
en esta pesadilla intermitente de cuerpos
mudos
que pasean buscándote sobre cada
atardecer desnudo.

Celebro la vida.

La vida siempre se dirige hacia ti
al lado del solsticio de primavera
cuando florece la luz
que siempre entra por las ventanas
abiertas
frente al mar sombrío de la luz
entre tanta oscuridad que nos dejas.

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