Este libro es una delicia lúdica y un ajuste de cuentas. Su autor, Ezequiel Zaidenwerg, traductor y poeta bonaerense residente en New York, consuma en 50 estados: 13 poetas contemporáneos de Estados Unidos la valiente aventura de traspasar las barreras que separan los géneros literarios. Autocalificada como “novela tenue” o “autobiografía refractada en voces”, como afirma en una entrevista para Bestia Lectora, es también una antología poética de heterónimos, situada en una encrucijada donde confluyen la entrevista ficticia, el poema y el ensayo oculto. El ecléctico autor rinde homenaje a todas las voces que han influido en la conformación de su propia voz, una voz poliédrica de personalidades múltiples.
Consciente de que importa más un buen poema que toda la poética de su propio autor y de que, como decía Rilke, “hay mucha gente en el mundo, pero hay más rostros pues cada uno tiene varios”, adopta los registros y los útiles más diversos: lo narrativo y lo confesional, la canción, la villanela, el epigrama, sonetos, palíndromos, la prosa poética, lo experimental… Todo recurso es válido para expresar la búsqueda de la propia identidad en el centro de la posmodernidad más desabrida, cualquier herramienta es pertinente cuando logra proclamar las multitudes que lo habitan (si se nos permite emplear la conocida afirmación whitmaniana).
Traducir es para el autor algo casi biológico, una necesidad básica que, como el comer o el respirar, lleva a cabo diariamente desde hace unos años para, como reconoce en el prólogo, “habitar un poema cada día, estudiarlo por dentro y desarmarlo para luego reconstruirlo en mi lengua y en mi voz; y probarme la suya”.
A través de las páginas de este libro desfilan voces reales e imaginarias, trece estilos o estados de conciencia que rinden tributo, mediante los alter ego de Zaidenwerg, a los autores que le han influido y completado. Robert Frost, Rita Dove, Frank O’Hara, Anne Carson, Ben Lerner, Anne Sexton, Terrance Hayes, Robin Myers y Ashbery, entre muchos otros, terminan confundiéndose con los autores antologados: Joe Urbach, Chris Talbott, Sarah Diano, Adam Wolniewicz, Jillian Kwon, Ariella Jenkins, Taylor Moore… La reunión es tan precisa que uno llega a dudar sobre quién está del lado de la realidad y quién está del lado de la ficción. Puede que esas fronteras se borren cuando se da un canto sincero.
Es este florilegio de sí mismo un artefacto coral que agradece, una polifonía pessoana, un homenaje al acto amoroso y artesano de la traducción pues, como afirma Steiner, toda comunicación humana es una traducción y, como escribe Lorenzo Oliván, “hay voces que cambian la densidad de nuestra sangre”. La sangre de Zaidenwerg se ha derramado hasta el fondo de cada poema que ha traducido y su corazón goza ya de una profundidad oceánica. Y este libro es su forma, inmejorable, de pagar por tanto recibido.