Pequeño Diccionario Sefardí es la cuarta obra del autor mexicano Andrés Piña. Recientemente publicado en la editorial argentina Agua Viva Ediciones, este libro está escrito en español y ladino, lengua de origen sefardí.
Andrés es filósofo, poeta, periodista y traductor. Actualmente escribe en Apuntes de Rabona y purgante. Tiene tres libros de poesía publicados: Impresión, Ella Pensaba en mí y La Revolución es una Muchacha en Bicicleta. Ha publicado traducciones conjuntas de Seamus Heaney, James Joyce, Lawrence Ferlinghetti y William Carlos Williams en la editorial Buenos Aires Poetry. Ha escrito varios artículos académicos y libros colectivos, como La idea de la fenomenología de Edmund Husserl. Comentario a las Cinco Lecciones, que ha visto la luz también este año. Escribe poesía en inglés, ladino y castellano. Sus poemas han sido publicados en Estados Unidos, México, España, Venezuela y Argentina.
En su último poemario Pequeño Diccionario Sefardí no sigue las pautas de lo que se conoce por un diccionario al uso, ¿cuál es el motivo de esta particularidad?
Cuando empecé con la maquetación, allá por el 2016, no quería que quedase muy formal, así que decidí darle un giro distinto: pensé que cada definición debía ser un poema y a su vez cada poema podía ser parte de un capítulo. En definitiva, cada capítulo era parte de una historia. Los diccionarios, por lo general, son cerrados y van en función del conocimiento, no en construir historias a través de las palabras. Además, mientras escribía el primer capítulo tenía en mente un poema de largo aliento parecido a Leave of Grass, de Walt Whitman; es decir, un poema donde cupieran varias cosas. Sin embargo, por cuestiones de la poesía y las editoriales (risas), los capítulos empezaron a salir en desorden.
¿Es una forma de insubordinación ante la hegemonía de los poderes lingüísticos?
En un inicio fue así. Cuando comencé a escribir el diccionario, encontré que el castellano me parecía muy constreñido y no me sentía representado en él. De hecho, en los primeros cuatro capítulos existe una tensión entre lo que yo quería decir y cómo lo decía. De cierta manera, mis definiciones en el diccionario son una forma de juzgar la gramática española.
Sin embargo, combina ambos idiomas.
Sí, porque el diccionario también obedece a un periodo de transición, donde por cuestiones personales tuve un bloqueo creativo y no podía escribir. Así que el diccionario sefardí me permitió regresar a la poesía, por medio de mi amor al ladino.
¿La escritura como terapia y el ladino como la herramienta principal?
Así es. El corazón del diccionario sefardí es como una suerte de kadish, utilizando la idea de Clarisse Nicoïdski. Es una oración fúnebre para ir tratando de superar los problemas personales y, sobre todo, el dolor y la ausencia.
Se podría decir en estos versos hay una evolución del lenguaje.
Nací y crecí en un contexto sumamente politizado, toda mi familia es de izquierdas, acá en México hay un Piña en cualquier cuestión social. Entonces, yo tenía esa idea de que el idioma, específicamente, el castellano no debía utilizar palabras en otras lenguas. Tenía ese compromiso político o creía que lo debía tener. Sin embargo, con el diccionario empecé a resignificar ciertos conceptos por medio del ladino y por amor a la tradición sefardí. Ambas cosas, al final resultaron ser un testimonio de honestidad y evolución de mi propia actividad, tanto política como poética. Dejando atrás esa idea cerrada de que en un idioma no pueden coexistir otras lenguas. Así que, en ese sentido, sí es una evolución del lenguaje.
Pertenece a la comunidad lingüística Ladinokomunita, ¿pero pertenece a la comunidad judía sefardí?
No fui criado en un contexto religioso, así que mi acercamiento con la tradición sefardí fue por medio del ladino. Me enamoré de lo que representa y al mismo tiempo decidí que podía ser parte de una comunidad de hablantes, manteniendo mi propia historia. Eso fue fantástico.
¿Cómo aprendiste ladino?
Como te comentaba, al crecer en un entorno donde todas las religiones eran bienvenidas. En mi infancia navegaba entre la religión musulmana, judía, católica, entre otras. Cuando me interesé por el ladino, me di cuenta de que casi nadie lo hablaba en México. Entrando en números, aquí habrá unos 10 hablantes de ladino, a lo mucho. Así que me produjo un shock, porque me enfrentaba a una lengua en peligro de extinción. Por eso, decidí poner todo de mi parte para rescatar su tradición y su historia.
¿Por qué el título del poemario es Pequeño Diccionario Sefardí?
Cuando empecé a escribirlo, me pareció que podía ser una manera de rescatar toda la cultura sefardí y respetar el origen de la lengua rindiéndole ese homenaje. La comunidad sefardí siempre se ha caracterizado por ser una comunidad abierta en toda su historia. Esto, porque siempre convivió en contextos multiculturales. Una prueba de lo que digo es mi historia. He sido recibido como hablante de ladino y no se me ha exigido nada a cambio, ese tipo de libertad para mí es muy importante y por eso les estaré eternamente agradecido.
Haciendo una comparativa con su obra anterior se vislumbra un punto y aparte.
Es un cisma. En el ámbito de la literatura, puede sonar soberbio, yo me escribí con Juan Gelman. En aquella época yo estaba con esa idea de “hacer la revolución”. Recuerdo que el señor Gelman siempre me trató muy bien. Y gracias a él, con el tiempo comprendí que varios proyectos literarios de corte social no me ayudaban a lidiar con lo que me estaba pasando internamente. Hubo situaciones en mi vida muy dolorosas, donde sentí que no podía sanar a través de la política y fue ahí donde el ladino apareció junto con las palabras de Juan. Ayudándome a superar, así, mi propia tragedia.
Se puede apreciar en esta una influencia de Octavio Paz. ¿Cómo repercute en su lírica?
Es muy curioso, en mi familia siempre hubo mucha disputa acerca de Octavio Paz, pues se le criticaban sus posturas políticas. Recuerdo leerlo a escondidas porque en mi casa no lo toleraban. Sin duda, Paz es impresentable como persona; como intelectual, no obstante, sentí una conexión con su poesía, por ejemplo: Piedra de sol o Viento entero. Se trata de poemas de largo aliento que son fundamentales para mí. Junto con Lorca y Clarisse Nicoïdski es quien más ha influido en lo que escribo.