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Ira maternal: 45 años de ‘The Brood’ de David Cronenberg

Realizado en su juventud (tenía 35 años), este perturbador retrato de la descomposición de una familia es implacable, alucinante y tiene un aire de tragedia shakespeareana que es irresistible

Si usted viera a una señora joven como Nola Carveth en cualquier lugar: un supermercado, a la puerta de la escuela de sus hijos o como su vecina de al lado, pensaría que es un ama de casa de belleza notable y dulce sonrisa; si la conociera mejor, pensaría lo mismo, pero advertiría que tiene un carácter que debe tomarse en serio. Un carácter fuerte. 

Pero, si la viera, encarnada por una majestuosa Samantha Eggar (The Collector) en este filme de David Cronenberg, seguramente usted además de todo lo anterior, le tendría miedo. Mucho miedo.

Filmada después de que Cronenberg pasara por un divorcio atroz y literalmente tuviera que raptar a su hija mayor, Cassandra, luego de que a la madre de esta, Margaret Hindson, se uniera a un extraño culto que no solo rompió su matrimonio, sino que puso en peligro a la niña de 5 años (Cronenberg literalmente tuvo que ir a California a secuestrar a su primogénita para recuperarla), The Brood es lo que se consideraría, en un canon que incluye obras cumbre como Scanners, Videodrome, A History of Violence, The Dead Zone o The Fly, la primera obra de arte transgresor del cineasta que resulta extraordinaria.

The Brood; David Cronenberg.

Con un soberbio Oliver Reed a la cabeza, en el rol del doctor Raglan, un psiquiatra carismático y manipulador que descubre la manera de hacer que sus pacientes “manifiesten” sus emociones negativas para “librarse de ellas”, esta cinta habla de las consecuencias del abuso (en todas sus formas: el sexual, el psicológico, el de sustancias, el de poder) y cómo afecta esto a un círculo de humanos desprevenidos.

Una serie de brutales asesinatos ocurre en Toronto; todos están relacionados con la familia del arquitecto Frank Carveth (Art Hindle), quien está en un conflicto contra el doctor Raglan ya que su pequeña hija fue violentada durante una visita a su madre en el Instituto Somafree, la clínica privada donde Nola está internada: sin motivo aparente, los suegros de Carveth (y padres de Nola), así como la maestra de kindergarten de su hija, encuentran brutales destinos fatales a manos de una cuadrilla de niños (aparentemente) o bien, de enanos asesinos, sin cara ni organos, que se manifiestan cada vez que la ira largamente contenida de Nola -quien, se nos explica, fue maltratada por una madre neurótica y un padre ausente y alcohólico-, lo que da a pie a algunas de las set pieces más escalofriantes dentro de la carrera de Cronenberg.

The Brood es un filme muy personal del cineasta (quizá sea el más personal hasta ahora). Realizado en su juventud (tenía 35 años), este perturbador retrato de la descomposición de una familia es implacable, alucinante y tiene un aire de tragedia shakespeareana que es irresistible, amén de tener espléndidas actuaciones por parte de todos los involucrados y una fotografía naturalista por parte de Mark Irwin (el mismo que filmó aquella memorable secuencia de 15 minutos al inicio de Scream de Craven, en el ’96), con uno de los primeros soundtracks de Howard Shore para Cronenberg, con quien ha sido dupla tantas veces, con éxito.

The Brood; David Cronenberg.

Obviamente, esta no es una película para todos: en su estreno, hubo quien no la entendió y se cagó en ella, acusando a Cronenberg de misoginia (uno diría más bien, misantropía) y crueldad — la escena que ocurre en el kindergarten es especialmente perturbadora y muy superbestia–, pero al paso del tiempo (y vaya que ha envejecido con gracia) este ejercicio de melodrama emocional y body horror (hagan de cuenta que Ingmar Bergman hubiera filmado algo parecido a Alien) sigue siendo efectivo y sobre todo, revelador. 

Quien la ve, al menos una vez, no consigue olvidarla jamás.