Estoy en una habitación cálida. Escucho música en alemán porque hay una mujer alemana trabajando, intento adivinar sin éxito el nombre la canción, volteo a ver a la televisión. Se llama Sommergewitter. En un mes sabré que eso quiere decir tormenta eléctrica de verano. Bebo cerveza Patricia y un amigo me presenta a los amigos que hizo en este país.
Todos son agradables, pero no recuerdo sus nombres. La cerveza siempre hace que se me olviden los nombres. Hablan y ríen, me explican sus bromas y yo también río. Son las tres de la mañana y estoy en Montevideo. Me siento bien, estoy alegre. Hace 26 horas estaba saliendo de la Ciudad de México, hace 24 hacía una escala infernal en San José de Costa Rica, hace 21 estaba en Bogotá. Ahora estoy aquí.
Salimos de la casa. Estoy en la Rambla de Montevideo y mi amigo habla sobre las mujeres que casi tuvo. Respiro profundo, permitiendo que la noche me penetre los pulmones. Es marzo de 2018 y estoy en el puerto de Split. Un desconocido nos toma una foto a un amigo y a mí. Esa noche sería la última en que vería esa foto, pues en un mes perderé el teléfono con el que la tomaron. Camino por el puerto y una muchacha me toma del brazo, se arrima en busca de calor.
La miro y sus cabellos están tenuemente iluminados por las farolas. Pienso en que es eterna. En seis meses será la última vez que la vea, pues me enamoraré de su mejor amiga. Su mejor amiga me abandonará y no volveré a ver a ninguna de las dos. Otro amigo se acerca y nos toma una foto con una cámara Polaroid. En cinco años encontraré esa foto en las profundidades de una caja durante una mudanza. Será la única foto que tenga con ella.
Es de noche. Camino por una avenida ancha, la cruza un camellón lleno de flores blancas. El aire es dulce y mas adelante se escucha música fuerte. Nos detenemos y estoy frente a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Montevideo. Mi amigo habla con otro suyo. Me distraigo oliendo las flores, la noche es tibia y no me duele nada. Ahora todo se siente ligero. En un mes me volveré a mudar y el mundo me quebrará los hombros. Huelo las flores y mi amigo, sonriente, me ofrece licor.
I can fix all those lies
But baby, when I run, I’m running to you.
You won’t see me cry, I’m hiding inside
My heart is in pain but I’m smiling for you
Es abril del 2016 y esa letra suena en medio de una boda. Entre la multitud un musulmán baila con una botella de Hennessy en una mano y un Cohiba en la otra. Estoy en Jordania, veo el Mar Muerto de fondo y mi papá me da un beso en la nuca. Pasarán dos años hasta que alguien vuelva a darme un beso en la nuca. La noche es cálida y hace tres días estuve en Jerusalén. Era domingo de ramos. Hace tres días le tomé una foto a papá recargado en una muralla de la ciudad vieja. Un chicle se le pegó a la chamarra. Veo las luces de Jerusalén y pienso en que quisiera volver a estar aquí. Ocho años después seguiré sin volver.
Camino hacia una cervecería en las cercanías de la Facultad de Arquitectura. Hablo con mi amigo sobre el futuro. En dos días estaré ayudándole a empacar la vida que durante seis meses construyó en Montevideo. Nos sentamos y me cuenta que quiere mejorar, le cuento que siento a la existencia agredirme, pero esta noche es un bálsamo. Lo que restará del viaje no hablaremos más de ello. Miro hacia el cielo, las estrellas parecen familiares.
El tiempo transcurre sin que me de cuenta. Estamos desandando las calles de Montevideo y es tarde. Tengo hambre, mi amigo quiere irse a dormir, hablamos y acordamos comprar sopas instantáneas. En cinco horas me despertará un ardor en el estómago.
Es octubre del 2019. Acabo de cumplir diecisiete años, quiero ir a una discoteca, pero no tengo un INE. Hace dos horas terminé con una novia, estoy triste y visito a un viejo amigo. Dentro de cuatro horas iremos a casa de mi mamá, allí nos encontraremos con ella y su novio. Será la primera vez que lo vea. En cuatro años lo seguiré viendo. Mi mamá me saluda, le hablamos del plan. Como es mi cumpleaños cede con la condición de acompañarnos.
En tres horas estaremos en el Arctic Bar del Plaza Condesa. Compraremos una botella de tequila y bailaré la misma canción que sonaba durante la boda jordana. Un amigo me tomará una foto con mi mamá. Cinco años después será el fondo de pantalla de su celular. En cinco horas seguiremos en al Arctic Bar y mi mamá me dará un abrazo. Cuatro años después demolerán el Plaza Condesa, será el suceso que marque el fin de mi adolescencia, yo seguiré recordando el perfume de mi mamá ese día y recurriré a su recuerdo en las noches mas tristes de mi vida.
Son las tres de la mañana y estoy en Montevideo, la madrugada es tibia y pienso en que quisiera escribir sobre ella. Desandamos la Rambla camino a casa de mi amigo. Las luces de la ciudad son mas tenues que en otros lados, no me lastiman los ojos, agradezco el viento desacomodándome el cabello y colándose en mi espalda. Toda la belleza que he presenciado hoy tiene valor y origen en el tiempo que recorrió, recorre y continuará recorriendo para, por fin, llegar a ser belleza.
Son la tres de la mañana y estoy en Montevideo. En seis días estaré en un avión volviendo a la casa de la que me mudaré en un mes. Estaré viendo desde la ventanilla hacia el mar. Pensando en escribir un texto que empezaría diciendo: “Estoy en una habitación cálida”.